El Valle de Sajambre: cumbres y prados en el origen del mítico Río Sella
La vertiente sur de la Cordillera Cantábrica es la cara menos conocida de este gigante de cumbres calizas y valles verdes y umbríos. La cara más conocida del Parque Nacional de los Picos de Europa es la que da al océano en las comunidades autónomas de Cantabria y Asturias (con hitos espectaculares como Liébana y Fuente De en el lado cántabro o los Lagos de Covadonga en el asturiano). Pero hay otra cordillera. La que mira hacia la Meseta. Una cordillera a la que las masas no llegan y que permite disfrutar casi en solitario de valles encantadores como el de Sajambre. Este valle conforma el límite norte de los Montes de Riaño, la comarca montañosa en la que la provincia de León se encuentra con las tierras de Asturias. Un lugar en el que los valles y desfiladeros se encuentran con las primeras cuestas de Los Picos. Un lugar donde podemos encontrar bosques primarios donde viven las dos grandes joyas de la fauna cantábrica: el lobo y el oso.
En Sajambre la alta montaña se da un respiro. La N-625 sube desde Riaño hasta el Puerto del Pontón (donde hay un fantástico mirador que permite ver la fachada sur de los Picos de Europa en todo su esplendor). Desde estas alturas (1.290 metros) podemos ver como la cordillera pasa del gris caliza a los mil tonos de verde de los valles de Valdeón (al este) y Sajambre (al oeste). Estos dos valles marcan el origen de los dos grandes ríos de estas alturas cantábricas. Valdeón es la cuna del Cares (que atraviesa el muro de picos a través de la fantástica Garganta del Cares) y Sajambre ve nacer al Sella. Desde El Pontón se puede ver la como Sajambre se asemeja a un cuenco donde se desparraman los cinco pueblos que forman la comarca. Y prados. Y bosques. Muchos bosques. Haz la primera de las paradas en el mirador de Oseja donde podrás ver la ‘capital’ del valle encajada entre las copas de los árboles.
Un paseo por Oseja de Sajambre.- Oseja es apenas medio centenar de de casas que se arremolinan en torno a la gigantesca Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (siglo XIX), un templo desproporcionado en relación al tamaño del pequeño pueblo. El punto fuerte de Oseja, más allá de ser un ejemplo encantador de pueblecito de montaña de casas de piedra con grandes balconadas de madera, es que sirve de entrada al Parque Nacional de los Picos de Europa. Junto a la iglesia está uno de los centro de Interpretación del parque donde puedes empezar a comprender los diferentes espacios y dinámicas ecológicas del parque a través de maquetas, audiovisuales, paneles y montajes holográficos. Pío y Vierdes.- Desde Osaja de Sajambre se accede con facilidad a las aldeas de Pío de Sajambre y Vierdes, dos pequeñas poblaciones de casitas tradicionales que fueron los núcleos primigenios de población de estas montañas.
El Museo de Etnografía de Soto de Sajambre (Guadalume Noriega, 39).- Este museo rinde homenaje al paisano Félix de Martino, que a principios del siglo XX invirtió una fortuna en dotar a Soto de Sajambre de una de las mejores escuelas de todo el norte de la Península. Don Félix era uno de esos indianos con una gran fortuna y no escatimó en gastos: laboratorio, aulas amplias, una colección brutal de libros, mapas y modelos… Y lo último en innovación educativa. Hoy esa escuela es un museo que recuerda esta escuela y la herencia antropológica de la comarca.
Del prado al bosque.- La ganadería ha sido desde siempre la gran actividad económica de estas tierras. Antes de la llegada de los montañeros y los viajeros, las vacas, las ovejas y las cabras eran el centro de la vida de las comunidades y las majadas eran los centros económicos de los pueblos: hablamos de pequeñas porciones de bosque despejado que se convierten en zonas de prados abiertos en un entorno de arboledas muy cerradas. La Majada de Vegabaño es uno de los lugares más espectaculares de la fachada sur de los Picos de Europa. La única manera de llegar hasta aquí es a través de un sendero de 3,7 kilómetros que parte desde Soto de Sajambre. El premio del pequeño esfuerzo (que se puede acometer sin problema con niños) es llegar hasta una gran cadena de prados en los que podemos ver cabañas, refugios de pastores, cercados para el ganado y unas vistas brutales sobre las primeras grandes alturas de los Picos. Además, el camino atraviesa el Bosque de Rocino y nos deja a un par de kilómetros del Hayedo de Costa Fría, dos de los mejores hayedos de esta parte de la cordillera.
El Desfiladero de Los Beyos y la joya de Víboli.- Hasta hace pocas décadas, este desfiladero de 12 kilómetros excavado por el Río Sella era, junto al Puerto de Pajares, una de las principales vías de comunicación entre Asturias y la Meseta. Este estrecho cañón fluvial es un hito paisajístico de primer nivel y una excusa genial para acercarse hasta este lugar que también ofrece un par de paradas interesantes. El que más es el camino que lleva hasta el pueblo abandonado de Rubriellos. Para llegar hasta aquí hay que dejar el coche en Puente Vidosa y hacer un pequeño recorrido entre árboles (5,3 kilómetros ida y vuelta) que también permite echarle un vistazo a la Cascada (Tabayon) del Aguasaliu. Rubriellos es un pueblo fantasma que se mantiene como una foto fija de la vida rural anterior a la segunda mitad del siglo XX. El gran interés de llegarse hasta aquí es poder ver varios hórreos de tipo beyusco, un tipo de granero elevado que es típico de esta comarca.
Un desvío que merece la pena es el que conduce hasta Vivoli (desvío de la N-625 desde Puente Güera). En esta pequeña aldea de apenas una docena de habitantes tenemos un pequeño ‘museo al aire libre’ de la arquitectura rural tradicional de los Picos de Europa. Anclado en una pequeña zona de prados, aquí puedes ver una pequeña ermita rural, preciosas casas de piedra con balconadas de madera y un par de hórreos de tipo beyusco.
Fotos bajo Licencia CC: Francisco González; European Roads; David Castañón; Mario Quevedo; Francisco González
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