La meteorología canaria avanza: los nuevos radares ya asoman después de ocho años de espera para ver la lluvia
Canarias observa el cosmos con algunos de los telescopios más avanzados del planeta, pero durante meses ha tenido dificultades para observar algo mucho más cercano: sus propias nubes. En un territorio abrupto, donde un vendaval puede cortar carreteras y una lluvia intensa puede convertir un barranco seco en una lengua de agua en minutos, la ausencia temporal de radares meteorológicos ha evidenciado una dependencia tecnológica que hasta ahora pasaba inadvertida.
No ha habido polémica abierta ni reproches cruzados. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha mantenido la comunicación y la transparencia, explicando los retrasos y las etapas de modernización. Pero la realidad es testaruda: el radar de Gran Canaria ha necesitado paradas prolongadas para actualizarse a la tecnología de doble polarización, y el radar de Teno (Tenerife) —llamado a cubrir a las islas occidentales— acumula ocho años de demora hasta alcanzar su fase preoperacional, que comenzó hace apenas unas semanas.
La consecuencia ha sido un periodo de vigilancia meteorológica con herramientas algo limitadas. Ni un apagón total ni un riesgo, pero sí una reducción de resolución y detalle en la observación inmediata, justo en un periodo donde los fenómenos adversos se han vuelto más frecuentes y concentrados.
Una modernización necesaria, un vacío problemático
La AEMET insiste —con razón— en que la predicción numérica es la herramienta fundamental del pronóstico, y episodios recientes como la borrasca Claudia lo han demostrado: los avisos se emitieron con antelación gracias a modelos deterministas y probabilísticos, no gracias al radar.
Pero también es cierto que un modelo no indica en qué barranco ni qué ladera recibe el núcleo más intenso de una tormenta convectiva. Para eso está la observación inmediata, y ahí es donde el radar se vuelve imprescindible.
La actualización de la red de radares de Canarias parte de una inversión de más de cinco millones de euros en la red de radares de Canarias, ha sido un paso necesario. Para modernizar un radar, inevitablemente, hay que apagarlo. Y en Canarias no había otro funcionando para cubrir la transición.
Ese vacío ha afectado a todas las islas que han quedado con la capacidad de observación cercana mermada, dependiendo de satélite, estaciones en tierra y radiosondeos. El archipiélago ha sido consciente de sus propias costuras: una infraestructura crítica no se improvisa, y el tiempo sin cobertura ha hecho visible lo que habitualmente permanece en segundo plano.
Teno: la pieza que falta para completar el puzzle
El radar de Teno es, desde hace casi una década, la gran promesa meteorológica de Canarias. Situado a más de 1.300 metros de altura, con vistas privilegiadas hacia el Atlántico occidental, será —cuando funcione plenamente— la herramienta clave para vigilar tormentas que se forman al oeste y que suelen afectar de lleno a La Palma, La Gomera y El Hierro.
Ahora, según confirma el portavoz de la AEMET en Canarias, la estructura está finalizada y la antena y el radomo quedaron instalados en la primera semana de noviembre de 2025. La previsión más realista sitúa la entrada en funcionamiento entre finales de 2025 y comienzos de 2026.
Si este calendario se cumple, el archipiélago pasará de meses de vulnerabilidad a un escenario radicalmente mejor: dos radares de última generación, trabajando en red, permitiendo corregir ecos, eliminar sombras orográficas y discriminar el tipo exacto de precipitación.
En las islas occidentales el impacto será especialmente notable. Buena parte de su territorio queda hoy a la sombra del Teide, de modo que el radar de Gran Canaria apenas “ve” lo que ocurre en el interior de La Palma, en los acantilados de El Hierro o en las montañas de La Gomera. Con Teno en marcha, esa sombra desaparece.
Un cambio climático que no espera
Los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) prevén un aumento de precipitaciones intensas y concentradas en latitudes subtropicales, entre ellas Canarias. No es un pronóstico lejano: basta recordar los últimos otoños para comprobar cómo las islas han encadenado episodios de lluvias torrenciales, ventosas borrascas y núcleos convectivos capaces de descargar granizo o provocar inundaciones repentinas.
En este contexto, cada minuto de anticipación importa. No se trata solo de meteorología: se trata de seguridad pública, de reducir la exposición al riesgo y de facilitar decisiones rápidas en protección civil.
La AEMET lo resume con claridad: los radares no evitarán fenómenos adversos, pero sí ayudan a detectarlos y caracterizarlos con mayor precisión. Son una herramienta, no la solución, pero una herramienta imprescindible.
Canarias ha pasado temporalmente por un túnel meteorológico, con menos luz de la necesaria. Pero al final del túnel ya se ve la estructura blanca del radar de Teno y el equipo renovado del radar grancanario. Si ambos cumplen plazos, 2026 podría ser el año en el que la vigilancia atmosférica del archipiélago dé un salto cualitativo tras casi una década en pausa.
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