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Palabras Clave es el espacio de opinión, análisis y reflexión de eldiario.es Castilla-La Mancha, un punto de encuentro y participación colectiva.

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Diario de enero

Autor: Daniel Díaz Trigo

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Compludo 9 de enero: En la Tebaida leonesa, allí, a tres horas a pie del valle del Silencio y las cuevas azules. Dice el santo Agricio que las cuevas para orar se llenan de cielo, y repetía sin cesar allí dentro: “Entréme donde no supe, y quedéme no sabiendo”. La soledad como un cristal del yo. El efecto Walser que produce la nieve aún no es comprobable. Montañas peladas, desnudas, niebla al fondo del valle. Trabajo en un libro que nunca se terminará: Se obligaba a tomar notas todos los días. Puntualizó: en cuánto podemos nos escapamos del yo, y recurrimos al tú, pero si no nos convence ese tú que lleva nuestra máscara, y que habla exactamente como nosotros, acabamos dentro de él, es en ese él donde deseamos vivir con extrañeza: De los últimos días en la ciudad queda el olor agrio de los estorninos en el parque. Antes de entrar en los árboles negros a dormir, la danza en el aire, el solo cuerpo de miles de estorninos contorneándose en el aire. Así bailamos con el sol, en el cuerpo roto el alma se fragmenta en miles de pedazos.

11 de enero: Llueve con fuerza, los animales son impasibles a la lluvia, viven bajo la lluvia, los pájaros no dejan de volar, el plumaje de los grajos es impermeable, vuelan en la lluvia. Vi un corzo quieto bajo la lluvia al final de la senda que lleva al curso del Meruelo. Los animales pueden vivir en la lluvia sin sufrir alteración nerviosa alguna. Se mojan y viven. Nosotros nos escondemos de la lluvia, llevamos trajes y zapatos para la lluvia. No deberíamos mojarnos, tememos morir bajo la lluvia. Para ver el alma vendamos con gasas el cuerpo. Llueve y los animales siguen haciendo su vida. Un jueves de enero: Transcribí en el cuaderno un poema de Inge Müller, cada día una cita, unos versos o un pequeño texto de otro. Acerca de esto la señora Karen Tapfer decía que eso es medicinal, aunque es una medicina que no cura: “Solo el cielo es el mismo, cuento las nubes temblando de frío, de regreso a casa deposito ortigas riendo sobre una tumba desconocida”. El problema es que ya nadie lee poemas, por otro lado la poesía ahora se haya escondida dentro de la publicidad.

El 18 de enero nevó, la gran nevada sobrevino en la noche del 19, registré también las nevadas del 13 y el 14. Otro día cualquiera de enero: La cabaña está pensada más como refugio que como una vivienda permanente. Leí que para protegerse del frío era mejor una sucesiva superposición de finas capas de ropa que una sola muy gruesa. Sentí la cabaña como una piel de madera. Hoy no se puede ir a ningún lado, las pequeñas carreteras solo llevan al cielo.

Otro día más: Cambiaría a todos los jueces como cambiaría a todos los dioses. La cabaña está junto a un castaño centenario, una pequeña senda lleva a ella desde la salida del pueblo.Más allá de un pequeño cementerio que es como castillo para almas está la cabaña. Los techos de las estancias son muy bajos, hay que entrar inclinado. Después de unos días escribo al amigo que me la ha dejado. Lo hago en papel. La carta tardará en llegarle una semana -Comenzó a nevar, tenía las manos agarrotadas. Mi caligrafía por esto, se parece más a la de un médico sin ganas de escribir que a la de un escritor sin ganas de decir- Luego me di cuenta de que los médicos ya no escriben a mano, teclean, un médico toca el piano, su partitura es la enfermedad. La carta le va hacer feliz, se resiente de que ya nadiemande cartas escritas a mano. Le sigo diciendo-Sería conveniente llevar el techo de las habitaciones de la cabaña un poco más arriba. Los hombres y las mujeres de ahora son más altos. Es verdad que salía de la cabaña muy temprano y veía el cielo más alto.

La Valdueza es un lugar de cielos altos, estas montañas, comparadas con otras no tienen grandes elevaciones, pero si lo suficiente como para sentir el mal de altura. Entre sus cimas y el cielo hay mucha distancia. Supongo que los techos de las casas de esta zona del país son bajos debido a que los cielos son muy altos, es la misma relación de desproporción que se acusa entre un mensaje de amor al enfrentarlo a uno escrito por el odio. La reverencia a la morada es lo importante, acostúmbrate a doblarte y a hacer la reverencia a la existencia. Los jueces son los dioses modernos. Estornudan leyes, se constipan de leyes. Posdata para el día: supongo que apenas un puñado de jueces habrá leído Crimen y Castigo de Dostoyevski. y apenas uno o dos la Peste de Camus. A un juez no le puedes toser, te castiga.

Lo níveo equilibra lo negro de los días. Atrapa toda la luz posible y la reenvía de nuevo al espacio

Otro día de enero: El techo de la cabaña protege, es un cielo de madera. Carcoma, me alumbro con velas, de noche a veces tengo miedo. Un día después nevaba y me sentía muy feliz, lo níveo equilibra lo negro de los días. Atrapa toda la luz posible y la reenvía de nuevo al espacio. Enero es el mes más dulce del Año. ¿Hoy? Se puede decir hoy en un lugar así. Mejor sería emplear el siempre, o el ayer. Las nubes de nieve pesan, llevan frío. En Compludo viven de manera permanente 28 personas. ¿Con cuántos hablé hoy? El único bar se llama el Ascensor.

Domingo: Ha salido el sol, salgo a caminar después del temporal, senda abajo está el Meruelo, se le oye siempre, sobre todo de noche, nunca dejas de oírlo. Sombras en la nieve -por ejemplo la tuya- su graduación varía en tal o cual día del año. En la nieve, y debido a las radiaciones de albedo la sombra es negra, luego el cuerpo negro absorbe amor muerto, un corazón guía a otro. Te asombra ver -tal vez sentir- como desaparecen las sombras a la vez que la luz. Aguas de nieve del Meruelo, aguas de cristal roto. Desde aquí se recuerda el mundo, no como era, sino como lo deseábamos, era demasiado grande para recordarlo entero. Se recuerda el mundo por partes, pero no como eran, sino como las recordábamos. La memoria es un deseo, recordamos las partes que no encajan; las palabras, lo textual, hacían todo lo posible para que no encajaran. El deseo de recordarlo, espejismos de memoria en la nieve.

Otro día de enero ¿lunes?: Amaba los hiatos, las extensiones de su silencio. Ella amansaba montañas desde lejos. Dos maneras de conquistar la montaña: directamente por la falda que te lleva a la cuerda, o a su pies, hablando con los sus vientos. ¿Miércoles?: Cuánto más quieto estás, más se acelera todo a tu alrededor. Se supone que corres para dejar atrás el tiempo. Allí, en las ciudades se hace todo corriendo, se come corriendo, se ama, se odia, se reza. En la academia TürdeTübingen, los alumnos aprendían a crear laberintos, Canetti replica. “Las estructuras me aburren, nos las endilgan alevosamente”. Sin embargo nada paralizaba tanto como el correr para hacer el resto de las cosas. Pero si daba vueltas alrededor de algo, ya no huía del tiempo, sino competía contra ello. En realidad, sin saberlo competía contra él mismo. Es lo que se entraña entre la sed y el hambre, la extraña relación. Había quien nunca tenía sed y siempre estaba hambriento. La sed es de carácter espiritual, el hambre una necesidad del cuerpo.

Cerca de febrero, día de San Avito: Cada uno allí abajo había generado su cantidad respetable de basura. Tu basura es tu tesoro. A través de la basura se puede escrutar la naturaleza o el gran espíritu de cada uno. El ser ontológico es un ser de basura, el ser posmoderno quería ser basura en sí mismo. No había regeneración, solo reciclaje. Cada vez que pronunciaba las palabras Erneverung y Recycling salían babas de su boca; una era una palabra de hielo, se fundía en el cuerpo, la otra, Recycling salía llena de extrañas sustancias. Él debía elegir entre una de las dos. Entonces le abordaba una extraña melancolía al no poder llenarse de una tercera palabra en discordia. Otro día: Las mansas montañas provocan accidentes, como las bestias azules.

En el bar, de noche, una extraña e insólita conversación con la señora Karen Tapfer, aquí recreo lo que expuso: Mis montañas ¿Por qué siempre digo que son mías? ¿Por qué no supongo y termino escribiendo que son tuyas? ¿O de ellos? Nunca se aclara lo que es aparentemente claro -son mías, son mis montañas- No son mías, son de nadie, pero algo tan grande y pesado, tendido, el volumen, la longitud, el color del cielo enjalbegado por la nieve, la perspectiva, todo esto apenas nada dice, a lo que solo una fuerza inconmensurable ha podido plegar y levantar. No son mías, nunca serán mías, por eso llevo años intentando verlas de una manera única, a la justa distancia, y sobre toda liberada de toda fuerza de succión, de su propia fuerza. Lo que te atrae con tanta fuerza debe dispersarse. Solo las miro con amor, por eso me atrevo a decir a veces que son mías.

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