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“Me fastidia dejar el Kiosco Eliseo pero necesito descansar y estar con la familia”

Carlos Hernández en la cocina del Kiosco Eliseo. Foto: LUZ RODRÍGUEZ

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

El momento de la partida es agridulce. “Me fastidia dejar a mis clientes, que son mis amigos, pero estoy cansado, llevo 53 años metido dentro del kiosco y necesito descansar y estar con mi familia”. Carlos Hernández Díaz se jubila a los 65 años después de pasar prácticamente toda su vida –desde los 12- trabajando como camarero en el Kiosco Eliseo de Santa Cruz de La Palma, un emblemático local famoso por sus tapas –especialmente los callos-, sus tertulias políticas y futbolísticas y sus ensayos y encuentros de ‘divinos’.

El Kiosco Eliseo inició su andadura, en los primeros años de la década de los sesenta del pasado siglo, a la altura del bar Tajurgo, en la Avenida de El Puente, regentado por el padre de Carlos, Eliseo Hernández Gutiérrez, y desde el 8 de octubre de 1972, él y sus hermanos Eliseo y Nieves se pusieron al frente del negocio familiar en la actual ubicación, en la Plaza José Mata. “Mi hermana Nieves, que llevaba la cocina, se jubiló, y Eliseo, que falleció el 4 de agosto del pasado año, también estaba jubilado; ahora me toca a mí”, ha relatado a La Palma Ahora. “Me fastidia dejarlo pero estoy cansado, me levantaba todos los días a las 05.30 horas y estaba aquí hasta la cuatro de la tarde; después venía a las seis y estaba hasta las diez o las once; salía de casa con mi mujer dormida y cuando llegaba también estaba dormida la mayoría de las veces; solo descansaba los domingos”, cuenta.

Pero Carlos se apresura en aclarar que el Kiosco Eliseo no cierra. “Hay gente que me ha dicho que si no vuelvo a abrir se suicida”, dice entre risas. “Quiero tranquilizar a la clientela porque esto va a continuar y, quizás, mejor, porque llega gente que tiene más ganas de trabajar, van a hacer más cosas: piensan montar una churrería, asar de nuevo pollos, hacer bolas de carne; es gente joven con ilusión, que es lo bueno, son amigos pero es como si fueran de la familia”, asegura. “Yo voy a seguir vinculado supervisando la cocina, sobre todos los callos, porque hay un compromiso de que tienen que seguir con el mismo sabor”. “A mediados de mes posiblemente ya estará a abierto de nuevo”, adelanta.

Carlos deja el negocio familiar “por la edad, porque estoy cansado y tengo ganas de estar un rato con la familia; nunca he estado con ellos, toda la vida metido dentro del kiosco”, dice. Pero no es fácil poner punto y final. “Me fastidia dejar a los amigos, especialmente a José Ayut, que ha sido siempre mi gran colaborador, en Los Divinos y en todo; a José Eduardo, que ha hecho un buen trabajo, ha sido un valedor tremendo, es un maestro, un profesional que siempre dice que las cosas se hacen con seriedad o no se hacen; el pobre de Francis Brito, una gran persona y un buen amigo, y Gonzalito Castro, y Julito… Son tantos que no puedo nombrarlos a todos”.

Las tapas del Kiosco Eliseo siempre han sido afamadas. “Lo que más les gusta a los cliente son los callos, la carne en salsa con papas, la merluza encebollada, los bistec empanados y la ensaladilla, que dicen que es la mejor del mundo”, subraya Carlos, y deja claro que “voy a seguir colaborando porque quiero que el kiosco siga vivo, con las mismas tapas y el grupo de Los Divinos, que son todos muy buena gente, dejan dinero y crean un buen ambiente”, afirma.

A la clienta Carlos muestra su “agradecimiento eterno”. “Toda mis vida les estaré agradecidos a mis clientes porque hemos vivido del negocio, una veces mejor y otras peor, pero siempre bien”. “Aquí hice muchas amistades y pasé muy buenos ratos que no podré olvidar nunca”, apunta, y recuerda que “a los 12 años dejé el colegio para venir a trabajar con mi padre, llevo 53 años en el kiosco, y la cultura que tengo me la han dado los clientes míos, la gente mía”, recalca.

La profesión de camarero, sostiene, “es la mejor del mundo, y yo he tenido la suerte de que el único jefe que he tenido fue mi padre y toda la vida mi familia ha vivido de esto”.

A todos sus cliente quiere agradecerles públicamente “los años que han estado conmigo, y no los nombro porque son muchos”.

Carlos, aunque ya ha dejado de trabajar en el kiosco, aún no ha asimilado su nueva situación de jubilado. Durante la entrevista que mantuvo con este digital, se expresó casi siempre con tiempo verbales en presente, como si aún continuara en la ‘batalla’. Y es que son nada menos que 53 años dentro de este emblemático local, a lo largo de los cuales ha demostrado profesionalidad y bonhomía.

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