Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Mirar hacia otro lado
Cuando Perseo puso su pie en el interior de la morada de Medusa, tened por seguro que lo primero que dijo fue: por el amor de Zeus, ¿¡qué Hades hago yo aquí!? Es de suponer que, entre apresurados sístoles y diástoles, su tembloroso y sudoroso corazón no dejase de pensar ni un instante en que el cabello de la Gorgona había sido sustituido por voraces serpientes y en que la visión de su mirada convertía a los hombres en piedra.
Imagino aquel lugar como un frasco oscuro, sucio y desordenado de colonia barata; un habitáculo que contenía el mismo aroma que se encontraban las madres griegas de pueblo cuando iban a visitar el piso de estudiante de sus hijos en la Universidad de Atenas.
-No hay que mirarle directamente a los ojos o te convertirás en piedra. Toma; esto podría serte útil-, le había dicho la diosa Atenea mientras le regalaba un escudo con un espejo en su interior.
Por supuesto, Perseo (aún no pudiendo mirar directamente a la cara de su enemigo) mató a la Gorgona y se casó con la chica guapa. A diferencia de la mayoría de nosotros, los héroes solo son gente como tú y como yo que encuentra la manera de no quedarse petrificados y de enfrentarse de frente a la adversidad.
Más de dos mil años después.
Cuando de críos pensamos en los mitos y en las hazañas del pasado, nos pedimos la piel del “bueno”; sin duda, querríamos ser Perseo y enfrentarnos a Medusa. Sin embargo, cuando más de dos mil años después leemos las noticias y permanecemos callados, dejamos claro que no lo somos.
Miramos al techo cuando los seres humanos se mueren de hambre o de sed, cuando desaparecen intentando cruzar el mediterráneo en busca de una vida mejor o cuando 71 de ellos fenecen escondidos en Austria en un maldito camión.
Ponemos el grito en el cielo y, mientras miramos hacia las nubes, nos llevamos las manos a la cabeza dos minutos (más otros dos al hablarlo en la cafetería o en la cola de pescadería). Acto seguido, nos vamos a comprar unos pantalones hechos en un país donde no se respetan los derechos laborales y nos comemos cualquier tentempié que alguna multinacional europea ha fabricado explotando a los agricultores de algún lugar que no sabemos ni situar en el mapa. Perpetuamos su miseria y miramos hacia otro lado porque nos resulta mucho más barato que pagar las cosas por su valor.
La Solución Final.
Cuando vienen oleadas y oleadas de inmigrantes porque no tienen nada que perder, porque el hambre y las guerras les matan a cucharadas, aparecen los iluminados del mundo asegurando que los inmigrantes están aquí para quitarnos el pan y destruir nuestro Estado del Bienestar (como si no lo hubiéramos construido a base de machacarles a ellos primero). Mensajes de odio y xenofobia que forjan a los mesías de la patria nuestra de cada día.
-¡Primero nosotros!
Al tiempo, cargamos contra la UE y la ONU por su pasividad (dejadme que os cuente un secreto: las instituciones europeas están plagadas de gente muy capacitada para sacar esta y otras crisis adelante. Lo que sucede es que no son libres; son los gobiernos de los países miembros los que mandan completamente sobre ellas).
-Más fácil, más barato, más rápido; mire usted hacia otro lado.
Pero, lo que es más triste, es que permitimos que esto suceda porque sabemos que repartir supone reducir un poco nuestro consumo de agua, la energía y la variedad de productos en nuestros supermercados (claro, y que no se hagan aeropuertos en Castellón, teleféricos deficitarios o que se paguen cañones de confeti en los cumpleaños de algunos niños).
Armados con una espada con cámara de 10 millones de megapíxeles, cada vez que hablamos con nuestros amigos de lo mal que va todo, nos creemos Perseo enfrentándose a la Gorgona. Sin embargo, si nos parásemos un instante y nos fijásemos en el espejo de nuestro escudo, lo único que veríamos sería nuestra cara esculpida en una estatua de piedra, con la cabeza girada y mirando hacia otro lado.
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