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Quino Sagaseta: un comunista constante, coherente y optimista

Quino Sagaseta, en el centro, junto al histórico abogado Félix Parra (i) y su tío Fernando Sagaseta (d), diputado de UPC (1979-1982).

Cristóbal D. Peñate

Las Palmas de Gran Canaria —

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Joaquín Sagaseta de Ilurdoz Parada (Quino Sagaseta para todos los amigos, familiares y conocidos), ha fallecido este jueves 25 de febrero en torno a las 15.00 horas tras resistir más de cuatro años a un ictus que padeció a finales de 2016 y que lo postró en su casa durante este tiempo, fue un hombre íntegro e integral en todas sus facetas, desde la abogacía a la política. Nacido en Las Palmas de Gran Canaria en 1952, realizó toda su vida política y profesional en la isla.

Fue un emblema y un referente de todos los abogados progresistas de Las Palmas, al igual que un mástil firme del comunismo canario. Sufrió la represión y la cárcel por sus ideas políticas durante el franquismo. Se enfrentó a la dictadura con valentía y arrojo, siempre en primera línea, dando la cara en todo momento.

Dotado de una dialéctica sublime, destacó por su coherencia ética y su constante compromiso. Sus adversarios, que también los tenía, solo podían aducir acusaciones banales como que Quino era el representante de la vieja izquierda ortodoxa y sectaria. Pero no era verdad. Quino nunca fue sectario, todo lo contrario, era dialogante y capaz de llegar a acuerdos con todos sin acritud. Siempre trabajó para construir frentes de masas y grandes coaliciones, sumando y no restando, aunque no siempre lo consiguió.

Fue cofundador del colectivo de abogados progresistas Justicia y Sociedad, que sobresalió por su lucha contra la corrupción. Allí estaban junto a él José Rivero, Pedro Miguel Rodríguez Cruz o Diego León, entre otros tantos juristas que han fundamentado su vida profesional en la brega contra la corrupción, los abusos y las injusticias, siempre al lado del más débil.

A finales de 2016 sufrió el ictus, unas pocas horas antes del conocimiento de la noticia de la muerte del líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro. No solo fue político desde joven. En realidad nació en política, su destino se marcó desde su nacimiento.

Más que un comunista ortodoxo, fue un “comunista constante, coherente y optimista”, según la acertada definición de uno de sus amigos más cercanos. Comunista, leninista y marxista con la cabeza muy bien amueblada. No se ocultó nunca para defender públicamente a ídolos caídos como Hugo Chávez o Fidel Castro. Siempre defendió esa opción en el contexto dialéctico, desde la controversia razonada, frente al imperialismo imperante encarnado por Estados Unidos. Porque él se alineaba con los débiles y subyugados frente a los agresores y acosadores. Fue un fortín que puso su fuerza a favor de los débiles. El último romántico.

Jugaba al ajedrez, como su recordado y entrañable tío Fernando, del que fue gran aficionado y seguidor, respectivamente. Se retaba a muchas partidas con Mamé Mauricio, pero su vocación más absoluta fue la lectura. Era un lector empedernido al que se le podía ver con frecuencia en las librerías de Triana interesándose por las últimas novedades. Le quitaba muchas horas al sueño para poder leer de noche. Fue un noctámbulo intelectual, un nocherniego entre libros, un noctívago rodeado de papeles.

Era un lector empedernido y un magnífico escritor. Su prosa recordaba al realismo mágico sudamericano de García Márquez cuando se alejaba estrictamente de la vida pública. Escribía muchos artículos políticos y sindicales, como el que suscribió el domingo 27 de noviembre de 2016 junto a una treintena de abogados laboralistas en La Provincia-Diario de Las Palmas

Leía con fruición libros de filosofía y ensayo político, aunque ello no estuviera reñido con la lectura de auténtica literatura del boom literario español y latinoamericano. Era un articulista habitual en la prensa grancanaria con un estilo singular, brillante, único.

Su vida profesional la hizo en el bufete comandado por su tío Fernando, Perico Limiñana y Félix Parra, y en el que también estaban José Ramón Pérez Meléndez, Elena Oramas, Antonia Santana Melián, Leticia Bueno, Margarita Etala Socas, Inmaculada González, Ana Sagaseta y Alejandro Pérez Peñate. Por ese despacho también pasó Arcadio Díaz Tejera, ex Diputado del Común, ex consejero cabildicio, ex concejal y actualmente juez.

Él no era un desheredado de la tierra, sino un hombre de clase media acomodada y de rancio abolengo, pero nunca presumió de ello. La prueba es que acortó su apellido Sagaseta de Ilurdoz, de raigambre navarra, y lo dejó en un simple Sagaseta, como hizo toda la familia. Su hermano Salvador, también fallecido prematuramente, fue un genial escritor y periodista de La Provincia-Diario de Las Palmas. Fernando Sagaseta, Salvador Sagaseta, Quino Sagaseta.

Guerrero, belicoso, beligerante, combativo, revolucionario, temperamental, apasionado, caballeroso, leal, honesto, distinguido, abnegado, ortodoxo sin sectarismos, honrado, sarcástico, comunista, de izquierdas sin complejos. Un ganador defensor de los perdedores.

Horas antes de sufrir el ictus fatal de 2016 acudió al Club La Provincia a la presentación del libro de su amigo Agustín Millares Cantero sobre el doctor Monasterio, el médico republicano, una obra que tuvo a Maxi Paiser como coautor, íntimo amigo y camarada de Quino. Tras la charla fue a tomar unas cervezas con su hijo Miguel, el propio Agustín Millares y sus amigos Enrique y Víctor Caro, Juan Carlos Domínguez (Pífano) y José Miguel Fraguela, al que también se unió el vicealcalde de Las Palmas de Gran Canaria, Javier Doreste, que milita en Podemos, el mismo partido al que pertenecía Quino.

Histórico militante comunista, este abogado laboralista licenciado en la Universidad de La Laguna aplicó todos sus conocimientos e ideas marxistas a defender a la clase trabajadora. Jamás abanderó a una gran empresa porque siempre tuvo claro que su papel consistía en proteger a los más necesitados, a los débiles de la sociedad. A pesar de que procedía de una familia de rango abolengo (los Sagaseta de Ilurdoz navarros) de la clase media alta, nunca dudó en alinearse con los más pobres y empobrecidos.

Desde muy joven militó en el comunismo. A los 14 años ingresó en las Juventudes Comunistas. El Partido Comunista y el sindicato Comisiones Obreras fueron su bandera clandestina durante muchos años de dictadura franquista.

Tras la muerte de Franco, Quino siguió con su militancia comunista, en esta ocasión a través de Pueblo Canario Unido (PCU) dentro de la coalición Unión del Pueblo Canario (UPC), por la que su tío Fernando, también compañero de bufete, fue diputado nacional.

Aunque no fue un desheredado ni un pobre de solemnidad, estos eran son prioridad en la defensa política y jurídica. Fue un político que rehuía de los cargos públicos, pero no de los orgánicos, aunque nunca ambicionó poder. Tenía clara su misión de construcción dialéctica de la realidad social.

Desde que conoció la sociología científica, decidió optar por el marxismo, el leninismo y el comunismo. Se forjó intelectualmente gracias a muchas horas de estudio y lectura. No fue un hombre marcado claramente por la acción sino un gran teórico a medio y largo plazo. No fue un intelectual miope y cortoplacista.

Esquivaba ser candidato a cargos públicos porque no los ambicionaba. Prefería apoyar a otros compañeros y él, en todo caso, ocupaba cargos orgánicos en las formaciones en las que militaba, más como una carga abnegada que como un ávido deseo de notoriedad. En pocas ocasiones accedió a candidaturas en unas elecciones. Cuando lo hizo fue porque los demás no quisieron o se lo pidieron encarecidamente.

Pertenecía a esa minoría ilustrada que supo trasladar el mensaje con su magnífica pluma en escritos memorables. La lectura y sobre todo la escritura le servían para sustentar su equilibrio psíquico a través de ese realismo mágico literario. Era un gran optimista desde el realismo en el que vivía. A todos les insuflaba ese optimismo, incluso en los peores momentos sacaba a relucir su estentórea risa y su refinado humor.

Firmeza y optimismo cincelaban su carácter superador de la realidad social. Fumador empedernido durante muchos años, en los últimos dejó de hacerlo tras algunos avisos de salud. Se cuidaba desde la moderación. Buscaba goces moderados, fue más epicúreo racional que hedonista.

Con la muerte de Quino se va el principal bastión, el esencial soporte, el sustancial símbolo de la izquierda canaria desde que falleciera su tío Fernando, el 3 de diciembre de 1993. Fue el puntal en todos los procesos del comunismo canario, tanto en la reflexión como en la ideología política. Fue un martillo de herejes sin sectarismos. Un hombre desbordante que nos supera y trasciende con sus ideas, su optimismo, su coraje y su sonrisa sempiterna.

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