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La confusión y el torero

José María Noguerol

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Siempre hay personas replicantes, cualquier día y a cualquier hora. El asunto del espacio es más peculiar. Margarita, desde hace una semana, despierta a Apolonio con pesadillas: duda entre sudores, será un antirracista más, será una compra de votos por correo, será que nos quedamos sin fútbol, será la novia casi adolescente del proyecto torero en retirada. Apolonio se desquita después de la cena, que él prepara con esmero: hoy, mejillones a la bruselense intermedia con vino del Rin, lenguado a la imitación del Evaristo de “El pescador”, esbozo de suflé y un poco de armagnac; suflé, a la manera de “El Refugio” de Oleiros; armagnac “Saint-Vivant Napoleon.” A continuación, se queda dormido en la contemplación de un informativo de televisión que presenta un periodista pontevedrés.

A Margarita le ha repercutido el nuevo aterrizaje en campaña de Aznar López. Tal vez las pesadillas vengan de ahí, de la playa de Muxía con aquel olor, de los nueve agentes del CNI asesinados en Irak. Cosas de hace más de veinte años que casi nadie recuerda. Apolonio sí recuerda que una vez se reunió con el político melillense Mustafá Aberchán, ahora en disputa, su partido, su yerno, sus militantes. También hace dos décadas, en el Meliá Castilla. Pero no, él no estaba en la reunión, solo puso los cafés con leche y los cruasanes. 

Margarita se concentra en el empecinamiento. Mira que le dijo a la política liberal vicealcaldesa que no se dejara enredar por ese periodista que solo viste camisetas. Ni caso. Taurófilo amargo, convencido de que esa tradición permanecerá por los siglos. Margarita ha hecho una lista con preguntas para la noche del domingo: ¿volverá el pastor a preguntar por Franco cuando le visite el todo terreno japonés? ¿le dirán a los padres que aprendan de sus hijos comiendo yogures y corriendo a cámara lenta al son de Frank Sinatra?  

Apolonio y Margarita coleccionan libros con dedicatoria. Hay muchos que darían para un escándalo: entregada dedicatoria para acabar en una librería de lance: “con mi amistad y mi reconocimiento” “mi cariño y admiración profunda” “por todas las cosas que he aprendido de ti” “probablemente te encontrarás en estas páginas” “los versos que jamás hubiera escrito sin tu inestimable influencia” Crónica escabrosa de infinidad de olvidos, quizás desprecios, amores no correspondidos, admiraciones equívocas, compromisos cínicos, demasiada humanidad. A Margarita le gusta, a las siete de la tarde, poner a todo volumen “Demasiado corazón” de Willy DeVille. Apolonio dice que la adora por eso. Qué felices son algunos humanos.

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