Espacio de opinión de Canarias Ahora
Elecciones anuales
Viva donde viva seguro que puede presenciar una obra pública cerca con abundancia de vallas, chalecos amarillos, cascos, apisonadoras, asfaltadoras, camiones, ruido, etc… En definitiva, un proceso de remozamiento de todo nuestro entorno. Mucho nos tenemos que dicha efervescencia no procede de una reacción visceral ante la necesidad, sino por algo más mundano como son una cercana celebración de unas elecciones democráticas para proceder a la elección de los cargos públicos que estarán al frente de los diferentes niveles de las administraciones públicas. Así y todo, no debe sorprendernos puesto que, normalmente, las legislaturas se dividen en dos periodos claramente marcados, de forma que la primera parte de esta se centra en lo que se denomina “función política”, donde se ejecutan las acciones que puede que no tengan ese abrigo social necesario para recibir aplausos de forma continuada, arriesgándose a recibir algún que otro reproche, ya no solo de la oposición, sino de las propias partes incondicionalmente adeptas. Ya entrando en la segunda parte, a mayor acercamiento del proceso electoral se centra en una mayor ejecución de acciones puestas a disposición de la ciudadanía, ejerciendo en este caso la denominada “función popularidad”.
Tengamos en cuenta que el electorado suele premiar a la clase dirigente que ejecuta sus actuaciones durante épocas de prosperidad. Y viceversa. De hecho, las funciones de popularidad de los gobiernos aparecen como resultado del interés general por conocer las relaciones entre economía y política, donde la ciudadanía responsabiliza a los diferentes poderes de la situación económica y social por la que se atraviesa, considerando qué capacidad se tiene para solucionar los problemas a los que se enfrentan, como bien podría ser el de la inflación, el desempleo, la presión fiscal o la divergencia frente al resto de la tasa de renta per cápita. Pero no solo de gobiernos se vive. También de oposición. Esta, sin despeinarse, adopta una cómoda estrategia derrumbando las expectativas y adoptando alternativas sin necesidad de demostrar su rigor diciendo lo que se debía hacer sin parar a pensar que, cuando se tuvo la oportunidad, no se realizó por una alineación indebida de los astros.
Y luego aparecen los incumplimientos, tratando de explicar las razones del “ahora es imposible hacer lo prometido”. Esas justificaciones apelan a un cambio en las condiciones exógenas, que tienen como principal característica lo incontrolable de la situación, sabiendo que cuando se resta responsabilidad al orden democráticamente establecido, mejora la valoración y aumenta la probabilidad de la continuidad de forma que, cuando no se disponen de razones para incumplir, hay que apostar por el deseo popular, personificándolo en la aparente sensación que algo se está haciendo, sea o no necesario e imprescindible.
Como ya se sabe, una vez publicado el decreto de convocatoria de las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo en el Boletín Oficial del Estado, quedan prohibidos todos los actos que supongan inaugurar obras o servicios públicos, así como presentar proyectos por lo que volveremos a disfrutar de una situación más tranquila al a vez que menos polvorienta y ruidosa. Por todas estas razones deberían celebrarse comicios, como mínimo, una vez al año para que de esa forma tengamos nuestras ciudades y servicios públicos de punta en blanco y, matando dos pájaros de un tiro, dejen de pensar no nos damos cuenta y que somos gilipiiiiiiiiiii (suena el pitido de censura).
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