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Los hombres ya casi viven tanto como las mujeres: se reduce la brecha de género en esperanza de vida

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Que las mujeres viven más que los hombres es un hecho constatado a lo largo de la historia, aunque esa brecha de género es diferente en función de los grupos de países, de los continentes, de las áreas del mundo donde los estudios demográficos se detengan. Se trata de una desigualdad que tiene su causa en otra: el hecho de que el sexo masculino haya sido en otras épocas el que trabajaba, el que guerreaba o el que asumía mayores riesgos de mortalidad, reducía su esperanza de vida frente a una mujer relegada a las tareas del hogar y a mantenerse en la sombra.

Ahora, un estudio internacional publicado en la prestigiosa revista ‘PLOS ONE’ ha desvelado un hito, un cambio de tendencia: los hombres ya casi viven tanto como las mujeres. O lo que es lo mismo, se ha reducido la brecha de género en esperanza de vida. Incluso es posible que en los próximos años siga disminuyendo: la investigación incorpora proyecciones hasta el año 2030 que así lo prevén.

“Convergence and divergence in mortality: A global study from 1990 to 2030” ha tenido como investigador principal al profesor David Atance, ayudante doctor de la Facultad de Ciencias Económicas, Empresariales y Turismo de la Universidad de Alcalá (UAH). Junto a él han participado Xavier Barea y Mercé Claramunt, de la Universidad de Barcelona, y José Manuel Agurto, de la Universidad de Oxford y la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.

Este grupo lleva cuatro años estudiando indicadores de mortalidad y longevidad a nivel global en diferentes países del mundo, con la ayuda del Longevity Institute. De hecho, en este periodo han publicado cuatro libros: ‘Barómetro socioeconómico de la longevidad’, ‘Atlas 2021 Mundial de la Longevidad’, ‘Barómetro socioeconómico de la longevidad en Europa’ y ‘Radiografía geoeconómica mundial de la longevidad’.

Por grupos de países

“Una vez estudiados todos esos indicadores, pensamos que podríamos extraer algo más: buscar agrupar los países en torno a características de mortalidad y longevidad similares y diferentes a la vez, es decir, buscar convergencias y divergencias de la mortalidad/longevidad a nivel mundial.

De ahí surgió este revolucionario estudio. Se realizó mediante lo que en demografía se llaman convergency clubs (clubes de convergencia), que son países con características de mortalidad y longevidad parecidas. Y se analizaron en tres instantes del tiempo: en 1990, en 2010 y con proyecciones hasta 2030, para que “sea más fácilmente visible la evolución”.

Para ello, los datos se han extraído mediante metodología clúster, que forma parte de la estadística avanzada y que permite formar grupos de países con indicadores de mortalidad/longevidad similares.

Naciones Unidas ha sido la base de datos de donde se han extraído las cifras de mortalidad, por lo que se ha podido realizar a nivel mundial, con cifras recopiladas de un total 194 países.

Lo más curioso es que el resultado de la reducción de la brecha de género en longevidad llegó casi “por sorpresa”. “El objetivo inicial era agrupar países del mundo con indicadores parecidos, para demostrar que los resultados de longevidad y mortalidad tienden a agruparse en torno a los continentes”. Es decir, dependiendo del continente en el que nos encontremos “tendremos resultados mejores o peores”.

Y fue gracias a haber estudiado los indicadores que los investigadores descubrieron que la brecha de género entre hombres y mujeres se está reduciendo. ¿Cómo lo reflejan los datos? El indicador de esperanza de vida, precisa David Atance, es el más común y más fácilmente entendible por el usuario de a pie.

España siempre se encuentra por encima de la media en esperanza de vida en su grupo de convergencia

Así, en el grupo de países con los mejores indicadores (Estados Unidos, Canadá, Europa, Japón, Austria y Nueva Zelanda), en 1990 esa esperanza de vida era de 72 años en los hombres y 77 en las mujeres. En 2010, en ese mismo grupo de países, pasa a 78 años en los hombres y a 83 años en las mujeres: ahí ya se reduce levemente la brecha. Pero sucede que en la proyección a 2030, conforme al modelo matemático utilizado, los hombres pasarán de 78 a 83 años en esperanza de vida, y las mujeres de 82 a 86, por lo que la diferencia es “cada vez menor”.

Esto sucede en una zona con mejores resultados, es decir donde hay mayor esperanza de vida y menos mortalidad, y donde está incluido España, que “siempre se encuentra por encima de la media en su grupo de convergencia”.

En el caso español, en 1990 la esperanza de vida al nacer era de 74 años para los hombres y de 81 para las mujeres. En 2010 para los hombres ya era de 79 años y para las mujeres de 85 años. Las proyecciones señalan que para 2030 para los hombres sería de 83 años y para las mujeres de 88 años. También en este caso, la brecha se reduce poco a poco.

Resulta igualmente significativo que en los países que no presentan los mejores resultados dentro de esos grupos de convergencia/divergencia, los pertenecientes a África (principalmente centro y sur), esa brecha de género también se reduce.

En este grupo, en 1990 la esperanza de vida era de 44 años para los hombres y de 50 años para las mujeres; en 2010, era de 57 años para los hombres y de 61 para mujeres; y en 2030, conforme a la proyección, sería de 61 años para hombres y de 62 años para las mujeres. En este caso, prácticamente se iguala. Sin embargo, David Atance resalta que otro dato extraído del estudio es que aunque la diferencia de genero se va reduciendo, sí que se mantiene en casi todos los países. “Incluso hay varios estudios que demuestran que está brecha de género no se va a igualar nunca”, añade.

Los motivos de los cambios, desde la geopolítica hasta la incorporación al mercado de trabajo

De cualquier forma, en esta publicación, sus autores también estudian los cambios de un periodo a otro entre los diferentes tipos de países y el contexto histórico que han vivido. El profesor detalla que, por ejemplo, de 1990 a 2010, los países de la antigua Unión Soviética estaban en un grupo con mejores resultados y tras la caída de la URSS, la mortalidad de los hombres paso a ser peor, más alta.

Otro ejemplo relevante se encuentra en Sudáfrica. En 1990 seguía la tendencia de países más desarrollados, a diferencia del resto del continente. Pero en 2010 aparecieron enfermedades que hicieron que formara parte de los países subdesarrollados en vez de seguir “su propia tendencia independiente”.

También se adentra esta publicación en el trasfondo de la reducción de esta brecha de longevidad, incorporando argumentos ya manejados por muchos demógrafos, que achacan este fenómeno a la incorporación masiva de la mujer al entorno laboral en torno a 1970 y 1980, así como la incorporación de malos hábitos más arraigados en el género masculino, como son el consumo de tabaco, alcohol o incluso la incorporación a oficios más peligrosos. Esto ha hecho que su esperanza de vida se estanque y que se vaya reduciendo la diferencia con la de los hombres.

El profesor de la Universidad de Alcalá resalta que el estudio está teniendo “muy buena repercusión a nivel nacional e internacional” y confía en que “de ahí salga una línea de investigación futura para seguir trabajando con ello, intentar tirar más del hilo para profundizar”.

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