Los fiordos del Oeste: la tierra de las brujas, los hechiceros y los monstruos islandeses

Casas de madera en Isafjordur, una imagen típica islandesa. Richard Tanguy (CC)

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Muchos lugares presumen de ser el fin del mundo. Hay infinidad de finisterres repartidos por los ‘seis’ continentes. Pero una cosa es decirlo y otra muy diferente es parecerlo. Más allá de Vestfirdir están los campos de hielos perpetuos del ártico y las costas de Groenlandia, quizás la protagonista involuntaria de la campaña de marketing más fraudulenta de la historia de la humanidad (el famoso Eric El Rojo la llamó así –Tierra Verde- para provocar un efecto llamada que atrajera la atención de familias de colonos). Estamos en el extremo noroccidental de Islandia. En la región de los Fiordos del Oeste, una península de contornos indefinibles de más de 22.000 kilómetros cuadrados en los que apenas viven unas 7.500 personas. Un lugar indómito que suele quedar fuera de los circuitos turísticos de este país insular intenso. La mayoría de los que hacen el famoso Ring Road ( ver nuestra guía de la ruta circular) dejan fuera del rutómetro esta porción de tierras duras en las que hay apenas unos kilómetros de asfalto y mucha carretera de grava. Pero aquí se encuentran alguno de los paisajes más salvajes de la isla; es un lugar de apabullante belleza; se ven las auroras boreales de escándalo y tiene un aura mística importante.

GUIA DEL RING ROAD ISLANDES

Vestfirdir queda fuera de los circuitos habituales. No hay pueblos de importancia y conducir por sus carreteras de tierra requiere de paciencia y pericia. Pero las recompensas de internarse en este pequeño mundo de fiordos y montañas volcánicas desoladas son muchísimas; acantilados cuajados de frailecillos; aguas ricas en cetáceos y viejos monstruos legendarios; hielos eternos que bajan hacia los valles en forma de glaciares y magia, mucha magia. Esta es tierra de viejos hechiceros y brujas. Los pequeños pueblos crecieron allá donde pudieron; como el de Holmavik, apenas cuatro calles a orillas del mar que son la puerta de entrada a la región (a 225 kilómetros por carretera desde Reikiavik –apenas dos horas y media por carretera-). En este antiguo asentamiento de vikingos, los viejos dioses resistieron algunos siglos a la expansión del cristianismo y los antiguos sacerdotes y sacerdotisas de Odin, Thor o Freia se convirtieron en hechiceros y brujas.

En el Museo de la Hechicería y la Brujería Islandesa (Holdagata, sn; Tel: (+354) 897 6525; E-mail: galdrasyning@holmavik.is) se hace un recorrido por este submundo de viejos rituales y costumbres macabras como la de los necropantalones, unas medias de piel humana que servían para atraer las riquezas o criaturas mágicas como el Tilberi, hecho con la costilla de un recién muerto y la lana robada que sirve para robar leche de las vacas y ovejas. El folclore islandés es rico en este tipo de historias y estas remotas tierras del norte son fecundas en leyendas, monstruos y hechos insólitos. En Bíldudalur (otro pueblecito chiquito con cinco o seis casas) hay un museo chiquito y casi artesanal dedicado a los monstruos marinos (Dalbraut, 465; Tel: (+354) 456 6666) locales. En plural. Porque aquí conviven el fjörulalli (la dama de la bahía o la marea), el hafmaður (hombre marino), el skeljaskrímsli (monstruo con concha –no sean malpensados nuestros lectores argentinos) ay el faxaskrímsli (una especie de caballo marino monstruoso). Esta es una región extrema y de extremos. Un sitio duro para vivir de inviernos extremos; y uno se imagina esas noches frías y eternas con el viento helado soplando en las que la única cosa que hacer es sentarse junto al fuego y contar viejas historias.

QUE HAY QUE VER EN LOS FIORDOS DEL OESTE .- La principal atracción de la región es ella misma. Las carreteras y pistas de tierra atraviesan lugares de una belleza natural apabullante. Los paisajes desnudos cubiertos de hierba, los fiordos de aguas quietas y transparentes, las cascadas que bajan desde las alturas; las playas imposibles de arenas claras y aguas gélidas… Te vamos a proponer dos rutas partiendo desde Holmavik. La región requiere de al menos tres o cuatro días para verla como se merece. Eso casa a la perfección con un viaje de quince días a la isla incluyendo el Ring Road y la Península de Snaefellsnes. Obvia decir que para explorar esta parte del país por tu cuenta es necesario alquilar un coche y si es un 4X4 mejor que mejor. Gran parte de los recorridos que te señalamos se hacen por carreteras de tierra que aunque pueden ser transitadas por coches normales pueden ponerte en un aprieto. El recorrido que te proponemos incluye la conexión con la Ring Road (a través de Holmavik) y Snaefellsnes (en ferry desde el puerto de – ver horarios -)y puede hacerse en uno u otro sentido.

Ruta 1. Desde Holmavik a Isafjordur.- Distancia en Kilómetros: 277. La ruta parte de Holmavik por la Ruta 61 atravesando un valle glaciar y un pequeño altiplano cuajado de pequeños lagos hasta el cruce con la Ruta 635 (pista de tierra) que nos conduce hasta el valle del Glaciar Dragajokull, la gran masa de hielo del norte islandés y uno de los pocos glaciares del mundo que no han sufrido un retroceso importante en los últimos tiempos. La ruta propuesta desanda el camino por la 635 hasta volver a la 61 que, a partir de aquí, transcurre por fiordos muy estrechos de una gran belleza paisajística hasta llegar a Isafjordur. Entre medias pasaremos junto a un hotel con aguas termales, una antigua cabaña vikinga, un par de colonias de focas y un salón de té delicioso en Litlibaer .

Un día en Isafjordur y sus alrededores .- Isafjordur es la única población de la región que puede considerarse algo así como un pueblo pequeño. Se encuentra a 445 kilómetros de Reikiavik (unas seis horas en coche) y ocupa un buen lugar para explorar toda la zona (a 208 kilómetros de los acantilados de Látrabjar y la Playa Roja; a 221 kilómetros de Holmavik y a 202 del inicio de la pista que conduce al Glaciar Dragajokull). La ‘ciudad’ se encuentra en uno de los fiordos que se abren al norte y es una auténtica reliquia. En su puerto se encuentra el ‘casco histórico’ mejor conservado del país; apenas son unas casitas de madera del siglo XVIII, pero son una auténtica reliquia del pasado de Isafjordur como centro de pesca, secado y salado del bacalao y punto de comercio con el exterior (con el bacalao como principal activo). El Museo del Patrimonio de los Fiordos del Oeste Museo del Patrimonio de los Fiordos del Oeste (Tel: (+354) 456 3293; Ver Horarios; E-mail: byggdasafn@isafjordur.is) hace un repaso a la historia de la zona a través de sus costumbres, oficios y folklore. Ocupa varias de esas casas históricas y es una maravilla –sobre todo la expo dedicada a la pesca del bacalao-; pero sólo abre de mayo a septiembre. Desde Isafjodur también se pueden realizar numerosas actividades de turismo activo y excursiones. La más recomendable es el avistamiento de ballenas (nosotros lo hicimos con Westtours Westtours ).

Muy cerca de Isafjordur (13,7 kilómetros) se encuentra el pequeño puerto de Bolungarvik. Aquí encontramos uno de los lugares que más nos gustó de la isla. El Museo Marítimo de Ósvör (Carretera a Bolungavik, sn; Tel: (+354) 892 1616) reproduce al detalle dos pequeñas cabañas de pescadores y un secadero de bacalao del siglo XIX. Es uno de los mejores museos de sitio que hemos visto. En Bolungarvik hay dos bonitas iglesias de madera y más allá, la ruta nos conduce hasta la Playa de Minnibakki, uno de los lugares más recónditos y extremos (geográficamente hablando) de la isla. Metimos los pies en el agua y casi se nos caen del frío (en pleno verano).

Día 3. Desde Isafjordur hasta los acantilados de Látrabjarg, la Playa Roja y el embarcadero de Flókalundur . Distancia en kilómetros: 277. La ruta propuesta atraviesa las regiones centrales de la península buscando la costa sur de la región. Como en el tramo que ver, los hitos se suceden con muchos kilómetros de distancia, pero lo bueno es que apenas hay que hacer rodeos más allá de alguna ida y vuelta. La idea es conectar la ciudad de Isafjordur con el ferry que nos dejará en la Península de Snaefellsnes. Las paradas imprescindibles son la Cascada de Dynjandi y las Termas de Pollurinn Termas de Pollurinn antes de tomar el largo camino de tierra (la ruta 612) que nos llevará hasta los abismos de Látrabjarg, un imponente acantilado en el que anida una de las colonias de frailecillos más grandes del mundo. Poco antes pasaremos junto a los restos del BA64 Gardar, un barco encallado que, según dicen, fue la primera embarcación metálica que tuvo el país.

El paisaje de esta parte de la región está salpicado de playas de arenas claras –son muy lindas e invitan al baño, pero las temperaturas del agua son gélidas-que sirven de anticipo a los imponentes riscos de Látrabjar. Los acantilados alcanzan los 440 metros de altura sobre el nivel del mar ofreciendo un hábitat ideal para el frailecillo, ese ave simpática con pinta de payasete que, en realidad, es un hábil pescador. Muy cerca de los acantilados se encuentra la Playa Roja de Raudasandur, un imponente arenal que engaña; las aguas tranquilas y turquesas no son caribeñas; no. Acá hace frío aún en verano. Hay casi 20 horas de luz al día, pero el mercurio pocas veces sube de los 20 grados. Imagínate lo que tiene que ser el invierno.

Fotos bajo licencia CC: Diego Delso ; Marco Verch ; Felix Haller ; Richard Tanguy

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