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La Palma conserva las abejas canarias “más puras” y San Andrés y Barlovento pueden convertirse en “refugios para este tesoro genético”

José María Rodríguez/Efe

Las Palmas de Gran Canaria —

La miel de Canarias goza desde los tiempos de la Roma imperial de una fama por su calidad que sus apicultores hoy pelean por conservar, sobre todo preservando su principal patrimonio: la abeja negra canaria, una especie propia cuyos orígenes sitúa ahora un estudio en Portugal.

El Gobierno canario prohíbe desde hace años implantar colmenas en las islas que no sean de abeja negra autóctona, para proteger a esta valiosa variedad de cruces con otros linajes europeos o africanos, consciente del tesoro genético que representa contar con una especie propia, aunque sus orígenes no estuvieran del todo claros.

El historiador romano Plinio el Viejo (siglo I) deja pocas dudas de que hace, por lo menos, dos milenios que las abejas se asentaron en Canarias -su Historia natural cita la abundancia de miel en las Islas Afortunadas-, pero durante la conquista del Archipiélago los castellanos apenas se encontraron unas pocas colonias salvajes en Gran Canaria, que luego llevaron a Tenerife, La Gomera, La Palma y El Hierro, como relata el naturalista Viera y Clavijo (s. XVIII).

Así que, desde hace tiempo, existe un debate sobre cuál es el origen de la abeja negra canaria, protagonizado por quienes sostienen que puede provenir de la costa de África y ser anterior a la llegada de los primeros pobladores de Canarias y entre aquellos que defienden que se trata de una descendiente de las colmenas que los conquistadores trajeron consigo a las islas en el siglo XV.

Un trabajo de las universidades del País Vasco, Washington y Versalles, el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia y el Museo de Historia Natural de París ha venido a zanjar esa discusión, con un estudio genético de 499 colonias de abejas de La Palma, la isla donde se conservan las abejas canarias menos sometidas a hibridaciones o, en otras palabras, las “más puras”.

Los autores del estudio, publicado por la revista Journal of Apicultural Research, han comparado el ADN mitocondrial y la morfología de las abejas de La Palma con abejas de colonias de 18 emplazamientos diferentes de la Península Ibérica, cinco de otros países europeos y dos de Marruecos (norte y suroeste del país).

Sus conclusiones sitúan el origen de la abeja negra canaria en la Península Ibérica y, en concreto, en el norte de Portugal, donde han encontrado las abejas con más similitudes genéticas con las isleñas.

Los autores dan un paso más y plantean incluso que la abeja negra canaria no solo es de origen portugués, sino que posiblemente fue traída a las islas por navegantes de ese país, porque sus perfiles genéticos también son muy similares a las de las abejas que se encuentran en la actualidad en las Islas Azores y en Madeira.

“Las similitudes entre La Palma y Madeira no indican con claridad qué archipiélago fue colonizado en primer lugar (por el linaje actual de abejas isleñas), pero nuestros resultados sugieren una evolución histórica común entre todas esas abejas”, apuntan.

Su conclusión se refuerza con otro argumento histórico: aunque los conquistadores castellanos y portugueses apenas encontraron abejas en Canarias en sus primeras incursiones, en el siglo XVI ya hay constancia de una gran producción de miel en las islas.

“Este hecho podría indicar una importación masiva de abejas melíferas ibéricas, probablemente de Portugal, que podrían haber sustituido por completo a las antiguas abejas de origen africano”, explican, antes de subrayar que en su análisis de ADN de las abejas de La Palma no han encontrado ningún vínculo con abejas africanas.

¿Es, entonces, la abeja negra canaria la misma que la abeja común española (Apis mellifera iberiensis)?, se plantean los investigadores. Pues sí... pero no: Sus resultados de ADN demuestran que las abejas ibéricas han sufrido cambios genéticos en Canarias durante los últimos cinco siglos al adaptarse a las islas que las han convertido en una variedad diferente dentro de su misma raza.

Así que las cinco instituciones firmantes del artículo animan al Gobierno canario a perseverar en su protección de la abeja negra autóctona e, incluso, sugieren el emplazamiento con mejores condiciones naturales para conservar el linaje propio: las zonas de San Andrés y Barlovento, cuyo aislamiento natural dentro de La Palma puede convertirlas en un “refugio” para ese tesoro genético.

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