“En la Comisión Europea el asunto de los refugiados es una carpeta más”

Agus Morales

Iván Alejandro Hernández

Las Palmas de Gran Canaria —

“Es, sobre todo, una actitud: la de querer saber a toda costa, sobre todas las cosas”. Así, en el prólogo de No Somos Refugiados (Círculo de Tiza), define el periodista argentino Martín Caparrós la revista 5W, una descripción que se extrapola al autor del libro y al director del proyecto de crónicas de larga distancia: Agus Morales, un “escribidor de historias” que relata, según Caparrós, “quiénes son esos que queremos ignorar, que queremos rechazar; de dónde vienen, cómo, cuándo, adónde llegan los que llegan”.

Estructurado en cinco capítulos que tratan de responder a las cinco W (Who, What, Where, When y Why) No Somos Refugiados es “el libro de mi carrera profesional” -- explica Morales -- quien, a medida que fue trazando durante siete años una obra “sobre refugiados”, descubrió, a base de preguntas (el capítulo 1 comienza haciéndole al lector 83 interrogantes) que “nunca ha habido tantas personas que no sabemos cómo llamar, pero que huyen de la violencia y no tienen protección”.

Pregunta: ¿Quiénes son los refugiados?

Respuesta: El problema es que ni siquiera sabemos quienes son. No hay palabra para referirnos a todas esas personas que están en el mundo huyendo de la violencia. Técnicamente un refugiado es una personas que ha cruzado una frontera internacional huyendo de la persecución política, religiosa, etcétera, pero también existen colectivos de su propio país, los llamado desplazados, que sufren también la violencia, como por ejemplo centroamérica, un escenario que generalmente no asociamos a los refugiados. Hay muchísimas personas en el mundo que huyen por motivos mixtos. Es muy difícil etiquetar o intentar resumir una identidad completa a todo este colectivo.

¿Qué significa ser refugiado?

Se puede hablar mucho más de experiencia refugiada que de refugiados, porque lo que significa, normalmente, es un hecho traumático, generalmente en forma de violencia o persecución y, después, una huida. Ser una persona refugiada significa desarraigo, la adaptación a un nuevo contexto, una cosa muy difícil que es perder un horizonte, porque lo que define a un ser humano es tener un horizonte, un futuro. Y eso lo que hace es que muchas de estas personas se suman en el desconcierto y en la incertidumbre y en muchos casos con familias separadas.

¿Cuándo nace la palabra refugiado?

Es muy antigua, pero quizá en el marco actual contemporáneo el momento clave es el de contexto después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se crea la Agencia de la ONU para los Refugiados con el objetivo de proteger a los europeos que habían sufrido la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, la palabra refugiado tiene mucho sentido. En la Guerra Fría ambos bloques la usaban para criticar el abuso de los Derechos Humanos del bando contrario y, por este motivo, los acogían. Pero a partir del nuevo orden mundial y, en especial desde 11-S, esta palabra empieza a tener otras connotaciones. Hasta el punto de que estas personas hoy no quieren reconocerse como esa masa que llega a occidente que, incluso, sufren acusaciones de que pueden cometer actos terroristas.

¿Dónde están los refugiados?

El 84%, según el último informe publicado con Acnur, se hallan en países en desarrollo. Esto es también un cambio histórico consolidado porque después de la Segunda Guerra Mundial no era así. Ahora casi todos los países que están sufriendo la carga de refugiados son países que están en vías de desarrollo. Los tres principales son Turquía, aunque no se ajuste a esta definición, Pakistán y Líbano. En algunos de estos países llevan muchos años acogiendo refugiados. Es el caso de Pakistán, que ha sido el país que más refugiados ha acogido, y ahora es Turquía debido a la crisis siria.

¿Por qué hay refugiados?

Hay refugiados porque hay guerra y hay violencia, la gente no lo puede soportar y huye. Es un fenómeno histórico que es muy difícil de erradicar mientras sigan existiendo conflictos, pero sí que es cierto que estamos en cifras récord de personas fuera de sus casas a causa de la violencia. Esto no solo responde a la existencia de guerras, que siempre las ha habido, sino, sobre todo, a conflictos que han entrado en el olvido, pero no acaban de cerrar. Los ejemplos más claros son Somalia o Afganistán, donde la guerra sigue golpeando y provoca que el volumen de personas fuera de sus casas se sumen a las que salen de nuevas guerras.

Las palabras refugiados, desplazados o migrantes, ¿deshumanizan?

Es el problema del lenguaje, que resume la vida de una persona en una palabra y esto es inevitable. Sí que son importantes las distinciones porque tienen diferentes connotaciones legales. Es el caso de las personas refugiadas, por ejemplo, quienes tienen derecho a una protección internacional, aunque en muchas ocasiones no la reciban. Pero la realidad al final te demuestra que casi todas son situaciones mixtas. Yo he conocido a personas sirias saliendo de su país por motivos económicos y a subsaharianos a los que nunca les darán el asilo porque salen de países que no están técnicamente en guerra. Resumir la vida de una persona a un evento traumático normalmente significa deshumanizarla y, aunque haya que usar el lenguaje, no deberíamos quedarnos ahí, porque detrás hay una persona con una historia personal compleja.

Acnur ha cifrado, hasta junio de 2016, en 68,5 millones las personas “desplazadas de manera forzosa a consecuencia de las guerras, la violencia y la persecución”. ¿Cómo se estima esa cifra? 

Los periodistas de Naciones Unidas recopilan datos, normalmente muy bien, en colaboración con gobiernos locales. En el caso de Acnur son poblaciones que reciben, en teoría, su asistencia directa. El problema es que los datos son muy imprecisos. Seguramente hay muchas más personas que entran dentro de esta categoría. Pero es que es un fenómeno global muy difícil de cuantificar. Sobre todo, puede haber unos contextos en los que se puede hacer un cálculo, pero otros ni siquiera entran dentro de este esquema, como puede ser la gente que sale de centroamérica para ir a Estados Unidos. Se dan unos datos pero, como no es un contexto clásico que se asocie al tema de los refugiados, pues las estadísticas no demuestran cómo es este mundo.

Es decir que no están todos los que son y la cifra real es mayor.

Por supuesto. Son muchísimos más. Quien sabe realmente cuántas personas hay desplazadas dentro de Siria hoy. Hay sitios a los que ni las organizaciones de ayuda internacional ni los periodistas tienen acceso. Nadie sabe cuántas personas están realmente desplazadas.

El interés mediático que despertó la foto de Aylan Kurdi no se ha vuelto a repetir a pesar de que, por ejemplo, murieron más de 5.000 personas en el Mediterráneo en 2016. ¿Por qué ya no ocupa todas las portadas?

2015 es un año clave porque por primera vez los europeos descubren el continente de los refugiados. Hay una serie de elementos que se unen, primero, la llegada de miles de personas a través de la ruta del Egeo y los Balcanes; también están esas imágenes de trenes llenos refugiados que tantas reminiscencias tienen para Europa; y después la foto de Aylan Kurdi. Es la constatación para Europa de que estas personas están en su mismo universo simbólico. Llevan móviles, zapatillas nike… Esto parece sorprender a mucha gente y por primera vez se da esa reacción de reconocimiento. Se le da mucha cobertura mediática, también por motivos económicos en la industria periodística, ya que es más fácil cubrir una llegada de refugiados a Grecia que a Sudán del Sur. En resumen, se reúnen una serie de ingredientes que le dan más interés mediático.

Después se va apagando como se ha apagado el interés por otros asuntos. En Bruselas el asunto de los refugiados es una capeta más, como también lo fue la del Brexit o la de Grecia. Vivimos en la actualidad máxima y va pasando un tema detrás de otro sin darnos cuenta de lo que ha pasado. Incluso perdemos el relato cuando se produce el acuerdo entre la UE y Turquía. Es verdad que llegan menos personas, pero el ritmo de muertes es muy superior al que había antes en el Mediterráneo, que se ha convertido en la frontera más peligrosa del mundo. Hay fatiga informativa, las redacciones ya están cansadas de historias de refugiados y estamos en ese punto en el que, de forma eurocéntrica, ha habido saturación sobre el tema y cuesta volver a interesar al público en uno de los asuntos esenciales del siglo XXI.

¿Crees que el periodismo puede ayudar a cambiar algo?

Sí. Lo veo como algo natural y sin ningún tipo de romanticismo. Desde todas las esferas de la sociedad hay elementos que pueden ayudar al cambio, aunque este normalmente es conjunto, no sólo es un área la que ayuda a cambiar las cosas. El periodismo está hecho de muchas derrotas y de alguna pequeña victoria. Quizá vivimos para esa pequeña victoria que no compensa lo demás, pero al final hay que hacerlo independientemente de los resultados. Y si no hubiera una mínima esperanza de cambio no tendría sentido la profesión.

Afirmas en tu libro que “el lugar más seguro de la historia de la humanidad es la Europa occidental del Siglo XXI,” ¿la burbuja es indestructible?

Esa frase tiene un añadido, ya que, al lado del territorio más seguro del siglo XXI está la frontera más peligrosa que es el Mediterráneo. Es cierto que esa burbuja poco a poco se va a ir agrietando, si no lo ha hecho ya, a pesar de los esfuerzos que se están haciendo para mantenerla. Es un proceso inevitable y lo que estamos viviendo desde la Guerra Fría es la progresiva construcción de muros de forma irracional. Cayó el muro de Berlín, pensamos que se habían derribado todos y fue al contrario, se fabricaron más y más para evitar eso. Porque lo que hace una frontera realmente es separar el norte del sur, en muchas ocasiones, unos mundos que cada vez va a ser más difícil separar.  

¿Qué parte de responsabilidad tiene la sociedad civil europea?

Creo que somos eurocéntricos hasta para achacarnos la culpabilidad a nosotros mismos. La sociedad civil su responsabilidad porque hay políticos que están en el poder y, si cambiaran su política respecto a refugiados, hay gente que votaría en contra. Así que hay gobiernos que se sostienen porque hay un público detrás. También es verdad que la sociedad civil no considera a los refugiados un tema lo suficientemente importante como para organizar manifestaciones masivas y presionar a los gobierno. Pero al final Europa es solo una pieza más del puzzle a nivel global. Y éstas millones de personas que están siendo acogidas en otros países normalmente no son en países europeos. El único país de la UE que está entre los diez estados que más acogida ofrecen es Alemania. Urge mirar a los problemas y a las soluciones de una forma menos eurocéntrica.

¿Qué errores se cometen a la hora de mirar al otro?

Normalmente son sociedades que saben más de nosotros que nosotros de ellas en todos los ámbitos de la vida. Esto dificulta afrontar la realidad existente. Por ejemplo, nosotros no conocemos quienes son los actores de Bollywood, sin embargo en la India saben perfectamente quienes son los de Holywood. Y esto se reproduce en muchos sitios, por ejemplo en el mundo árabe con el fútbol. Tenemos esa concepción de que somos el centro del mundo y no lo somos. Decimos mucho los periodistas eso de dar voz a los que no lo tienen, pero sí que la tienen, hay que dejar simplemente que puedan hablar. En No somos refugiados digo que la población refugiada son personas que se autoorganizan. No sirve de mucho la actitud compasiva que tenemos a veces, porque también deshumaniza a estas personas. Es una población vulnerable, es cierto, pero en cuanto tienen ocasión se organizan, como en la República Centroafricana, donde habitaban 1.000 personas y tenían su presidente con su comité, su secretario, etcétera.

¿Cuales son las etiquetas más peligrosas?

La xenofobia es lo más peligroso. Han tratado de convertir a esta población en el enemigo del siglo XXI. Han habido muchas etiquetas, pero esta es la última. Que después de un atentado se intente determinar si la persona es refugiada o no lo demuestra. Otro peligro que hay, desde los sectores más solidarios, es considerarlos sólo como víctimas. Aunque esta actitud pueda venir con buena intención, no contribuye a mejorar sus vidas.

¿Por qué se opta por cerrar fronteras?

Es un proceso global y que parece que no tiene fin y cuando más altos son los muros mayores son los esfuerzos de los traficantes por hacer que la gente los atraviese. Realmente a quién beneficia el hecho de construir más muros es a los traficantes. Responde a muchos intereses y, sobre todo, a reafirmar la voluntad territorial de los estados. En la última década se sienten amenazados y esta es una forma de decir aquí estamos, con el coste que tiene para millones de personas en todo el mundo.

¿Cuánto tiempo has dedicado a escribir No somos refugiados?No somos refugiados

La primera crónica es del 2010 y en 2013 empecé a darle forma, por capítulos y demás. Pero al final es prácticamente el libro de mi carrera profesional donde reúno muchas historias que me han contado por el camino y lo guardaré siempre con cariño.

Tras conocer más de 200 historias, ¿sigues creyendo en el ser humano?

Sin duda. Es una de las luchas internas que he tenido con este libro, porque hay historias durísimas, pero también hay otras de esperanza. Son situaciones muy difíciles para el ser humano y yo siempre digo, por lo que he visto y lo que siento, que soy un pesimista a corto plazo, pero optimista a largo plazo. Cuando pase medio siglo, miraremos atrás y nos preguntaremos qué estábamos haciendo en aquellos años, a principios del siglo XXI. No sé si eso se acaba reflejando en el libro, pero sí hay historias de gente muy valiente que intenta seguir adelante, y yo creo que a largo plazo habrán situaciones que mejorarán, tanto las guerras abiertas como a temas esenciales de la humanidad como el hambre.

*Agus Morales estará en Gran Canaria este 22 de junio en el marco de las actividades organizadas por CEAR Canarias para conmemorar el Día del Refugiado, en el Patio Interior del Cabildo de Gran Canaria (19.30 - 21.00 horas).

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