La portada de mañana
Acceder
Israel aprovecha hasta el inicio del alto el fuego para continuar la masacre en Gaza
El grupo de León: la conexión entre Quirón, la pareja de Ayuso y el ático de Chamberí
OPINIÓN | 'Los imperios de las galaxias', por Enric González

Relato ligero

José Miguel González Hernández

0

Para transitar por el mes de agosto, qué mejor que tener una visión de lo que, probablemente, pudiera pasar a la vuelta donde hay que destacar la importancia crucial del equilibrio entre la supervivencia humana y el funcionamiento de la sociedad en general. En este sentido, sin pretender aguarle la fiesta a nadie, hay que tener en cuenta que, pese a ser positiva la evolución de la inflación de los últimos meses, se generan ciertas sombras de dudas para los próximos trimestres. Por un lado, tenemos el acuerdo tácito de la Organización de Países Exportadores de Petróleo para reducir la producción con la intención que el precio se sitúe por encima de los 80 dólares el barril de forma permanente y, si el petróleo sube, los combustibles con los que se mueven nuestros barcos, aviones, guaguas, coches y motos, también. Por el otro, tenemos la temida sequía, provenga o no del cambio climático, la cual ocasionará incrementos en los precios porque la falta de agua afecta a la producción de alimentos, donde la agricultura y la ganadería sufrirán, ya que los cultivos y el ganado necesitan agua para sobrevivir. Posteriormente la escasez de alimentos ofrecerá un crecimiento de sus precios ocasionando una inseguridad alimentaria generalizada, lo que conducirá, de forma probable, a situaciones de hambruna. Este proceso, de forma natural, originaría un desplazamiento masivo de población originando conflictos y tensiones sociales, agravando las crisis humanitarias, desencadenando tensiones entre regiones.

Pero no solo la raza humana sufriría. Los diferentes ecosistemas también. Los ríos, lagos y humedales se secarían, llevando a la extinción de muchas especies de plantas y animales que dependen del agua para sobrevivir, teniendo un impacto negativo en la biodiversidad y el equilibrio ecológico. Y al final, combinando todos los factores, la involución afectaría a los diversos sectores económicos, limitando la producción y el crecimiento económico, lo que podría llevar al colapso de determinadas economías con el consiguiente aumento del desempleo y la pobreza. A partir de aquí, la poca humanidad que aún queda en las empresas terminará por desaparecer porque, a medida que se expanden o se contraen los negocios, las plantillas terminarán por convertirse en simples números en una hoja de cálculo donde las exigencias y las metas se vuelven cada vez más inalcanzables, sin importar los sacrificios personales que esto implica. 

Por esa, y otras razones, ante este futuro, o bien se acelera de forma vertiginosa cual rata se adentra en su propia trampa con jornadas laborales eternas, donde los descansos sean inexistentes sin espacio para la empatía o la compasión, de forma que el mostrar algún signo de debilidad o agotamiento ocasionaría reemplazo por otras unidades dispuestas a sacrificarlo todo por el éxito, importándole poco la reputación, o bien se plantea un modelo donde las funciones de producción lo son porque alguien le da al botón de encendido, porque hay personas que consumen lo que se produce, porque hay familias y sentimientos detrás de cualquier decisión más allá de la crematística. En este último caso, hay que destacar que las unidades de negocio exitosas no son incompatibles con el bienestar del entorno donde se cultivan relaciones basadas en el respeto y la empatía. Solo así podrán construir un futuro sostenible y verdaderamente humano. De lo contrario, un futuro distópico, donde se representa de forma imaginaria una sociedad indeseable se convertirá en realidad. Y ahí, nadie gana. Feliz verano.

Etiquetas
stats