Un encuentro siempre es una suerte y yo los he tenido múltiples con Paco Zamora. Paco ha sido maestro de los Montes, casi el maestro por antonomasia. También ha sido periodista aficionado, activista, interesado en cambiar el mundo (lo sigue siendo) y poeta solapado en tantas iniciativas que sigue o se le ocurren. Eso es lo que pasó hace veinticinco años con 'Poesía para salvar ríos', una de sus ideas mejores y más nobles.
Yo carecía de un ejemplar de ese volumen. Durante años lo leí a ratos en un ejemplar de la biblioteca pública del Gasset. Después de un reencuentro, tras un tiempo sin vernos, Paco me proporcionó uno. Recién encontrado de milagro en una prospección de su biblioteca, algo descuadernado, me propuso cambiarlo por uno en mejor estado. Pero yo había captado perfectamente el mensaje, no el de Paco, sino el del maltrecho libro. Estaba pidiendo a voces restauración. Una mañana fui a ver al impresor Tomás Jiménez Gallego, que me tranquilizó: “Esto tendrá arreglo”. Al día siguiente fui y milagro: lo había tenido.
Tal que nuevo, como en los años noventa, leí otra vez y de corrido este poemario, uno de los más especiales que se habrán editado en nuestras cercanías. Meses después caí en que pronto cumpliría un cuarto de siglo, cosa que hace este año. Como Paco también ha sido editor y este debe ser uno de los libros que guarda más cariño le propuse hablar de él, repasar avatares y circunstancias de la edición. Paco me dijo que vale, que fuéramos al molino de Zuacorta del Guadiana en Villarrubia. Anclados en nuestro río querido, con los abrigos calados, las botas en el barro y el recuerdo de muchos amigos, hablamos una tarde de Navidad en esa catedral del agua y los poetas.
Se puede considerar que es usted el editor del libro, ¿no?
Bueno, prefiero considerarme coordinador, aunque en el libro no me acuerdo si aparecíamos dos o tres: Nicolás del Hierro y Luis Vicente Gutiérrez, que es un poco el que hacía todo el trabajo digamos mecanográfico. Era del grupo ecologista, que nos daba el apoyo también y el dinero.
Aunque usted aquí no publicara poemas, luego sí los has publicado en tu blog, ¿por qué aquí no te metiste?
Porque siempre he intentado deslindar un poco la figura de un coordinador y un participante. En la mayoría de ocasiones yo he intentado quedarme en uno de los dos papeles. A mí no me parecía correcto que yo, que nunca me habían publicado una poesía, aprovechara la ocasión para publicarme una poesía, con Nicolás del Hierro, con Sagrario Torres, con Carlos Murciano, con Galanes, este de Daimiel, ¿no? A ver, no. Ellos a lo mejor no tendrían más remedio, pero verdaderamente yo creo que eso no se debe hacer. Yo he tenido la iniciativa, vale. Por circunstancias al final mi prólogo se ha usado, pero yo tampoco era partidario de publicar mi prólogo.
¿De la tirada se acuerda?
Creo que fueron 500 ejemplares.
Usted ya no tienes ejemplares, ¿no?
Lo que te conté, hoy me he encontrado ese, pues es un libro que le dediqué a mi madre y a mi hermana. Imagino que cuando mi madre ya se vino a Villarrubia se quedó allí. Allí qué puede haber, uno en una estantería, otro en otra... La mayoría se vendieron, se regalaron, a cada pueblo le pueblo le dábamos diez o veinte, que luego era dinero que había que ir a cobrar y que en la mayoría de los casos no se cobró, en algunas papelerías o librerías se dejaron y prácticamente no se recogió el dinero...
Pero los libros se colocaron, llegaron a los 500 lectores más o menos.
Seguro que menos, pero a 400 pienso que sí.
¿Y hay gente que todavía le habla de este libro o el libro está olvidado?
Menos cuatro personas sí, la realidad es muy cruda. La realidad, y eso me lo explicó Paco Caro hace muchísimos años, es que estas cosas la mayoría de la gente en el mundo en el que vivimos no se tienen en cuenta, y mucho menos para bien. Tú publicas un artículo en la prensa que lo lee más gente o un artículo en el programa de fiestas, y de 10.000 habitantes te saluda y te dice algo uno o dos, pero cero, y algunas personas después de pensarlo muchas veces lo que creo es que les molesta que se publique, porque otra explicación no tengo. Lo que para ti y para mí es algo positivo, para la inmensa mayoría de gente pasa o desapercibido o no tienen la conciencia de que hay que decir “oye, que me ha gustado”, que también puede no gustar, ¿no, ojo. Yo tengo esa vivencia. Es que estamos donde estamos, en un territorio en el que la cultura pues prácticamente...
Un ejercicio podría ser ver una cadena de televisión y decir a ver cuántos espacios de verdad de cultura hay, cuántos poetas salen en una entrevista en la que puedan hablar. Ves un programa de La 2, por ejemplo, quitas uno o dos y se ha acabado. ¿En La 1? No. ¿En la 3, en la 4, en la 5, en la 6, en la 7, no sé...? ¡No hay nada! Es el fogonazo, el chispazo, la noticia llamativa y vamos a entrevistar a Alaska y a Raphael que está malo y a no sé quién y a no sé cuántos, una cosa... Algún novelista pero porque venda: “Fulanito ha ganado no sé qué premio”, “Menganita lleva 100.000 libros vendidos”...
¿Cuando hizo esto no había nadie que hubiera hecho nada parecido?
A mí me impactó mucho la poesía de Miguel Galanes, la que es un tipo de caligrama: “Esto fue un río... esto fue un... esto fue...”. A mí esta me impactó cuando la leí en su libro. Y luego cosas de Paco Gómez-Porro también me impactaban, era una cosa que me encantaba cómo escribía, no recuerdo exactamente si eran poesías o eran aquellos relatos que hacía en el Diario 16. Domingo Iglesias lo leí tarde ya. Y luego había leído, que me había gustado mucho, el de Sagrario Torres, del Estenilla y los peces...
En aquel momento no había ordenador ni nada, ¿cómo ibais recibiendo los poemas? Porque las llamadas las haríais por fijo, cuando llegaba a su casa después de dar clase...
Era por fijo, algunos por carta, claro, yo he estado escribiendo cartas hasta hace tres días...
¿Quién eligió los tipos de letras?
Nosotros, una cosa normalita, al diseño le dimos muchas vueltas, “la primera página tiene que ser el título en negrita, todo mayúscula...” Todo eso muy pensado y en esos detalles estaba mucho Paco Caro: “No, no, aquí hay que dejar un espacio más, no sé qué, tal, bueno, vale”, yo en ese sentido me dejaba un poco llevar.
Desde que se ideó el libro hasta que se imprimió, ¿cuánto pasó?
Unos meses, no sé si llegó a seis u ocho meses como mucho. Elegimos un papel un poquito grueso, con un toquecito no sé si es color hueso o qué color es, pero que tuviera cierta textura, el exterior lo mismo, había que buscar, me encapriché de esta obra que era de Ignacio Meco..., nos lo dejó gratis. Nos lo deja, el grabado. Nos lo deja para que lo imprimamos para la portada. No sé si al cabo de un mes vuelvo por allí, mi cabeza es como es, y me dice: “Oye, ¿y el grabado?”, y digo: “Ya te lo devolví”, y dice: “No, no, tú no me lo has devuelto”, y digo, “¿Cómo?”, “Que no, que no”, y digo: “Pues es que yo, yo qué sé, yo creía que te lo había devuelto, Ignacio, perdóname, no sé qué”, de los muchos fallos de ese tipo que tengo. Bueno. Vuelvo a mi casa, lo busco, no lo encuentro y al cabo de dos o tres semanas me lo encuentro. Vuelvo en cuanto pude a las Tablas y le digo: “Mira, Ignacio, que llevabas razón, que me lo he encontrado”, y de pronto me dice: “Claro, si tal, pero vamos, que para ti, que te lo quedes”, “Que no, que no, que no”, “Que sí, que te lo quedas”, y yo flipando, diciendo, “Madre mía...”
“Me hace buscarlo...”
Yo había tenido un fallo, pero luego el hecho de que nos lo hubiera dejado gratis y que me lo regalara a mí, pues era... En fin: la obra la tengo yo.
"La poesía es un canto a nuestros ríos que están medio muertos, contaminados, olvidados..."
¿Tú de qué la conocías la obra?
De verla en su casa. Nosotros íbamos a su casa a hablar con él, a pasar la tarde, con amigos comunes. Sabíamos que era un artista y en este caso, hablando con mi amigo el sastre, se lo conté y me dijo: “Vamos ahora mismo y hablamos con él y se lo cuentas”, y ya está. Empezó a sacarnos cosas, muchas, no sabía cuál elegir, tenía que ser algo que tuviera algo diferente, él hacía normalmente grabado naturalista, yo quería que fuera algo diferente. Cuando vi dos patos que se les ve el culo y que están buceando y que de alguna manera es como el mundo al revés, no se ve el pato, no se ve el pico, “qué bonito”, se ve otra cosa, pictóricamente es muy bueno, porque tiene esas transparencias que ha conseguido, esas texturas, a mí me pareció que era lo suyo. Ignacio nos había hecho otros trabajos gratis, a veces en una servilleta, un papel, era un artista el tío.
Personalmente, ¿crees que permanece algo de este libro?
Yo creo que permanece todo: la iniciativa, la osadía, porque tiene mucho de osadía; y luego digamos que la realización, lo que de verdad está en la mano. El libro yo creo que está bien en prácticamente todos los sentidos. Lo que se haya hecho después no lo sé, no estoy muy seguro; lo que se podría hacer, supongo que mucho mejor. Si yo tuviera que tomar las riendas, que no las voy a tomar, por supuesto, intentaría primero aprender de poesía porque yo no sé. Si me dijeran: “Elige cincuenta poetas de los mejores”, yo no sé quiénes son, que los habrá. En Ciudad Real hay ocho o diez personas que podríamos decir que son buenos poetas. Lo primero es que eso lo tiene que hacer una persona que sepa de poesía.
¿Quieres añadir tú algo más?
Nada, que han pasado veinticinco años y el espectáculo dantesco sigue siendo el mismo. Por muchas políticas que haya habido, por muchas promesas, por muchos proyectos, esta es la realidad si les gusta como si no, la realidad que está tapada, y la poesía lo que hacía era intentar demostrar o mostrar que esto es así, que está así, que es un canto a nuestros ríos que están medio muertos, contaminados, olvidados...