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Guinea Ecuatorial o la maldición del petróleo

Federico Echanove / Federico Echanove

Hace ya algún tiempo que la excolonia española de Guinea Ecuatorial saltó a las páginas de actualidad con inusitada fuerza. Junto a la sensibilidad que en materia de Derechos Humanos caracteriza aún a algunas personas a estas alturas del siglo, el motivo de dicho interés no fue otro que la mastodóntica repercusión que en nuestra sociedad tiene el fútbol por la importancia que los 'mass media' le conceden; y hasta es posible que gracias a la polémica motivada porque 'La Roja' de Vicente del Bosque eligiera como primera etapa de su gira africana este diminuto país, gobernado bajo una férrea dictadura desde que España saliera de allí en 1968, más de uno se haya enterado de su existencia. La gran paradoja es que, mientras en el ámbito estatal el personal se ha echado las manos a la cabeza, acusando a la Federación Española de dar cobertura al régimen de Obiang Nguema y a sus violaciones de los Derechos Humanos -y de haber cobrado por ello y hasta de mentir al respecto, llevándoselo 'crudo' en un maletín-, en Canarias se han intensificado grandemente en los últimos tiempos las relaciones con dicho gobierno africano petrolero y extractor masivo de 'crudo' sin que, al menos que yo sepa, nadie haya dicho ni pío.

Nos encontramos, en suma, una vez más, y siendo muy generosos, ante una flagrante muestra de la ausencia en nuestras Islas de un debate público serio respecto a las relaciones de Canarias con su entorno más o menos cercano y a las implicaciones éticas que aquellas inevitablemente conllevan. Un debate en el que se dilucide o al menos se discuta si para la tan pregonada internacionalización de nuestra economía vale todo y si ésta se puede efectuar a cualquier precio. Por ver está si la razón por la que dicho debate no se produce es por falta de escrúpulos o por ignorancia -lo que en ambos casos sería grave-, si responde al tan manido y tramposo tópico de que 'con las cosas de comer no se juega' -lo que sería aún más grave y, sobre todo, penoso, por lo que revelaría- o si es producto de la dejadez y de las pocas ganas que la peña suele tener de indagar en asuntos que le pueden ocasionar insomnio y dolor de cabeza. Probablemente haya de todo un poco, pero lo cierto es que el dicho debate serio y de carácter público no tiene lugar -el otro ejemplo paradigmático de lo que digo lo constituyen Marruecos y el Sáhara Occidental- y resulta abracadabrantemente abochornante que, encima, cuando ciertos ecos del debate llegan, sea de rebote futbolero y mediante eco importado del exterior peninsular.

Porque que las relaciones con Guinea Ecuatorial se intensifiquen en distintos ámbitos no tiene por qué ser malo e incluso puede ser bueno. Pero el problema y las cacofonías llegan cuando algunas cosas cantan demasiado: porque no puede ser que al tiempo que se mide la mayor o menor presencia institucional en Malabo del Gobierno central en un viaje de Estado, o se cuestiona el viaje de unos futbolistas, días antes haya tenido lugar en Fuerteventura una Feria de Agua y energías alternativas, denominada Áfricagua', que sirvió como escaparate propagandístico y lavado de cara del régimen dictatorial del país ecuatorial, al que en su última edición estaba dedicada.

Y aunque ni en España ni en las Islas la presencia de los ecuatoguineanos en Fuerteventura aquellos días tuvo demasiada trascendencia mediática, en la web del Gobierno de Guinea Ecuatorial puede claramente constatarse cómo el 'régimen petrolero' de Obiang utilizó el evento para tratar de la desalación de agua para intentar lavar internacionalmente su imagen. Una imagen absolutamente deteriorada en materia de libertades y Derechos Humanos, y que se intenta lavar cada día no con el agua limpia y el jabón de un cambio de política en la materia, sino con los petrodólares producto de los 252.000 barriles de 'crudo' que se extraen diariamente en las aguas territoriales del país africano.

Repsol llegó tarde

Sí, han leído ustedes bien: 'régimen petrolero'. De acuerdo con el anuario estadístico de British Petroleum del año en curso, en Guinea Ecuatorial se extrajo en 2012 una media de 252.000 barriles diarios en distintos pozos 'off shore' -como los que amenaza con ponernos Repsol frente a Lanzarote y Fuerteventura, pero de modo más intensivo- y aunque la producción viene reduciéndose paulatinamente desde 2005 -en que se alcanzó el techo, con 358.000 barriles- las reservas probadas permiten pensar que la producción se mantenga al menos al mismo ritmo durante los próximos 19 años, aunque no haya descubrimientos nuevos. Y es que, como veremos más adelante, es en esa industria extractiva, y que constituye más del 80% del PIB del país, en la que se asienta la Dictadura de Obiang. Participan en ella empresas norteamericanas y francesas, pero también chinas y rusas. Repsol, según todos los indicios, llegó tarde al reparto y cuando a fines de 2011 quiso entrar y le pidieron un canon del 6% no lo consideró suficientemente rentable. No obstante, los motivos de aquella decisión, al igual que los de la retirada de Hispanoil cuando hace más de 20 años comenzó toda esta historia, siguen siendo hoy objeto de múltiples especulaciones.

Lo cierto es que, desde que empezaron a explorarse los primeros pozos en la última década del siglo pasado, el PIB de Guinea Ecuatorial comenzó a crecer durante varios años sucesivos en torno al 33%, la Renta per Cápita pasó de 330 dólares por habitante en 1990, a 5.600 en el año 2.000. En 2010, habría alcanzado ya nada menos que 18.000 dólares, según la Oficina Comercial de España en Malabo, aunque -considerando que el régimen suele inflar las cifras de población para seguir recibiendo Ayuda Oficial al Desarrollo- otras fuentes la elevan hasta los 25.000, una cifra curiosamente muy similar a la que algunos analistas en la red estiman, partiendo de datos del FMI, para Canarias. Pero, en fin, ya saben lo que significa la renta per cápita: que si usted gana 2.000 euros y yo no gano ninguno la renta per capita nuestra es de 1.000 euros cada uno aunque yo no vea ni el canto de una moneda de 20 céntimos.

Pese a multiplicar su renta, la gran mayoría de la población sigue bajo el umbral de la pobreza y han subido las desigualdades.

Y algo de eso es lo que parece que pasa también en Guinea Ecuatorial, pese al petróleo: vamos, que el crudo 'se lo llevan crudo' sólo unos pocos y sólo ha beneficiado a reducidísimos estratos de la población cercanos al Gobierno de Obiang y a sus aledaños, sin apenas generar actividades añadidas en tierra pese a lo intensivo de la producción. De hecho, según el Banco Africano de Desarrollo, un 70% de la población sigue viviendo bajo el umbral de la pobreza y la disparidad de ingresos entre ricos y pobres incluso habría aumentado.

Más datos: según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, el país sigue en el puesto 136 de un total de 187 en cuanto a Índice de Desarrollo Humano (IDH). Según el Center of Economic and Social Rights, el 12% de los niños guineanos siguen muriendo antes de cumplir los 5 años y la quinta parte de la población padece malnutrición crónica. Sólo el 54% de los guineanos tiene estudios primarios y la esperanza de vida seguía siendo en 2011 de sólo 51 años, 49 para los hombres y 53 para las mujeres. Y llevan ya más de 15 años extrayendo petróleo.

Y, la verdad, si mucha gente se pregunta, con mucha razón, por qué el PP considera bueno para Canarias lo que no cree que sea bueno para Baleares, también es legítimo preguntarse qué pensamos nosotros de dicha explotación intensiva en Guinea Ecuatorial, de la que se beneficia más de una empresa canaria, aunque aquí no queramos que haya ningún pozo. El asunto se suscitó en junio pasado, cuando se supo que el presidente del Cabildo de Fuerteventura, Mario Cabrera, posteriormente anfitrión de 'Africagua', viajó los pasados 6 y 8 de junio a Malabo para la inauguración de la sede central de la petrolera texana Noble Energy, en donde habría participado la empresa de contrucción majorera Cororasa.

Cabrera ha dicho que el Cabildo está para apoyar a las empresas canarias allí donde vayan y que el viaje lo pagó la corporación y no lo pagaron los 'petrodólares'. Lo que pasa es que si trascendemos el asunto meramente económico y nos centramos en el político -No son las prospecciones, estúpido tituló hace unos días el profesor González Vieitez un artículo de opinión en Canarias Ahora que no me resisto a citar- y en el momento en que tuvo lugar el viaje de Cabrera, éste se hace más difícilmente justificable siquiera sea por razones de oportunidad.

A la cola en democracia

Y es que el hombre no podía haber elegido peor la fecha para ir allí: cuando viajó a Malabo no habían pasado ni diez días desde que el 26 de mayo se había celebrado el último simulacro electoral con el que Teodoro Obiang y su clan tratan periódicamente de dar apariencia de legitimidad a su poder omnímodo sobre el país que dirigen como un cortijo. Y si antes nos hemos referido a los índices de Desarrollo Humano de Guinea, tampoco está mal que consideremos sus índices de democracia, ya que según un ranking elaborado por The Economist se encuentra en el puesto 160 de un total de 167 países; sólo Guinea Bissau y Chad, entre los estados africanos, están por detrás.

Mario Cabrera viajó a Guinea Ecuatorial poco después de un simulacro electoral criticado de modo unánime en todo el mundo.

Y los informes de las distintas organizaciones internacionales de Derechos Humanos -Amnistía Internacional, Human Rights Watch- fueron unánimes: al igual que en anteriores ocasiones, como cuando Obiang fue reelegido en 2009, los comicios por los que supuestamente los guineanos debían elegir sus dos cámaras legislativas carecieron de las mínimas garantías democráticas: detenciones arbitrarias de candidatos de la oposición, intimidación de los electores, negación de la libertad de expresión y reunión, censura de facebook y de los sitios web de la oposición... por no hablar del absoluto monopolio por parte del siniestro Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE) de los recursos generados por el petróleo o del control de sus miembros de las mesas electorales y de todo el proceso.

Según los resultados oficiales, el partido de Obiang obtuvo un 99% de los votos -ni siquiera se molestó nadie en maquillar un poco el resultado para hacerlo más presentable- y se adjudicó 99 de los 100 escaños de la Cámara de Representantes,así como 74 de los 75 del Senado. El 4 de junio, coincidiendo con la controvertida visita de Cabrera a Malabo, el propio departamento de Estado norteamericano calificaba los comicios como “una oportunidad perdida” para la democracia y el 26 se reprimió una manifestación organizada por el principal partido de la oposición interior, Convergencia para la Democracia Social (CPDS), reclamando la anulación de las elecciones.

Y es que durante la campaña tuvieron lugar sucesos tan penosos como la detención arbitraria de la opositora Clara Nsegué, quien el 13 de mayo fue detenida en Malabo, según Amnistía Internacional (AI), sin orden policial alguna. Nsegué, conocida como 'Lola' y promotora del Partido de la Democracia y la Justicia Social (PDJS), sólo reclamaba la legalización de todos los partidos políticos para que pudieran participar en las elecciones, pero no sería liberada hasta el mes de octubre. Según AI, durante su encarcelamiento en el complejo presidencial de Koeté, en la región de Mongomo de la que es originario Obiang, se le negó todo tipo de asistencia médica pese a padecer un tumor benigno en el pecho. Tampoco tuvo abogado alguno durante los primeros cuatro meses de su encierro y además el Gobierno le habría expropiado las empresas que dirigía.

Claro que Francisco Macías Nguema, el tío y predecesor de Obiang al que éste derrocaría en 1979 en un golpe palaciego, ni siquiera se molestó nunca en otorgar apariencia de legalidad a su régimen. Su megalomanía y desequilibrios paranoides condujeron al país a una tiranía con ribetes importados de la China de la Revolución Cultural de Mao o de la Camboya de Pol Pot, con cientos de condenas a muerte de intelectuales y religiosos (en determinados momentos se llegó a prohibir la utilización del término “intelectual” o se llegó a obligar a los ciudadanos a firmar declaraciones proclamando que “Dios no existe”), unos 5.000 presos políticos y más de 100.000 guineanos en la diáspora, por razones políticas o meramente económicas.

Régimen sultánico

Pero, tras el complot, que contó con el respaldo internacional de Francia y España, y la ejecución del dictador por un pelotón de soldados marroquíes que desde entonces hasta la fecha se ha convertido en la 'guardia pretoriana' de Obiang y que le protegen de posibles conspiraciones de su propio Ejército -quien a hierro ha matado suele tener bastante temor de morir también a hierro-, aunque se suavizase algo la represión y el país se hiciera algo más permeable al exterior, pocas cosas cambiaron, pese a las esperanzas que en un primer momento suscitó el derrocamiento de Macías.

Basándose en categorías establecidas por el sociólogo Juan José Linz, la politóloga canaria afincada en Polonia Paula García Ascanio ha caracterizado en un trabajo suyo -al que se puede acceder en la red- el régimen guineano como 'sultánico', siendo sus principales rasgos la arbitrariedad de un poder que en sus relaciones con la población se basa en el terror y la recompensa, la reducción del principio de legalidad a pura fachada, su patrimonialización confundiendo lo público con lo privado con la subsiguiente extensión de la corrupción, y el monopolio del mismo por una casta de favoritos que dependen del capricho del dictador y de su cercanía por razones familiares, de clan o de amistad.

Los beneficios del petróleo se han convertido en el principal sostén del régimen dicatorial Obiang.

Y es que ni durante la dura época de la colonización -que debería ser objeto de otro artículo- ni después de la independencia proclamada en 1968 ha habido nunca en Guinea Ecuatorial libertades políticas. Tal vez la única excepción en el primer período mencionado fuese, en cierto modo y en términos meramente relativos, la 'primavera autonómica' (1964- 1968) que España se vio compelida a establecer por la ONU, como paso previo a la independencia. En la segunda etapa, únicamente a principios de los años 90, y gracias a la presión internacional propia de aquellos afanes democratizadores de la primera 'postguerra fría', la dependencia de la Ayuda Oficial al Desarrollo y de la financiación exterior, y el riesgo de perderla, obligó al régimen a simular un mínimo amago de apertura política como el que caracterizó a las elecciones municipales de 1995.

Pero la gran maldición y frustración de aquellas esperanzas llegaría con la irrupción en escena del petróleo, que en 1996 da un gran salto adelante con las primeras extracciones considerables de crudo por parte de la norteamericana Mobil, y que se convertirá en el principal sostén de una dictadura con cada vez menos matices. Porque, lejos de beneficiar a la población, lo que trajo consigo la extracción masiva de crudo fue que el régimen y la casta gobernante se hicieran menos dependientes de la rapiña de la ayuda exterior para comprar voluntades y para su propio sustento y perpetuación en el poder. Y las libertades retrocedieron, pues al menos antes las ayudas se concedían condicionadas a cierto tipo de apertura política, pero en cuanto apareció el crudo la dicha casta encontró otra fuente alternativa de ingresos.

Son muchos los economistas que han teorizado sobre esta paradoja de la abundancia, generada por el petróleo u otro recurso natural cuantioso que crea 'economías rentistas', como las de Venezuela o México. Y son bastante frecuentes en el globo los estados que además de tener recursos abundantes son muy pobres, tienen muy mal repartida la riqueza y no son democráticos. Es, entre otros muchos, el caso de Guinea Ecuatorial, y si a ello unimos la sumisión y pasividad de quienes nunca han sido tratados como ciudadanos sino como simples súbditos, parece claro que sólo el establecimiento de algún tipo de clase media podría provocar cambios políticos en el medio plazo. Pero, como ya hemos visto, y esto es como una pescadilla que se muerde la cola, no parece que una economía tan dependiente del petróleo pueda facilitar eso. Y menos si se mantiene la actual situación de falta de libertades y nosotros, desde Canarias, contribuimos a consolidarla.

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