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Opinión - Pedir perdón y que resulte sincero. Por Esther Palomera
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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Franco sigue tomando cañas

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Los franquistas han vuelto a celebrar el 20N a sus anchas. Misas por aquí y por acullá, una de ellas con la bandera del pollo en el altar y los zombis franquistas que aún respiran, otra con Pablo Casado que en la fiesta se coló y luego dijo que fue por error (lo suyo tiene excusa, hay tantas misas por Franco el 20N que lo raro es no colarse en una, pero lo de las iglesias pidiendo por el alma de un desalmado, además de ser una paradoja, tiene menos perdón de dios). Y además, concentraciones en la Plaza de Oriente y Mingorrubio y marchas brazo en alto hacia el Valle de los Caídos y por las calles de Madrid o de Alicante. Lo típico de una democracia avanzada que ha hecho justicia con la dictadura genocida. Disculpen la ironía. 

Para rematar la verbena, varios medios independientes especialmente señalados por los fascistas, Kaos en la Red, La Última Hora, Arainfo, La Marea y El Salto, fueron víctimas de un ciberataque que tumbó sus webs y les ha impedido informar desde entonces con normalidad y les está provocando enormes daños y pérdidas. Qué casualidad que sean medios antifascistas y en el caso de La Marea y El Salto, los impulsores del reciente libro De los neocon a los neonazis y de algunas de las mejores investigaciones sobre el franquismo, Vox y la extrema derecha en España. Un ataque de estas características necesita gente y dinero. Si quieren saber quiénes están detrás y de dónde sale la pasta, no tienen más que leer los medios atacados. Ellos lo cuentan.  

Normal que la ultraderecha ande crecidita, tapando bocas. Ya las han amordazado en la tele, como contamos hace días, porque tienen a parte de la oligarquía detrás, metida en las grandes empresas y en los grandes medios. Cuentan también con el apoyo de parte de la Iglesia, con el Opus en puestos de relevancia y con el lobbie HazteOír poniendo panoja para sus aquelarres homófobos, tránsfobos y antifeministas. Están en las administraciones e instituciones, desde la Justicia al Ejército y la Policía. Gobiernan en la sombra con el PP y Ciudadanos en Madrid y Andalucía. Y son tercera fuerza en el Congreso de los Diputados. Un 20N todos los días.

Normal que anden subiditos, si hace dos meses el Ayuntamiento de Madrid que destruyó las placas a un ministro y un presidente de la República, devolvió la calle al sanguinario Millán Astray, a instancias de un tribunal por denuncia de un grupo de franquistas. En España, el Código Penal castiga las ideas que justifiquen los regímenes genocidas, la exaltación del terrorismo y la humillación de las víctimas. En España, hay una Ley de Memoria Histórica que prohíbe las placas de homenaje a franquistas. En España, todavía hay más de 500 placas de calles dedicadas a la dictadura. Pero algunos jueces y políticos españoles aún se siguen cuadrando ante Franco.   

Es cierto que a los mítines y manis del 20N fueron los mismos cuatro fachas decrépitos con sus nietos neonazis de la mano, pero aunque estamos muy a favor de la libertad de expresión, va siendo hora de que las Delegaciones de Gobierno y los jueces muestren un poco de respeto por las víctimas del Régimen. La nueva Ley de Memoria Democrática es la oportunidad de acabar con la Amnistía que pudo tener sentido en la Transición, pero no medio siglo después de la muerte del dictador. 

El problema es que eso sería reconocer las culpas de muchos jerarcas vivos, señalar a muchas familias de postín y reconocer que el patrimonio de algunas grandes fortunas actuales provienen del expolio franquista. Y ahí se levanta un muro más alto que la cruz del Valle de Cuelgamuros. Por las presiones de ERC, el Gobierno de coalición ha acabado añadiendo un texto a la nueva ley que es una estrecha grieta por la que se podrían juzgar en España los crímenes del franquismo. No es una grieta lo que hace falta sino destruir a mazazos la impunidad del Régimen para destruir también la de sus herederos en el Congreso. Pero Franco no está muerto, no, no, que sigue tomando cañas. Lelelerele.

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