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El indeseado club de los países pobres

Mapa de los Países Menos Adelantados (LDC), de la UNCTAD

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Es posible que la mayoría de lectores sepan que existe un G-7, donde se sientan en una mesa los siete países más ricos del mundo, o el G-20, donde se reúnen los 19 países más ricos del planeta y la Unión Europea (representada por la presidenta de la Comisión). Se suele decir que sentarse en estos grupos, formar parte de estos privilegiados clubes, es motivo de orgullo para cualquier nación, ya que muestra su potencia y capacidad de influencia en el planeta.  

Pero, ¿sabían ustedes que existe un grupo, o por ponerlo en términos entendibles, un club que reúne precisamente a los países que nunca podremos ver ni en el G-7 ni el G-20, y que reúne a los países más pobres del mundo? Pues ese grupo se llama PMA, (Países Menos Adelantados, o LDC por sus siglas en inglés, Least Developed Countries), y se acaban de reunir en Doha (Catar).  

Qué paradoja, pienso, es el hecho de formar parte de un club del que nadie quisiera ser socio y cuya pertenencia es tal condena que cualquiera haría todo lo posible por abandonarlo. Solo basten un par de datos para entender su dimensión: los PMA albergan a un 40% de los pobres del mundo. Representan el 13% de la población mundial, pero sólo el 1,3% del PIB del mundo y menos del 1% del comercio del planeta. Muchos de ellos viven o han vivido recientemente en guerras.   

Al hecho de intentar avanzar para que el grupo deje de existir y supere estos datos, se consagró esta reunión, que organiza las Naciones Unidas. Pospuesta varias veces debido a la COVID-19, esta conferencia única que se celebra una vez cada diez años, reunió a altos representantes de los 46 países más pobres del mundo. 

Lamentablemente hay mucha África en los PMA. De los 46 países, 33 de ellos se encuentran en África. Concretamente, son Angola, Benín, Burkina Faso, Burundi, República Centroafricana, Chad, las Islas Comoras, República Democrática del Congo, Yibuti, Eritrea, Etiopía, Gambia, Guinea, Guinea Bissau, Lesoto, Liberia, Madagascar, Malaui, Mali, Mauritania, Mozambique, Níger, Ruanda, Santo Tomé y Príncipe, Senegal, Sierra Leona, Somalia, Sudán, Tanzania, Togo, Uganda y Zambia. 

Nuestro continente vecino, pues, representa al 66% de este grupo. Desde Casa África hemos seguido esta reunión con interés milimétrico para, sobre todo, conocer el Plan de Acción de Doha 2022-2031, que se pone en marcha a partir de ahora y con el año 2030 en el punto de mira, teniendo en cuenta el marco temporal para el cumplimiento de la Agenda 2030. 

El concepto de PMA se originó a finales de los años 60 y el primer grupo de países fue concretado por la ONU en 1971. Desde la creación de la categoría en 1971, sólo seis países han salido de la lista: Botsuana en 1994, nuestro vecino Cabo Verde en 2007, Maldivas en 2011, Samoa en 2014, Guinea Ecuatorial en 2017 y Vanatu en 2020. 

La 5ª Conferencia antes referida, se inició con una fuerte declaración del SG de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, sobre el hecho de que el sistema financiero global “está fallando a los pobres”. Porque a pesar de un importante crecimiento del PIB durante las últimas décadas en el mundo, los beneficios del crecimiento no han sido ni inclusivos ni sostenibles, principalmente porque el crecimiento no ha conllevado ni la transformación estructural necesaria ni la creación de empleo adecuada, más teniendo en cuenta que en estos países la población joven representa entorno al 60% de la población.  

La mayoría de los PMA sigue especializándose en la exportación de productos básicos y manufacturas de bajo valor e intensivas en mano de obra, en lugar de diversificarse hacia productos más sofisticados. A todo esto, hay que sumar los efectos del cambio climático, cada vez más dramáticos en estos países tan vulnerables, que reclaman justamente que estas consecuencias no han sido causadas por ellos, sino por los países desarrollados y piden, por lo tanto, que se les compense por ello. 

Esta llamada de auxilio de los PMA llega en un momento crítico, ya que los 46 países, muchos de ellos con problemas de endeudamiento agudos, han sido devastados económicamente por la COVID-19, que acabó con años de avances en desarrollo y supuso un importante retroceso en el camino para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Al impacto climático y a la resaca económica de la pandemia se le ha sumado ahora que estos países se encuentren entre los primeros de la lista de los más afectados por la inseguridad alimentaria y la crisis energética agravada por la guerra en Ucrania.  

Las expectativas de solidaridad de la comunidad internacional con los PMA eran altas. Sin embargo, pocos anuncios relevantes se han hecho. De la misma manera que la reciente COP27 acabó con escasos compromisos reales de aportación financiera, en esta cumbre de los PMA la sensación a su término es similar. Sin embargo, cabe destacar el anuncio del gobierno de Catar de aportación directa de 60 Millones de euros, a lo que hay que añadir el apoyo que este gobierno a todos los PMA y al sistema de NNUU para que pudieran estar presentes en la Conferencia. 

Por su parte, no está de más recordar que la Unión Europea y sus 27 Estados miembros siguen siendo el mayor proveedor de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) en el mundo, con 71 600 millones EUR, que representan alrededor del 41 % de la Ayuda Oficial al Desarrollo en todo el mundo destinada a los países en desarrollo en 2021. La Ayuda europea destinada a los PMA en 2021 fue de 16.500 millones de euros, y Bruselas se ha comprometido a aumentar el gasto porcentual actual de la Renta Nacional Bruta hasta el 0,20 % en 2030. 

Como les decía, este es un club detestado por sus socios, porque no implica otra cosa que estar a la cola del mundo. Por tanto, “graduarse” y dejar de ser un PMA es una aspiración perseguida por todos los países que forman parte del mismo.  

En este sentido, está previsto que en los próximos años varios de estos países (16 de los 46) se gradúen y pasen, por tanto, al siguiente nivel como países de renta media. Sin embargo, de estos estados, la mayoría son asiáticos (excepto Yemen y Afganistán, en estos momentos considerados estados fallidos) lo cual implica que el grupo de PMA pasará a ser eminentemente africano.   

Esto debe hacer que nos preguntemos por qué las actuales políticas de desarrollo no están siendo capaces de conseguir que los países africanos salgan de la espiral de la pobreza a corto plazo. Tal vez ha llegado el momento de plantearse que las actuales políticas no sirven para cualquiera y que terminar con la pobreza requiere adaptarse mejor a las características de nuestros vecinos, con el fin de cumplir el compromiso de “no dejar a nadie atrás”, lema de la conferencia y de las Naciones Unidas.  

Todo esto pasa por empezar a plantearse en serio que las políticas de desarrollo actuales no pueden tenerse en cuenta sólo desde el punto de visto de la Renta Nacional Bruta, y más teniendo en cuenta que la mayoría de los países africanos siguen siendo pobres después de décadas de ayuda oficial al desarrollo. De hecho, existe un debate que plantea estudiar la posible aplicación de un índice multidimensional de vulnerabilidad, planteado por el llamado Grupo de Estados Insulares en Desarrollo, que contemple también las vulnerabilidades específicas de cada país. Quizás este camino podría ser más acertado.  

En cualquier caso, lo más importante es que los países ricos se comprometan a “no dejar a nadie atrás” y asegurar el marco adecuado para ello, tal y como ha reclamado esta conferencia, que ha propuesto un “ambicioso y audaz” (en palabras del secretario general Antonio Guterres) Plan de Doha para que los PMA avancen en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La pregunta es si seremos capaces, esta vez, de ir más allá de la palabrería y hacer efectivo el compromiso con los que menos tienen, para lograr que en pocos años el concepto de PMA forme parte de la historia.

En estas últimas semanas observo con preocupación como los países ricos están cada vez endureciendo más sus políticas migratorias. Lo acabamos de ver en Italia. Es profundamente insolidario que planteemos cerrar más nuestra jaula dorada y que, para quedar bien, hagamos pronunciamientos pomposos, pero sin compromiso financiero real, de que no dejaremos a nadie atrás.   

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