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La enésima amenaza

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Puede que una amenaza funcione la primera vez. Quizás también al segundo intento. Ya es bastante más complicado que alguien se lo tome en serio a la tercera advertencia. Cuando los avisos son constantes y reiterados, sin embargo, es prácticamente seguro que no será suficiente con poner cara de enfado y levantar un poco la voz para torcer la voluntad de tu interlocutor. Si siempre se queda en un amago, pasas a formar parte del paisaje como un simple ruido de fondo, molesto tal vez, pero con nula capacidad de presión e intervención.

Es lo que le ha ocurrido al PRC a lo largo de esta legislatura, en la que lleva casi dos años amagando con romper definitivamente con el Ejecutivo de María José Sáenz de Buruaga ante la “sucesión de incumplimientos” que acumulan los dos acuerdos presupuestarios suscritos con el PP, en donde no parecen muy preocupados por el supuesto riesgo de perder los apoyos parlamentarios de los regionalistas llegado el caso.

“Nosotros somos gente de palabra y creemos que ha llegado el momento de la verdad: el Gobierno de Cantabria tiene que demostrar con hechos que también lo es si quiere seguir contando con el PRC, porque el tiempo de la confianza se ha terminado”, ha repetido por enésima vez esta semana Pedro Hernando, que también ha hecho una petición formal a Buruaga y sus consejeros para que “se pongan las pilas este verano” de cara a una hipotética reunión de la comisión de seguimiento del pacto... para el mes de septiembre.

Desde las filas populares ni siquiera ha habido una respuesta oficial o un intento de rebajar los ánimos. Si nos atenemos a los hechos, incluso, parece un cierto pitorreo que justo al día siguiente de esta reclamación de “ponerse las pilas” la agenda oficial de Buruaga y sus consejeros haya incluido nada menos que once misas y cinco procesiones en distintos puntos de Cantabria, con un fervor religioso por la festividad de El Carmen que roza lo cómico. Obviamente, cada uno elige sus prioridades, pero no creo que sea muy arriesgado decir que ese amplio despliegue por la liturgia católica no lanza precisamente un mensaje de urgencia por resolver las cuestiones pendientes en sus acuerdos con el PRC. Más bien parece un retador: “Y si no... ¿qué?”.

Y es que a los regionalistas la aritmética les jugó una mala pasada esta legislatura y, por más que insistan, tienen una posición muy incómoda. Pueden lanzar todos los órdagos que quieran, pero no son imprescindibles para salvar una mayoría parlamentaria y el PP tendrá siempre el as en la manga de Vox, que ha pasado por el aro siempre que ha hecho falta, como ocurrió en la polémica Ley de Simplificación Administrativa.

Sus amenazas caen en saco roto porque no tienen una posición de fuerza ni podrán torcer el brazo a Buruaga retirándole su apoyo, por lo que deberían decidir pronto cuál es el camino para hacer una oposición constructiva que no les lleve a la irrelevancia electoral en un futuro cercano sin sobreactuar constantemente.