Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
En defensa propia
Que el dinero no es importante para la felicidad es algo que suele decir la gente a la que le sobra el dinero. El dinero es fundamental para el bienestar. No hablo de tener mucho dinero sino de tener lo suficiente. El dinero se intercambia por cosas: unas son banales y prescindibles pero otras son muy importantes. Una obviedad, claro, pero conviene recordar las cosas más sencillas y repensar, también, qué es banal y qué imprescindible en la vida de cada uno.
Más dinero equivale a más bienestar hasta que se garantiza lo elemental: alimentos, ropa, vivienda, calor, luz, acceso al conocimiento, un puñado de pequeños placeres y esa mínima tranquilidad de saber que uno podrá dar una educación a sus hijos (si los tiene) o ir al dentista (si lo necesita). Bueno, solo eso ya supone unos cuantos euros cada mes. Así que sí: el dinero es muy importante para el bienestar, al menos una cantidad de dinero que garantice esos mínimos. A partir de ahí, una vez cubiertas las necesidades elementales, tener más dinero no equivale necesariamente a tener más bienestar.
Lo trágico es que el dinero que tienes te parezca insuficiente cuando ya tienes el suficiente dinero como para vivir razonablemente bien. Pero ¿qué es vivir razonablemente bien? Supongo que cada uno pondrá el límite en un lugar distinto y supongo también que el problema es que para muchas personas ese límite se aleja a medida que ellos se acercan a él, lo mismo que una maldita zanahoria.
El mundo actual, que es retorcido, ha introducido nuevas variables que lo complican todo. No basta con que la gente que tiene mucho dinero (clase alta, podríamos decir) gaste el dinero que le sobra en cosas prescindibles. En los años ochenta (o por ahí) comenzó a extenderse esa trampa de tentar a los que no tienen mucho dinero (la clase media, digamos), incluso a los que tienen muy poco dinero (los que están en la precariedad o la pobreza), para que se comporten como si tuvieran mucho dinero adquiriendo bienes o experiencias triviales de dudosa calidad y de, en teoría, bajo precio. La aparente democratización del lujo (del falso lujo) parecía conducirnos a una sociedad con menos diferencias. Para eso se extendió el crédito y se inventaron los lujos Low Cost, una fantasía a la que se acaban destinando muchos recursos.
Hay más gente que tiene poco dinero que gente que tiene mucho dinero. Pero los muchos pocos implican grandes beneficios. Por eso es tan importante convencer a la gente de que gaste lo que tiene y lo que no en cosas prescindibles para acceder a esos lujos ficticios e innecesarios (aún a costa de perder de vista otros lujos más sencillos y, quizá, más verdaderos). Es como ofrecer azúcar a un diabético. Por eso, cuando no se tiene mucho dinero es especialmente importante realizar un ejercicio de reflexión para identificar las cosas esenciales, no perderlas de vista y agarrarse bien al mástil para eludir los cantos de sirena. Es una cuestión de defensa propia. Es una forma sencilla, también, de ampliar nuestra parcela de libertad.
Sobre este blog
Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.