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Un trabajo oculto a la sociedad

Rafael Paniza Morales

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Funcionario de prisiones... La mayoría de ustedes no sabrán la labor de un funcionario/a de prisiones, labor totalmente oculta a la sociedad. Con este artículo de opinión me gustaría que nuestro trabajo se haga un poco más visible a la sociedad y así vean la realidad intramuros.

Nuestro trabajo comienza cuando a una persona le decretan su ingreso en prisión, ya sea preventivo, preso o penado. Dentro de esos muros existe una gran diversidad de profesionales cuyo objetivo es que la sociedad esté más segura.

Según el Reglamento Penitenciario, el fin de esta actividad es la reeducación y reinserción social de los penados a penas y medidas de seguridad privativas de libertad, así como la retención y custodia de los detenidos, presos y penados. A su vez, el artículo 25.2 de la Constitución española expresa que dichas penas estarán orientadas a la reeducación y reinserción.

Resulta paradójico ver en los medios de comunicación algún caso que genera especial alarma social y entonces se escuchan frases como “que se pudra en la cárcel”. Una vez dentro, nos olvidamos, pero los empleados penitenciarios deben convivir y trabajar con ellos durante los 365 días del año, las 24 horas del día.

En el interior de cada centro penitenciario surgen complicaciones de todo tipo como consecuencia de esa retención y custodia, y es que debemos hacer de bomberos sin serlo ni tener una adecuada formación para ello cuando se produce o provoca un incendio, debemos mediar en una pelea si se produce, tenemos que evitar la entrada de drogas, aplicar la resolución pacífica de conflictos, tratar con internos con patologías mentales y un largo etcétera.

A su vez, trabajamos para que se lleve a cabo esa reinserción y reeducación de la que tanto se habla y que tan en duda se pone para que sea lo más efectiva posible. Para ello se ponen a disposición de las personas privadas de libertad una serie de programas tanto formativos, laborales, educativos; programas de deshabituación a sustancias estupefacientes, para que una vez se produzca su puesta en libertad sepan vivir en sociedad respetando las leyes, así como los bienes jurídicos protegidos en nuestro Código Penal.

Como empleado penitenciario considero a Instituciones Penitenciarias parte fundamental e imprescindible en la seguridad de nuestro país y así me gustaría expresarlo. Fundamental ha sido el trabajo en los centros penitenciarios en la lucha contra el terrorismo y lo sigue siendo con la nueva forma de terrorismo que azota nuestro país y Europa en general.

Es fundamental para luchar contra el tráfico con drogas, contra el crimen organizado, contra la corrupción, contra la trata de seres humanos; en definitiva, es fundamental para proteger los derechos fundamentales que defiende nuestro ordenamiento jurídico. A su vez, cuando toda persona que entra en prisión, si al cumplir su condena se encuentra resocializado/a, aprendiendo a vivir en sociedad, se habrá conseguido hacer nuestra sociedad más segura.

La labor difícil y dura que se realiza en los centros penitenciarios, no reconocida por la clase política, ha llevado a nuestro colectivo a una situación de olvido jamás conocida. Sufrimos un déficit de personal con más de 3.400 plazas vacantes, no recibimos formación por parte de la Administración, no tenemos un uniforme adecuado para realizar nuestro trabajo ni hacer frente a las complicaciones que nos surgen, ni unos medios materiales acordes a nuestras necesidades. No somos considerados agentes de la autoridad, de forma que no contamos con el amparo legal para reducir el número de agresiones que sufrimos al año.

Además, tras sufrir los recortes de la crisis, llevamos años con el sueldo congelado sin recibir ninguna mejora salarial que satisfaga el riesgo que ofrece nuestro trabajo, así como los altos niveles de estrés, ansiedad y burnout. Por último, consideramos imprescindible y necesario un estatuto propio, debido a la singularidad de nuestro trabajo, que delimite claramente nuestras funciones. 

No hace más fácil la situación que atraviesa el colectivo de prisiones tener que ver cómo nuestros compañeros del Ministerio han recibido todas estas justas mejoras, así como el reconocimiento social y político. Nos consideremos parte igualmente imprescindible de la labor de seguridad que entre todos realizamos, aunque seamos la parte que nadie ve. Se antoja envidiable la importancia que el resto de países de nuestro entorno da al colectivo penitenciario para ver como en nuestro país, a pesar de ser calificados como uno de los mejores cuerpos penitenciarios, nos encontremos en esta triste situación.

Espero que con este pequeño artículo se le de la importancia necesaria a un colectivo al que se han encargado de mantener oculto y de negarle toda visibilidad de cara a la sociedad, generando con ello el problema en el que estamos inmersos, un problema que necesita solución. Para ello nada mejor que la sociedad tome conciencia de la importancia de este servicio público completamente desamparado.

*Delegado sindical de la Asociación Profesional de Funcionarios de Prisiones

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