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ENTREVISTA | Javier Zueco, jefe de Cardiología de Valdecilla

“Hay que reinventar la atención sanitaria e intentaremos que esos aplausos de los ciudadanos no sean en balde”

Javier Zueco, jefe de Cardiología del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla. | ARCHIVO

Laro García

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Javier Zueco, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (HUMV) de Santander, ha sufrido como prácticamente todos los profesionales sanitarios el tsunami que ha puesto patas arriba al sistema sanitario español durante los últimos meses como consecuencia de la pandemia mundial de la COVID-19. Este médico, que lleva desarrollando su labor en la joya de la corona de la sanidad cántabra desde hace casi cuatro décadas, reconoce que habrá que “reinventar la atención sanitaria”, una tarea para la que serán necesarios mayores presupuestos y plantillas más amplias para evitar que un rebrote del coronavirus nos ponga de nuevo contra las cuerdas. “No se podría consentir que ahora nos pillara el toro otra vez”, subraya. A juicio de este eminente cardiólogo, que fue considerado por la revista Forbes como uno de los 100 mejores médicos de España, “la situación es dura económicamente, pero si tenemos claro que el bien prioritario a proteger es la salud, nunca habrá un mejor momento para hacerlo”.

¿Cómo ha vivido los dos últimos meses a nivel profesional y cómo le ha afectado la crisis sanitaria desatada por la COVID-19?

Ha sido una auténtica revolución, y eso que no pertenezco a uno de los servicios directamente implicados. Al ser una patología infecciosa que donde más daño hace es a nivel respiratorio, corre a cargo de las personas que están al frente de esas especialidades. Sin embargo, lo que sí que se ha demostrado es que los que estamos en los hospitales, antes que especialistas, somos médicos. Esta desgracia, que ha arrasado a algunos hospitales, ha provocado que diera igual que fuéramos cardiólogos, endocrinos, neumólogos... Hemos ayudado todos en lo que hemos podido y de la mejor forma en la que hemos sabido, porque somos médicos y hemos empujado para ayudar a esos servicios que estaban en la primera línea.

Eso ha sido un gran logro: convertir un hospital de muchas especialidades en un hospital de enfermedades infecciosas, sobre todo en esas semanas críticas en las que llegó la avalancha. Sin embargo, a pesar de este problema la vida continúa, y por muchos enfermos que haya de una patología, las demás patologías de cualquier otra índole -cardíaca, neurológica, digestiva, traumatológica- han seguido existiendo, y una de las cosas que más satisfacción deja todo esto es que pudiéramos hacer dos hospitales diferenciados: un hospital COVID, infectado, por así decirlo, y otra parte de hospital ajeno a esa problemática y totalmente independiente, completamente limpio, cada uno con su entrada, con sus circuitos, con sus especialistas bien determinados.

Además de colaborar prestando nuestros servicios médicos tratando COVID, muy en precario, porque teníamos menos camas, menos UCI y menos de todo, hemos seguido atendiendo a todas esas patologías que si bien al principio, sobre todo en el mes de marzo, venían menos de lo que estamos acostumbrados, desde el mes de abril hemos tenido una progresiva vuelta a la normalidad. Lógicamente, cuando tienes una epidemia, el miedo es libre y la gente ha pensado que el hospital era un territorio inhóspito. Tras los mensajes que hemos lanzado, los pacientes se han dado cuenta de que al hospital podían venir de forma segura y les hemos podido atender de manera adecuada y correcta.

¿Quizás cundió demasiado el mensaje del 'quédate en casa' inicial incluso cuando era necesario ir al hospital por otras dolencias?

Eso es, exactamente. Un paciente que tiene un infarto, que tiene un cólico renal, que tiene un ictus... son cosas con las que no se puede evitar ir a un hospital. Pero sí que hay patologías que se manifiestan de otra forma y que la gente ha soportado en casa. Por ejemplo, un infarto es un proceso muy grave, pero cuyo síntoma y su característica clínica es el dolor intenso en el pecho. Claro está que si tú te quedas en casa, el dolor se puede acabar pasando, mal o bien, pero a costa de haber asumido un riesgo totalmente innecesario.

Si nos ponemos en el planteamiento de un paciente los días 18 o 20 de marzo, en los que veía esas imágenes dantescas de los hospitales de Madrid o Milán, y escuchaba todos esos consejos que llamaban a quedarse en casa, creo que el miedo hizo que muchos no acudieran cuando tenían que haber ido al hospital. Me acuerdo de una conversación con un jefe de Cirugía de Valdecilla que me contaba que en 15 días no había intervenido ninguna apendicitis. Esa es una enfermedad que no responde a ninguna epidemia ni a ninguna época concreta. Igual que ocurre con los infartos. Hemos visto algunas cosas después que la gente pasó en su casa. Los infartos son algo que siempre hay que tratar cuanto antes. Aguantaban en casa, y cuando venían... venían tarde. Eso provoca que lleguen con un daño más avanzado y que cueste más recuperar ese tejido dañado.

Las campañas que se han hecho, el ver que nuestro hospital, con las cifras que diariamente se iban dando, no estaba desbordado, ha hecho que poco a poco las cosas vuelvan a su cauce y la gente tiene que ser consciente de que hay dos hospitales y tienen que tener esa garantía para ir a los servicios de Urgencias cuando lo precisen. Otra cosa es recuperar la actividad normal, que eso sí que va a costar más. La actividad de un hospital no solamente es para los procesos urgentes, sino también para todos aquellos que se programan. Ha habido que retrasarlo, que dejar pendientes muchas cosas.

¿Cómo se ha hecho eso?

Cerrar el hospital es lo más fácil. Echas el candado, dices que no se hace ningún procedimiento, pero en algún momento tienes que iniciar la desescalada. El arrancar supone hacer una serie de circuitos con unas circunstancias y unos protocolos como que no puede haber personas a menos de dos metros de distancia. Eso está cambiando mucho los esquemas mentales que teníamos en las zonas de las consultas o en las zonas de las pruebas que vienen en el día. Una simple cifra: en la zona de Valdecilla Sur, donde están las consultas, en condiciones normales vienen 3.500 personas diariamente para hacerse pruebas. Claro, esas 3.500 personas desde las ocho de la mañana a las tres de la tarde, ¿cómo las puedes meter ahora? ¿Cómo puede absorber el sistema este problema? Con una distancia mínima entre personas, ¿cómo haces para que compartan una sala de espera?

Esa desescalada hospitalaria obligará a repensar por completo el sistema sanitario...

Todo. Desde Atención Primaria nos pedían muchas pruebas, hacíamos muchos controles y seguimientos periódicos con consultas, en un ciclo en el que tú veías a un paciente, le pedías una prueba de la especialidad que fuera, y lo volvías a citar. Por mucho que tú regules las citas, se reúnen 40 o 50 pacientes en las salas de espera que comparten el espacio. Eso ahora no puede seguir siendo así. Habrá que buscar soluciones. ¿Qué soluciones? Habrá que ser originales y consecuentes con esa situación. Como todavía no tenemos a la gente testada para que se sepa si pueden o no pueden ser contagiosos, hay que plantear cómo hacer eso. Si antes veías a 200 personas de una especialidad en ocho horas, ahora será imposible. Tenemos los espacios que tenemos y el hospital no estaba diseñado para esto. Habrá que aquilatar al máximo los horarios, ver la forma de que no acudan pacientes que no lo requieren a través de la medicina telemática... Seguramente habrá que cambiar, los hospitales tendrán que estar abiertos muchas más horas, porque hay que buscar horarios y espacios. Estamos en esta fase, empezando a pensar y a diseñar nuevos circuitos, redibujando un nuevo modelo de gestión hospitalaria. La medicina es la misma, pero va a ser difícil y complejo.

¿Por dónde debería empezar ese rediseño del modelo hospitalario?

Necesitamos que la Administración nos pueda dar herramientas y disponibilidad de horarios diferentes. Habrá que acostumbrarse a otras cosas. Tendremos que hablar con los médicos de Atención Primaria para ver si algunas de las solicitudes las podemos resolver telemáticamente, por ejemplo. Hacer un cambio bastante importante en la medicina ambulatoria. A los pacientes que hay que ingresar, ya los estamos ingresando. Eso lo tenemos establecido y se ha ido recuperando con unas garantías adecuadas. Pero el aluvión grande, esos 3.500 pacientes que pueden venir en un día, eso hay que reconducirlo, porque no pueden venir a la vez. Esto es así.

Habrá que buscar fórmulas generosas, con el apoyo de la Administración, ampliando horarios, con la contratación de más personal que pueda ayudar a atender a todos estos pacientes que se han quedado retrasados, con sus citas suspendidas. La Administración, que hace poco se sentía orgullosa de nosotros y que era capaz de solventar problemas logísticos como las mascarillas, los EPIs, o los respiradores para las UCI, tendrá que dar un paso adelante y proporcionar lo que necesitamos de una manera ordenada.

Esa reorganización exige más personal, más financiación, y también bastante paciencia por parte de los ciudadanos que tienen pendientes sus citas. ¿Hablar ahora de listas de espera es inútil?

La ciudadanía, los pacientes, tienen que saber que hay dos formas de enfocar sus enfermedades: una urgente, para la que los hospitales están abiertos las 24 horas del día. Una persona que tenga un infarto, que tenga un ictus, que tenga una rotura de cadera... siempre va a existir un sistema para atenderlo, como siempre se ha hecho. La otra forma, la medicina programada, la ambulatoria, en la que el paciente va y viene el mismo día después de pasar consulta o hacer una prueba, se tiene que reducir porque no hay espacio para que los pacientes convivan simultáneamente en las salas de espera. Tienen que ser conscientes de que ese tipo de pruebas tardarán más de lo que estábamos acostumbrados porque no hay otra opción, y eso lo tiene que decir también la Administración.

Estamos en una situación de dificultad extrema. No porque no seamos capaces de ver a los pacientes, sino porque el sistema requiere de una separación física y una seguridad absoluta para evitar contagios. Debemos desinfectar y limpiar, por ejemplo, lo que nos obligará a ver menos pacientes, porque no da tiempo para más. A no ser que dispongas de más horas. Los hospitales habitualmente no están abiertos por las tardes y el trabajo era fundamentalmente de mañana. ¡Pues igual hay que cambiar esa situación! Los médicos podemos hacerlo siempre y cuando la Administración dé un paso adelante, porque eso implica muchos más gastos. Económicamente, con el poco dinero que va a quedar, nos podemos hacer una idea. Partimos de que la situación es dura económicamente, pero si tenemos claro que el bien prioritario a proteger es la salud, nunca habrá un mejor momento para hacerlo.

Durante estos meses se ha hecho muy notorio el reconocimiento social del trabajo de los profesionales sanitarios, con esos aplausos desde las ventanas a las ocho de la tarde, pero... ¿cree que esa importancia se va a trasladar a los presupuestos por parte de la Administración?

No lo sé. Me gustaría ser optimista y decir que sí, que esos aplausos se van a convertir en un flujo de apoyo personal y logístico al sistema sanitario, pero no lo sé. Ahora mismo la población está muy concienciada con la situación, pero pasados unos meses, porque esto va a durar y no se solucionará de la noche a la mañana, vamos a tener que estar con un ojo a nuestras espaldas vigilando a ver si nos ataca el dichoso virus. La gente querrá que sus dolencias, que sus citas, que sus pruebas sean atendidas, y nosotros no vamos a poder darles una respuesta como nos gustaría, con una asistencia adecuada en tiempo y forma. Por eso espero que la Administración haya oído esos aplausos, tome nota y diga que no va a decepcionarnos, ni a la población ni a los profesionales. La ciudadanía tiene que sentirse escuchada y nosotros disponer de los medios para hacer nuestro trabajo, la medicina que hay que hacer. El apoyo tiene que traducirse en presupuesto y en recursos logísticos y humanos de acuerdo a lo que necesita el sistema.

En lo que tiene que ver con su especialidad, la Cardiología, ¿cómo afectará a largo plazo el periodo de confinamiento al que se ha sometido la población? ¿Tendrá algún efecto la ansiedad o el estrés producido por esta situación?

Llevamos dos meses desde que se decretó el confinamiento. Después de un primer mes con muy pocos pacientes, ¿qué hemos visto en las últimas semanas? El paciente que acude a Urgencias con infartos o anginas de pecho es similar al que teníamos antes. No hay más. Tendremos que verlo a final de año, para poder hacer una comparación estadística adecuada. Obviamente, sí que estamos viendo que muchos de estos procesos isquémicos vienen un poquito más tarde de lo que les correspondería. Siempre me estoy refiriendo a Urgencias, no al paciente que está esperando a que le llamen a consulta. El prototipo del señor que a media tarde se marea, le duele el pecho... antes venía con más premura. Ahora tardan un poquito. Se lo piensan más y eso hace que vengan peor. Eso sí estamos viendo que progresivamente va mejorando. Los procesos que provocan las enfermedades que tratamos están asociados a situaciones de esfuerzo, y si están en casa quietos, eso no ocurre. El estrés o la ansiedad dependen de las personas. Habrá quién no tolere el confinamiento y se pone de los nervios, pero no estamos viendo eso. La gente prioriza mucho y sabe que si tiene que estar, no queda otra. Como siempre digo: “No hay nada mejor que las tres 'pes': paciencia, paciencia y paciencia”.

Aquí no hemos visto las imágenes que sí han ocurrido en grandes hospitales de Madrid, por ejemplo. En Valdecilla no hemos estado desbordados y los cántabros han tenido esa suerte. Hemos podido llevarlo de otra manera y con más tranquilidad, lo que nos ha permitido preparar circuitos y otras cosas para estar preparados. Nuestros compañeros de Madrid recibían cientos de pacientes cada día, que además no podían ser dados de alta, por lo que se acumulaban durante mucho tiempo. Y obligó a lo que obligó: a IFEMA, a hoteles medicalizados... Eso aquí no lo hemos visto, pero tenemos que aprender a atender a ese flujo de pacientes de una forma radicalmente diferente a la que estábamos acostumbrados. Cambiaremos, claro que cambiaremos. Tiraremos más del ordenador, de las llamadas telefónicas, hablaremos más con nuestros colegas de Atención Primaria. Intentaremos resolver problemas de una manera diferente. Hay que reinventar la atención sanitaria e intentaremos que esos aplausos de los ciudadanos no sean en balde. Necesitamos que la Administración nos ayude y nos apoye de verdad, con apoyos presupuestarios firmes. Cantabria y Valdecilla necesitan dinero para la Sanidad, porque esto ha venido ahora, pero ¿qué pasará en otoño? Nadie lo sabe.

El personal sanitario ha sido el que ha estado en primera línea y sus profesionales están dentro de los colectivos más afectados en cuanto a contagios. ¿Ha faltado esa prevención o era imposible estar preparado para una cosa como la que ha ocurrido?

Ha ocurrido en hospitales y en sistemas sanitarios de todo el mundo. Las cosas suceden porque nadie contaba con esto. Cualquiera puede hacer esa reflexión. Recuerdo esas imágenes de enero o principios de febrero, cuando veíamos lo que pasaba en China, con esos hospitales para 1.000 enfermos que hacían en diez días en Wuhan. Igual que lo he visto yo, lo veían las autoridades de todo el mundo. Cada cual tendrá las responsabilidades que tenga, pero hay que ponerse siempre en la peor de las situaciones y pensar que hoy en día, con los movimientos sociales que hay, ya sea de viajes, de vacaciones, comerciales, de todo, que una infección que haya en China, ¿por qué no va a llegar a Europa o a Estados Unidos? Ahí no lo supimos valorar. Y que no lo sepamos valorar los que nos dedicamos a atender pacientes en nuestra parcela, bueno, pero creo que hubo una cierta lentitud en la respuesta por no valorar lo que se debería haber valorado por los que sí son responsables de valorarlo. Hay sitios que lo han hecho mejor. En Alemania dieron una respuesta más rápida y empezaron a testar antes a la gente.

¿Ha faltado material en los hospitales?

Lo cierto es que al principio de la pandemia nos pilló sin las debidas protecciones porque no las había. Un hospital tiene muchas cosas, pero no infinitas cosas. Aquí, en Valdecilla, no llegó a ocurrir, pero hubo hospitales en otras partes de España donde los sanitarios caían contagiados como moscas. No había materiales y esos materiales se fabrican en China, donde ya estaban saturados por su problema interior. Se entró en una dinámica donde no había o donde alguien decidió acumular para ganar dinero especulando con ello. Dicho así, suena mal, pero es la realidad.

Las autoridades sanitarias españolas podrían haber visto antes las orejas al lobo, pero no fue así. Hubo que sacar mascarillas de debajo de las piedras. Aquí nos salvó la semana o diez días de decalaje que tuvimos con otras autonomías y que al final no llegó del todo el virus. Aquí cerramos todo, se bloqueó todo salvo la asistencia urgente, y eso nos permitió no contagiarnos. El día 2 de marzo, que parece que fue hace un año pero que está ahí mismo, a todo mi servicio le recomendé que se pusiera mascarilla. Algo veías las orejas a ese lobo. Que no había suficientes, pero las sacamos, las controlamos, las administramos. Se bloquearon cosas que hicieron que después se pudieran racionar esas mascarillas para la gente que tuvo que estar al pie del cañón. Eso nos salvó y no hemos tenido una tasa de infección muy grande. En Madrid había medias plantillas que se quedaban totalmente paradas porque estaban infectados. Aquí separamos plantillas, dividimos los servicios, protegimos a la mitad de la plantilla de retén en su casa haciendo telemedicina y la otra mitad estaba en el hospital al pie del cañón. Y a la semana siguiente se revertía, para intentar salvaguardar la salud de todos. Tuvimos éxito y eso salió bien.

¿Estamos más preparados para un posible rebrote aprendiendo de los errores de esta primera oleada?

No se podría consentir que ahora nos pillara el toro otra vez. En cuanto a disponibilidad de camas para UCI se van a habilitar una serie de espacios, con lo que va a existir siempre la posibilidad de que en 24 o 48 horas tengamos otras 30 o 40 camas adicionales con sus respiradores, con su material disponible. Igual que los circuitos y los protocolos que tenemos hechos. Y los materiales tendremos que tenerlos. ¡Ojalá se caduquen todos! Eso será señal de que no los hemos usado. Para eso, las autoridades encargadas de esta infraestructura tienen que estar alerta y aconsejadas de una manera eficiente. Se trata de tener lo que haga falta, de calidad, a buen precio y con cierta anticipación. Ahora hay que hacerlo y alguien tendrá que organizar todo eso.

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