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Cantar para tumbar el racismo: ''Cualquier sirena me hace vulnerable. Soy prisionero del sistema''

El cantante senegalés Baba Sall

Natalia G. Vargas

La Laguna —

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Tiene nombre y apellido, pero durante mucho tiempo lo llamaron ilegal. Así recuerda Baba Sall en sus canciones sus primeros años en Canarias. El senegalés llegó sin documentación a las Islas, lo que le empujó a pasar varias noches en comisaría y a sortear múltiples obstáculos para poder trabajar. Ahora, afincado en Tenerife, es la banda sonora de la lucha contra el racismo. Ha grabado ya un pequeño álbum con cinco canciones, en las que le canta al amor y a la esperanza. Sin embargo, en otras de sus letras, los protagonistas son la desigualdad, la discriminación, la añoranza por su tierra, y su madre, que falleció hace pocos meses. 

Cruzando el Atlántico 

para buscarme la vida

en el otro lado del mundo

Soñando con un futuro mejor

Llego con nombre y apellido

pero allá me llaman ilegal

Antes sabía quién soy

ahora soy ilegal 

Estos versos los escribió en un calabozo y componen Ilegal, la primera canción de su disco, titulado To my people. En una pequeña sala de la Universidad de La Laguna, en Tenerife, recita orgulloso estos versos. Sin embargo, durante mucho tiempo tuvo que esconderse para no ser expulsado. “Esconderme es mi arma favorita. Cualquier sirena me hace vulnerable. Ey, dios mío, qué vida tan miserable. Muchos te faltan al respeto porque soy diferente. Soy prisionero del sistema”, reza otro de sus temas.

En este pequeño concierto Baba Sall luce un farumbam. Se trata de una prenda propia de Senegal y Mauritania hecha de lana y que ofrece protección a la persona que lo viste. Para que cumpla su función, debe ser confeccionada por una mujer mayor del país. “Me lo hizo una amiga de mi abuela”, cuenta sonriente. En el cuello lleva otro pedazo de su tierra. Un colgante que es habitual en su país de origen y que también simboliza la protección. “En sitios donde hay mucha gente puedes encontrarte con alguien que quiera desearte el mal”, explica. 

Sall, un hombre alto y de apariencia seria, se convierte en un niño cuando habla de su ciudad natal: Saint Louis. “Es un lugar tranquilo y lleno de historia. Fue la primera capital de Senegal y también fue declarada Patrimonio de la Humanidad en el año 2000. Tiene también un parque natural, el Parque Nacional de las Aves del Djoudj”, presume.

Allí nació y estudió. “En Saint Louis la primera cosa o deber es estudiar desde muy joven”. Hasta los seis años estuvo en la escuela coránica. Después, pasó a la escuela francesa. El francés, el inglés y el español son algunas de las lenguas en las que hace música. El canto le acompaña desde muy niño. “Mi pasión viene desde que era muy joven. Además, mi padre era cantante y en la escuela me gustaba cantar y escribir canciones”, confiesa. 

Su amor por el arte no acaba en la música, sino que en Senegal, Baba también era actor. “En mi barrio había un grupo de teatro. Yo era la persona más joven del grupo y también el cantante. En la familia, en el colegio… El barrio entero era arte”, afirma. 

La cultura, clave para la integración

La cultura fue su aliada al llegar a Canarias. Aterrizó en Gran Canaria desde Dakar en 2010. Desde allí cogió otro avión para trasladarse a Tenerife. “La verdad es que fue un poco duro. En aquellos momentos no hablaba castellano y no tenía mucho dinero ni familia. Era integrarme o morir”, ríe. “Con la música fue realmente fácil para mí”. No solo la música. También el Archipiélago se lo puso más fácil. “Canarias también es un lugar de arte y de cultura. Esto me facilitó conocer a mucha gente, un clic que me ayudó mucho”. 

Cada vez que Baba Sall agarra el micrófono, una sonrisa se contagia a todo el público. En su disco reaparecen algunos de sus referentes. Entre ellos Bob Marley o Alpha Blondy. Otro de los artistas a los que admira es Tiken Jah Fakoly, un cantante marfileño que ha pasado a la historia por sus canciones de denuncia contra la colonización, la esclavitud y el sometimiento de África por parte de las potencias occidentales. 

Las raíces africanas de Baba son un elemento clave en su música. “Intentamos hacer algo propio mezclando todo con el reggae. Usamos mucho los sonidos senegaleses como la flauta, la percusión o la kora. La kora es un instrumento de cuerda tradicional de Senegal, Gambia y Guinea, entre otros países africanos. 

“Mi abuelo me recordaba siempre que para hacer algo especial, hay que salir de la zona de confort. En mi banda hay muchas nacionalidades y cada una tiene su feeling y su cultura”, afirma. Para seguir progresando, visita Saint Louis cada vez que se presenta la ocasión. “Siempre que puedo voy a visitar a la familia para recargar las pilas y seguir con la música. Siempre necesitamos crear, escribir y componer”, cuenta. 

En Tenerife, además de crear música, también ofrece charlas en favor de la integración de las personas migrantes en las Islas. “Es duro tirarte al mar sin saber si vas a llegar o no”, lamenta. “Al final, todos somos migrantes y no existen distinciones por raza. Solo somos personas de diferentes colores”.

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