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Ruta a pie por el Realejo granadino: el complemento desconocido al Albayzín

callejuelas de la zona alta de El Realejo.

Viajar Ahora

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El ex presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, dijo que desde el Mirador de San Nicolás se podía ver el atardecer más bonito del mundo. Y no le falta razón. Pero no sabemos que hubiera dicho al ver hundirse el sol en la vega granadina desde la Plazoleta de la Puerta del Sol. Está claro que La Alhambra y ese telón de fondo de Sierra Nevada son difíciles de igualar, pero el contrapunto realejero al Albayzín también tiene su aquel. El Realejo es uno de los núcleos fundacionales de la antigua granada. Siempre que empezamos un texto nos sumergimos un poquito en su historia. En tiempos de moros (que no es un insulto sino una evolución del mauro romano –La Mauritania-) a este lugar se le conocía como Garnata al-Yahud o Granada de los Judíos. El propio Albayzín era una ladera de casas esparcidas y grandes huertas que se colmó de refugiados tras la caída de Baeza en manos cristianas en 1227 –el nombre deriva de Baeza-. Tras la toma de la ciudad por los cristianos en enero de 1492 y la expulsión de los judíos, el barrio tomó el nombre de Realejo.

Una de las entradas tradicionales al barrio se localiza justo detrás de la Plaza de los Reyes Católicos. Una estatua de Yehudá ben Saúl ibn Tibón, filósofo y médico de origen granadino que se vio obligado a dejar la ciudad a mediados del siglo XII debido al fanatismo religioso de los Almohades. Aquí arranca la Calle Pavaneras. Antes de adentrarte en el laberinto realejero si no has visitado el Corral del Carbón (Calle Mariana Pineda, 21; Tel: (+34) 858 810 541), un antiguo almacén y fonda del siglo XV para los mercaderes que traían el trigo a la ciudad, y el entorno de la Placeta Tovar da un pequeño rodeo y vuelve a Pavaneras para iniciar el recorrido. Primera parada: la Casa de los Tiros (Calle Pavaneras, 19; Tel: (+34) 600 14 31 75).  Este imponente palacete fortaleza renacentista, que hoy alberga un museo, perteneció a una de las familias más importantes de la nobleza castellana y sólo por verla por dentro merece la pena entrar.

Desde aquí empezaremos a ir y venir para ir descubriendo los distintos lugares que, a nuestro juicio, no pueden faltar en un paseo por este barrio. Alternaremos calles, esquinas imposibles, veredillas y escaleras para llegar, por ejemplo, a la Placeta de la Puerta del Sol uno de los lugares más bonitos y menos visitado por el turismo de Granada. Aquí merece la pena quedarse un rato y escuchar los sonidos de la ciudad. Este lugar recibe de su nombre de una de las viejas puertas de la muralla árabe del recinto de La Alhambra a la que llamaban Bab Mawrur (oriente, esto es, de dónde sale el sol) y que tenían conexión directa con las cercanas Torres Bermejas. Más allá de las vistas, el elemento más destacado de la placeta es el antiguo lavadero cubierto del siglo XVII, una pileta pública para lavar la ropa que estuvo en uso hasta la década de los 60 del pasado siglo. Muy cerca de aquí se ha abierto un pequeño museo sobre la huella judía en el barrio, Granada y, por extensión, aquella España anterior a la expulsión: el Centro de la Memoria Sefardí (Placeta Berrocal, 5; Tel: (+34) 610 060 255).

Una de las cosas que más nos gustan de estos rincones granadinos son los nombres de las calles: sube por las escalinatas que están frente al lavadero y serpentea entre viejas casas hasta la intersección de Jesús Penas y Los Infantes. Sigue a tu derecha por Aire Alta y busca los primeros árboles del Bosque de La Alhambra. Aquí te encontrarás con las Torres Bermejas, un imponente conjunto de torres y fortificaciones del siglo XI que forman parte, ya, del conjunto defensivo del palacio nazarí. Las visas desde aquí son increíbles y caminar entre las torres merece la pena. A la vera de las torres tienes uno de los mejores, y poco conocidos, encuadres de La Alcazaba. A esta zona alta del Realejo se le conoce como la Antequeruela (una de sus calles lleva ese nombre) debido al gran número de refugiados de Antequera que llegaron aquí en los últimos años de la Guerra de Granada. Desciende por Antequeruela Baja hasta el Carril de San Cecilio hasta la iglesia del mismo nombre (admira su preciosa portada plateresca) y el Campo del Príncipe, otro de esos muchos lugares con personalidad que abundan en toda la ciudad.

En la ruta que te proponemos la próxima parada es la Plaza de Santo Domingo. Aprovecha el camino para ver el arranque de la Cuesta del Realejo, una de las calles emblemáticas del barrio. El Monasterio de Santa Cruz La Real fue uno de los primeros espacios destinados al culto católico en la ciudad tras la toma de la ciudad por los Reyes Católicos. Aquí, por ejemplo, se celebraban los juicios inquisitoriales (muchísimos menos y más esporádicos que los que cuenta la leyenda negra). Uno de los detalles que ponen de manifiesto la antigüedad del edificio son los arcos góticos del interior de la Iglesia de Santo Domingo, templo del cenobio y lugar predilecto de sepultura para la nobleza granadina durante varios siglos. Es un lugar bonito de ver –sólo está abierto durante el horario de culto- aunque si tienes poco tiempo o hay que elegir, te recomendamos no pasar por alto en vecino Camarín de Nuestra Señora del Rosario (Calle Cobertizo Santo Domingo, sn; Tel: (+34) 623 061 000), una de las más brillantes joyas del barroco español.

Otro punto de mucho interés en el entorno de Santo Domingo es la Casa de los Girones (Calle Ancha de Santo Domingo, 1), una antigua casa palacio anterior, incluso, a la época nazarí (último gobierno musulmán de Granada) que pese a las reformas posteriores es uno de los mejores ejemplos de residencia civil de la época precristiana de la ciudad. Terminamos la visita en otra de esas joyas que hacen al Realejo un lugar único: el Cuarto Real de Santo Domingo (Plaza de los Campos, 6; Tel: (+34) 958 849 111). Se cree que este antiguo palacio es anterior a la propia Alhambra y que fue uno de los primeros edificios de la dinastía nazarí. Esta quinta se encontraba fuera de los muros de la ciudad muy cerca del cauce del Río Darro, por lo que funcionaba como casa de campo y lugar de descanso de la familia gobernante. El lugar es una maravilla y sirve de magnífico colofón a nuestro paseo por el barrio.

Fotos bajo Licencia CC: Andrea Kirkby; Viajar Ahora; Jerzy Kociatkiewicz; Jean-Michel Brunet

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