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Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

El ocaso de las ciudades

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El 54% de la población mundial vive en las ciudades según datos de las Naciones Unidas y además son un “polo magnético” evidente, la aglomeración económica y administrativa de las ciudades hacen que sean un lugar cotizado para vivir y desarrollarse. La densidad urbana hace que sea más rentable el establecimiento de comercio y las distancias cortas hacen que mejoren los resultados, es decir, para el resto de municipios es difícil competir con los entornos urbanos que cada vez requieren de más trabajadores. Todo esto a nivel económico está muy bien y es relativamente sencillo de entender en un mundo basado en el coste-beneficio y en el que todo se mide según indicadores económicos como el de renta per cápita, pero no es menos cierto que un análisis a nivel social es cuanto menos desalentador y conlleva una deshumanización preocupante.

La aglomeración económica lleva consigo una aglomeración social que afecta al coste de la tierra, a la sobreutilización de los sistemas de transporte, a una contaminación concentrada de difícil manejo y a la instauración de un modelo que no cuida a los ciudadanos sino a los productos. Todo esto se resume en una gentrificación que ya vemos en Las Palmas de Gran Canaria donde la mejora de los centros urbanos obliga a las rentas bajas a salir de la ciudad mientras los barrios se arreglan y son ocupados por hoteles, apartamentos o viviendas destinadas a una clase media-alta. Guanarteme y, en un futuro cercano, San Cristóbal son buena muestra de ello. La ley de oferta y demanda está más vigente que nunca, y como diría un famoso ex-vicepresidente del gobierno, “es el mercado amigo”. La propiedad en la ciudad ya no es un bien de servicio, es un bien de inversión.

¿Cuáles son las consecuencias? Las familias que viven los barrios, en su concepto amplio, los abandonan, se pierde identidad y los vecinos dejan de conocerse, cada vez hay menos ciudadanos que construyan la ciudad, cada vez menos gente se implica y cada vez los lugares de convivencia son menos importantes. Por ello hay que aplaudir las iniciativas que crean espacios para el peatón, para el vecino y que unen barrios intentando evitar que se produzcan islas urbanas dentro de la propia ciudad.

Sin embargo, desde la visión de un hombre joven que valora la tranquilidad, el sosiego y la cercanía a la ciudad en municipio como Santa Brígida, todo apunta a que las ciudades acabarán muriendo de éxito, la limitación espacial, unido al incremento del valor de sus suelos y viviendas y la pérdida de esencia e identidad harán de las ciudades un lugar en el que vivir sea imposible y ,con suerte, volveremos a hacer un uso racional de todo el territorio. Los expertos recomiendan que el gasto en vivienda sea de un tercio del salario, en Las Palmas de Gran Canaria, a 18 de octubre y según el portal inmobiliario el Idealista, no hay ninguna vivienda por debajo de los 375 euros y solo 3 en 400 euros o menos, dos de ellas de 50 metros. Y habiendo llegado hasta aquí, las ciudades vacían España y es momento de hacer lo posible por vaciar las ciudades.

Según un estudio publicado por la Escuela de Economía de Vancouver la gente que vive en los pueblos es más feliz, los niveles de estrés son menores y la cercanía a un ambiente más natural tiene un aumento significativo en los niveles de felicidad. ¿Es una locura pensar nuestro territorio y nuestras políticas en términos de bienestar?, estoy seguro de que lo deberíamos estar haciendo hace mucho tiempo y en este sentido siempre uso un ejemplo llamativo de la política del municipio. Muchas han sido las críticas aquí, y en todos lados, a la falta de rentabilidad económica de las diferentes sociedades municipales de deporte, pero, ¿y si el deporte es una inversión en salud y bienestar?¿y si es una inversión rentable en términos sociales y comunitarios?¿y si tenemos que empezar a pensar la sociedad con otras gafas?, todo ello sin abandonar la sostenibilidad de los servicios, evidentemente. La economía tiene que dejar de ser el centro, hay que humanizarlo todo.

Para concluir, es el momento de hacer un uso racional del territorio, de dejar de explotar terrenos ya sobre-explotados, quizás un teletrabajo bien regulado es la mejor excusa para empezar a hacerlo, quizás sea el momento de llevar administraciones fuera de las capitales, de empezar a generar externalidades lejos de los núcleos urbanos principales, de apostar por sectores económicos que promuevan el desarrollo local de los municipios y pueblos de España, quizás, incluso, sea el momento de desgravar fiscalmente a aquellas empresas que asienten su actividad en municipios con una densidad poblacional concreta. Las ciudades tienen límites y el abandono del territorio tiene consecuencias (incendios, abandono de la agricultura, envejecimientos pasivos, pérdida de identidad). Ya es hora de llevar a cabo políticas que acaben con la fuerza de atracción de las ciudades y ayuden a “repartir juego”. El futuro hay que pensarlo fuera de las ciudades, y hay que hacerlo con urgencia.

Carlos Carrión Marrero, secretario general del PSOE de Santa Brígida.

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