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¿Cuántas veces al día necesitamos la agricultura?

Campo de cereales

Pilar Virtudes

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El campo están crisis, las explotaciones no son rentables, producir alimentos es más caro que importarlos de terceros países, las administraciones no logran frenar la despoblación del medio rural. No hay soluciones a corto plazo pero qué nos pasaría si los agricultores y ganaderos dejaran de producir y los habitantes de los pueblos se rindiesen. Alberto Mellado, consultor agroalimentario y ambiental, tiene claras las consecuencias de no dar soluciones a un problema que afecta a toda la sociedad.

Para él hay una pregunta sencilla que debemos hacernos: ¿Cuantas veces al día necesitamos un agricultor? La respuesta también lo es: entre tres y cinco veces, es decir, todas aquellas que necesitamos alimentarnos. Mucho más que a un médico, que a un abogado, que a un mecánico o a un economista.

Por lo tanto, pregunta: ¿Son necesarios los agricultores? “Sí, cinco veces al día, así de fácil”, dice.

La agricultura es “un sector es estratégico, si no hay agricultores en España nos enfrentaríamos a una escala de precios de la materia prima, de los alimentos, brutal”. Si no producimos alimentos aquí, “los tendríamos que importar, entonces estaríamos a merced de terceros países, del negocio que quisieran hacer con nosotros. Un negocio muy fácil porque comer tenemos que comer”. Por eso, para que “nosotros tengamos un alimentación de fácil acceso, a un precio asequible, sana y de calidad es esencial que este sector estratégico no desparezca” y tenga buena salud.

Alberto Mellado recuerda que los estándares de calidad en la UE tanto medioambientales como de seguridad alimentaria son muy altos, pero los terceros países tienen unas reglas de juego distintas a las nuestras y nos venden un producto muy diferente de los que tenemos nosotros por eso “es esencial mantener a los agricultores”.

Pero los agricultores no sólo nos proporcionan alimentos sanos sino que hacen otras muchas labores para la sociedad.

Así, Alberto Mellado se pregunta: ¿Cuánto ha aumentado tu gasto energético?

El consumo de energía es mayor cada año. “El aumento de mi consumo energético es debido a que las necesidades de refrigeración son mayores que antes porque estamos metidos en un cambio climático”.

Sin embargo, los agricultores nos pueden ayudar también a revertir esta situación: “Pueden actuar como filtro para mitigar nuestra huella de carbono, pueden ser un aliado para que el consumo energético deje de aumentar y mis gastos energéticos dejen de crecer”.

Así, “aunque a día de hoy la agricultura es emisora de CO2, con prácticas muy simples por ejemplo de cubiertas vegetales, puedo invertir esa tendencia. Todo el campo de Castilla-La Mancha puede actuar como un filtro y como un medio de capturar CO2, sería una ayuda para bajar esa huella de carbono y mitigar ese cambio climático. Esto va a influir directamente en mi factura, en mi consumo energético”, dice. 

Pero además, Alberto se pregunta cómo cambiaría la vida de las ciudades si la población del medio rural desertara finalmente. ¿Cuánto puede disminuir el bienestar en las ciudades?

Si a la población rural no se le dan medios para sobrevivir en el campo, en la España rural, tendrá que ir a las ciudades. “Habrá más migración y eso implicará que tengamos que tener la M-60,  la M-70, porque toda la gente que va a las ciudades tendrá que moverse, serán más vehículos, ciudades más grandes, más atascos, más contaminación, los servicios se irán colapsando y una disminución de la calidad de vida”, augura.

Sin embargo, invertir en que el campo “sea un lugar atractivo para vivir, las ciudades serían más amigables. El medio rural puede ser un aliado al medio urbano”, señala.  Por eso cree que debemos parar y preguntarnos “hacia dónde vamos”.

Y aún peor es preguntarse cuánto se puede deteriorar nuestra salud si no conseguimos frenar la despoblación y el abandono. “El campo es un filtro de contaminación, una zonas tampón, entre ciudad y ciudad”, dice, porque entre dos zonas urbanas “tenemos un campo que puede mitigar hasta cierto punto la contaminación”.

Porque, aunque la agricultura desparezca seguirá habiendo campo, pero el campo salvaje, al contrario de lo que se piensa. tampoco es un gran filtro porque “un bosque cuando se hace maduro tiene equilibrio propio: doy y tomo. Son los árboles jóvenes, cuando van creciendo cuando absorben mucho carbono, pero los viejos, no”, señala.

Las praderas, los pastos, son grandes sumideros de carbono y esto necesita una gestión por parte de los habitantes del medio rural. “Nuestros suelos a día de hoy están con una materia orgánica muy baja, esa materia orgánica es carbono, si yo me los traigo a la tierra ya tengo un filtro y un sumidero, esa es una de la cosa que hacen las praderas”, señala.

Una masa forestal creciente y vieja

Pero además, si no se hace la gestión de los bosques habrá más incendios y eso también influirá muy negativamente en la salud y en el cambio climático.

Cree que actualmente hay menos incendios pero más grandes porque la masa forestal ha aumentado brutalmente porque no se extrae nada de madera. “Tenemos una masa forestal vieja, con mucha madera, mucho mas peligro de incendio, eso implica un gran mantenimiento que se tienen que hacer con la gente del medio rural”, señala.

Por ello, entre las medidas importantes indica una que ya está en marcha para la limpieza de monte, para tratamiento silvícolas. “Muy bien dotadas. Hay un flujo económico importante, están empleando medios locales y empresas forestales donde su medio de trabajo es el campo, esa es una medida bien hecho y que funciona bien”.

Sin embargo, a su juicio otras cosas no funcionan tan bien.  “El sentimiento del campo es que es un estado policial, es imposible cumplir tantas medidas”, dice, además cree que la lentitud de la administración es “pasmosa” lo que en muchos casos impide que por ejemplo los jóvenes puedan emprender en el medio rural.

Hay legislación que no está adaptada a la realidad del medio o que simplemente penaliza prácticas que hoy ya están desfasadas. Por ejemplo “arar los barbechos, medioambientalmente es lo peor porque crea mucho CO2, quita mucha biodiversidad, elimina alimento natural, pero a mí me penalizan por no ararlos y no puedo tener acceso a algunas ayudas”.

Sobre la legislación en materia ganadera confirma el caos en el que se vive: “Un ejemplo sangrante que se nos ha dado era el Real de San Vicente donde el ganado podía estar pastando en Madrid, Ávila y Toledo. En Toledo si pastábamos en la Cañada Real nos amenazaban con sanción, en Madrid nos daban una subvención y en Ávila nos pedían por favor que la pastásemos, no se entiende”.

Cree que la legislación no está adaptada a la realidad del campo. “En Sierra de San Vicente, la gente tienen las vacas y pastan en todas los pueblos de alrededor porque son pueblos muy pequeños, pero para ello tienen que pedir un código de explotación por cada pueblo. Como consecuencia, las vacas van a tener que desparecer y por tanto la evolución de los pastos de la sierra van a terminar en bosque y ese bosque mal gestionado, terminara en incendio”, dice.

“Es más cara una cuadrilla contra incendios que atender la gente que está trabajando allí, hay que invertir mucho antes, hay que dejar hacer y no condenar los usos tradicionales, si siempre ha habido vacas pasando por qué ahora no las dejamos”, termina.

La solución desde luego no es sencilla ni a corto plazo, pero las consecuencias del desequilibrio pueden ser muy graves: “El medio no tiene un equilibrio, hasta que lo alcance se van a producir incendios, modificaciones de las poblaciones de ungulados que dan lugar a más accidentes en la carretera y aumentos de daños a los cultivos”.

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