Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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No habrá cordón democrático contra la ultraderecha. No lo habrá porque Casado no está dispuesto a romper con Vox allí donde lo necesita para gobernar. No lo habrá porque la prensa de derechas babea con la posibilidad de un gobierno conjunto en Castilla y León que sea la antesala de Andalucía primero y después de La Moncloa. No lo habrá porque a la derecha española no le asquea lo más mínimo aliarse con la extrema derecha machista, racista y homófoba que propone en el Parlamento controles a la migración del Franquismo. No lo habrá porque PP y Vox son astillas del mismo palo, aunque a la derecha europea la alianza le escandalice. No lo habrá aunque Casado ahora diga misa porque, en realidad, comulgan en la misma iglesia.
De Aznar a Ayuso pasando por la caverna, de la oligarquía a la judicatura reaccionaria, la derecha española trabaja incansable desde hace años para recuperar el poder, destruir a la izquierda contestataria, arrinconar a las nacionalidades periféricas y restaurar la España única, uniforme y unívoca de herencia franquista. Casado ya dijo que no tendría ningún problema en nombrar ministros de Vox si hiciera falta porque Vox es el partido que les recoge los votos que han perdido por corrupción o por veletas. No quería tener que hacerlo hasta que llegaran las generales pero se equivocó como Casero al pulsar el botón de votar y ahora se los tendrá que comer en Castilla y León y Andalucía.
Aquí no ocurrirá como en Francia o Alemania, donde el resto de partidos ha arrinconado al fascismo, mucho menos sucederá como en Grecia, donde desde los medios a los jueces, desde las instituciones a los activistas, derrotaron a Amanecer Dorado movilizándose contra los ultras. Aquí el franquismo es cultural y la extrema derecha, estructural. Tiene el poder, los medios, el dinero y una Internacional Reaccionaria financiando, asesorando y organizando el asalto a las instituciones, como antes hizo en Estados Unidos, Brasil, Hungría, Reino Unido o Polonia. Somos los siguientes en la lista.
Cada vez la extrema derecha está más cerca de gobernar y cada vez lo hace mejor para conseguirlo. No sólo controla la intoxicación de las redes y el debate, no sólo cala en las instituciones del Estado y entre los cayetanos de donde provienen sus dirigentes, ahora también han bajado a pie de calle. Hay que reconocerlo para saber combatirlo: el discurso de Abascal en la noche electoral el domingo y este miércoles en el Congreso fue el más pegado a las preocupaciones de la gente. Dejó el tono exaltado para hablar de la luz, el paro, el pan, la España Vaciada, la incertidumbre. ¡Obrero y español!, cantaban en la noche electoral. Sí, como los nazis de Hogar Social, pero funciona como le funcionó a Trump. El nacionalismo presuntamente obrero y antisistema funciona cuando la crisis global aprieta.
¿Qué hacer cuando la indignación se ha vuelto de ultraderecha, cuando la ultraderecha le ha quitado a la izquierda la protesta, cuando ser facha está de moda? La izquierda tiene que recuperar lo que ha perdido: la calle, la iniciativa, la ilusión, la capacidad de motivar y movilizar. Eso no se consigue con medias tintas. La izquierda tiene que ser izquierda. Atrevida, audaz, emocionante. Dejarse de debate de esencias y centrarse en las realidades, en las inquietudes sociales y sus soluciones materiales, no sólo de las minorías vulnerables, también de las mayorías oprimidas. Reivindicar la defensa de la solidaridad y de lo público, de la cooperación, el apoyo y el cuidado que floreció en la pandemia.
Creo que es evidente que ya no puede hacerse desde la marca Unidas Podemos que ha cumplido su función pero está desgastada por los ataques externos, las luchas internas y el ejercicio de gobierno. Sin embargo, Yolanda Díaz es una marca en alza que sí puede presumir de sus logros y su capacidad de diálogo. Su proyecto tiene que ponerse en marcha con urgencia y crear un frente amplio, sin duda liderado por mujeres, en el que estén representadas las distintas sensibilidades ideológicas y territoriales. Un proyecto que impulse la inmensa base de los partidos y movimientos sociales para dar la batalla frente al rodillo mediático y el fáctico.
Se necesita también un PSOE que no escriba al dictado de las élites, que no retroceda ante el ruido de una derecha que jamás le votará. Se necesita una izquierda que no retroceda ante la ultraderecha sino que avance más rápido que ella. Una izquierda que aúne al país y a las distintas izquierdas nacionales y nacionalistas. Una izquierda que sea más izquierda, que conquiste más derechos y ofrezca más certezas. El único cordón democrático a la extrema derecha es más democracia, más igualdad, más progreso: más izquierda, no menos.
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