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Relegar la educación artística y lo que pierde nuestra infancia

Imagen de archivo de un alumno en el Conservatorio Municipal Elemental de Música de Zaragoza

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En los últimos años, hay una parte de la formación de nuestros niños que también se está viendo afectada por administraciones que no se ponen de acuerdo, escasez de apoyo a profesionales y espacios, y que la acaban relegando a planos menos importantes cuando aporta múltiples beneficios a su desarrollo. 

Una revisión histórica un poco rápida sobre las teorías de desarrollo infantil, a nivel psicológico, hace que podamos fijarnos en teóricos de hace varios siglos: Locke, Rousseau y Freud parecen superados, y ya en el siglo XX con la Teoría del desarrollo cognitivo de Jean Piaget se propone que el pensamiento de los niños se desarrolla en etapas y es diferente al de los adultos. El método de Maria Montessori plantea un aprendizaje con libertad dentro de un entorno estructurado y preparado. Carol Dweck, ya a partir de 2000, habla de que los niños pueden crecer y mejorar a través del esfuerzo, no solo del talento natural. Estas teorías están algunas superadas y otras se entremezclan para mejorar el enfoque pedagógico, aunque las antiguas siguen ancladas conformando un imaginario difuso y erróneo por parte de los adultos sobre cómo evolucionan los niños. 

Hay una parte de la formación infantil que actualmente no pasa su mejor momento, la artística. Pese a los esfuerzos de algunas instituciones por intentar garantizar el acceso cultural, con planes y recomendaciones consultando al sector, que también incluye la participación en actividades artísticas por niños en etapas muy tempranas; su formación en disciplinas artísticas se encuentra demasiado a menudo con trabas y dificultades por dejadez de otras administraciones. 

En el caso de una disciplina como la música, tanto para acceder a actividades de tipo comunitario como a una formación reglada (los cursos del Conservatorio), en Zaragoza las familias cada vez tienen menos espacios donde anotar a sus pequeños, aunque existan iniciativas de música para bebés y niños de preescolar; musicoterapia, conciertos o la formación tradicional de la carrera de música aparte de la educación escolar obligatoria. 

Además, como en las otras disciplinas, en unos casos el precio de estas actividades y casi siempre la escasez de plazas suponen una barrera importante para que las familias accedan a ellas. El Conservatorio Profesional de Zaragoza lleva varios cursos teniendo dificultades, por falta de condiciones en el equipamiento municipal del Casco Antiguo, y con esto añadimos otra traba más para que niños y familias accedan a este tipo de formación musical. 

A la hora de que diferentes profesionales y asociaciones de formación artística puedan incluir sus actividades dentro de las programaciones de la Escuela Pública, se encuentran con una falta endémica de fondos por parte de los centros, y poca voluntad de la consejería actual de Educación del Gobierno de Aragón por subsanar estas carencias a pesar de las recomendaciones del Ministerio estatal. En el caso de la escuela pública, montar actividades en muchos casos recae en el esfuerzo económico y organizativo de las asociaciones de madres y padres de los colegios, y sólo en algunos centros se contrata a profesionales para extraescolares o actividades puntuales durante el horario lectivo.

Si nos fijamos en el teatro, podemos observar muchos beneficios para el desarrollo infantil. En nuestra ciudad encontramos una asociación como PAI que lleva muchos años trabajando teatro con edades tempranas, organizando obras de teatro, actividades puntuales o talleres, y que incluso ha podido organizar actividades a lo largo de cursos lectivos enteros con algún colegio público que ha realizado un esfuerzo organizativo y económico. Hablando con ellas encontramos que incluso en casos de asistencia puntual su percepción y el feedback de las familias es que los niños mejoran su relación entre ellos, desarrollan su trabajo corporal y su autoestima, la fluidez verbal, la escucha de propuestas de otros, el autoconocimiento del cuerpo y sus posibilidades, y también se produce una mejora en la creatividad. También se mejora la integración de alumnos con diversidad socioeconómica o discapacidades y en conjunto, se realiza un buen aporte a un desarrollo sano de los niños. En el caso de esta asociación diseñan y llevan a cabo actividades desde edades muy tempranas de preescolar hasta el final de la etapa de primaria, los 11 o 12 años. Precisamente algo que les gustaría es trabajar otra vez con más facilidades durante cursos escolares enteros con algún centro público, para que la formación se alargue en el tiempo y tener grupos de alumnos habituales. 

El aporte de la formación musical, por puntual que sea la asistencia o inconstantes las actividades en las que los niños puedan participar, es muy alto. Sus beneficios son tan importantes como incrementar el desarrollo de habilidades lingüísticas y matemáticas, la mejora de la concentración o la disciplina, trabajar la creatividad, fomentar la expresividad emocional y de las habilidades sociales y la memoria. 

El centro de música para bebés y alumnos de diversas edades Betovi trabaja con las escuelas infantiles del ayuntamiento zaragozano. Además cuenta con algunos alumnos de integración en sus clases diarias de violín y viola en su centro. Ellas ven una mejora notable en la concentración y la relación con sus iguales de los niños y comentarios positivos por parte de las familias. La musicoterapeuta Marta Temprado, que trabaja en su propio centro Musikare y con varios colegios públicos en horario lectivo y extraescolar, y en centros de integración como Aspace; parte no tanto del aprendizaje musical estricto sino desde la mejora de las emociones. En el caso de alumnos con discapacidades a veces opta por emplear la voz, otras adapta los instrumentos, por ejemplo para un niño con movilidad única en un pie, para que todos puedan participar. Ambos centros coinciden con PAI en que trabajar con los colegios es complejo y que si las Ampas no proponen la actividad no pueden organizarse, a veces sólo pueden asistir los alumnos de las familias en la asociación de padres, y en el caso de los centros de educación especial es considerablemente más cara por las ratios más bajas de alumnos. 

Así, frente a todas las ventajas para el desarrollo infantil que encontramos aprendiendo diferentes disciplinas y técnicas, aunque sea en lo que llamamos formación no reglada, pues casi siempre son actividades fuera del centro educativo y del currículum escolar, nos encontramos una y otra vez con estas barreras de acceso: el precio que han de pagar las familias; el distrito postal, pues según donde vivan no pueden desplazarse hasta el centro donde se ofrecen las clases o el lugar que acoge la actividad; la falta de plazas para todo el mundo; y trabas de los profesionales para trabajar con centros públicos habitualmente y que estas asociaciones o centros ofrezcan extraescolares en los propios colegios.

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