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Es mentira que el empleo privado sea prioritario para la banca

Profesor de Ciencia Política y de la Administración
Europa Press

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Durante la pandemia de la COVID-19, se publicaron en El País entrevistas realizadas a responsables de las principales empresas españolas. La primera (El País, 17 de mayo 2020) fue con la presidenta del Banco de Santander, Ana Botín, que reflexionaba sobre sus valores y prioridades, la situación de los trabajadores y la del banco. Comenzaba subrayando que la salud era lo que más valoraba, desde la pandemia de la COVID-19: “...mi generación nunca habíamos vivido esta falta de libertad para hacer las cosas más sencillas salir a cenar, a un concierto o ir a ver a tu madre...  ”.

Preguntada sobre su trabajo, como presidenta del Santander, y las prioridades de la entidad, respondió haciendo una aclaración previa: “... cuando se habla de los bancos ... Digo que somos personas. Santander somos 200.000 personas, de ellos 38.000 personas y sus familias en España, que estamos ayudando a nuestros clientes y también ayudando con las necesidades de nuestras comunidades... Tenemos que atender de manera equitativa a empleados y clientes y apoyar a la sociedad”. 

Hizo un especial hincapié en el banco de Santander como “un banco o una empresa responsable” manifestando como prioridad “... proteger a todos nuestros empleados, entendiendo que la banca... es un servicio esencial y que debemos tener sucursales y servicios disponibles... Asegurar la continuidad del negocio, que en nuestro caso es asegurar la solvencia del balance”. Refiriéndose a la situación del banco de Santander previa a la crisis sanitaria fue contundente: “...está en una situación de gran fortaleza. El beneficio neto sin extraordinarios se ha duplicado de 2014 a 2019, tenemos un 50% más de capital y veníamos pagando al accionista más del doble de dividendo”. 

Y reflexionando sobre política sostuvo “el Estado del bienestar no se puede pagar indefinidamente con deuda. Hay que pagarlo recuperando los niveles de empleo que lo hacen sostenible y justo, y para ello hacen falta cambios estructurales que hay que hacer con amplios consensos para que sean irreversibles. En el fondo, lo que debemos entender es que el empleo privado es prioritario porque es el que permite sostener el empleo público, la sanidad, la educación”. 

Pues bien, comparando las declaraciones de la presidenta del banco de Santander con sus medidas, adoptadas pocos meses después, nos sentimos invadidos por la sensación de que la primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo de las finanzas es la mentira. Solo así se entiende que la presidenta del Santander, (que sostuvo que los bancos son personas y familias, y el empleo privado una prioridad que permite sostener el Estado del bienestar), hiciera todo lo contrario de lo que había dicho y pusiera en marcha un expediente de regulación de empleo (ERE) para 3.572 trabajadores (la propuesta inicial afectaba a 4.000) y 1.500 reubicaciones. Este ajuste de diciembre del año 2020 (el de 2019, después de la compra del Popular, fue de 3.030 personas) conllevaba también el cierre de 1.033 sucursales en España, de un total de 3.100 oficinas.  

El ERE del Santander fue como la señal para que la banca reiniciara otro incontenible proceso de destrucción de empleo. Empezó CaixaBank que, por los impactos extraordinarios asociados a la fusión con Bankia en marzo 2021, había logrado un beneficio de 4.786 millones de euros en el primer trimestre del año (frente a los 90 millones del mismo período de 2020). La entidad va a negociar el que se considera como el mayor ERE de la banca, que incluye la salida de 7.780 personas y el cierre de 1534 sucursales (CaixaBank y Bankia recortaron 544 empleos y 572 oficinas durante la COVID-19). A continuación, el BBVA plantea 3.798 despidos en España y el cierre de 530 oficinas. BBVA. Justifica este nuevo ajuste (el anterior de 1.550 personas y cierre de 150 sucursales fue después de la compra de Catalunya Caixa), en el contexto de una profunda transformación del sector, marcada por la enorme presión competitiva, los bajos tipos de interés y la adopción acelerada de los canales digitales por parte de los clientes.  

Un rasgo común de las entidades bancarias, que promueven despidos masivos, es que quienes las dirigen no asumen la responsabilidad de sus actos. Invocan como causante del cambio la `profunda transformación del sector´, con lo cual el protagonismo de las personas que deciden los ERE se desvanece. Estamos ante una especie de irresponsabilidad organizada. Quienes detentan el poder económico son capaces de repartir la responsabilidad de las medidas adoptadas entre las tecnologías, quienes trabajan para ellos y la clientela. Incluso, llevando al límite de las contradicciones su implacable plan de despidos, la banca recurre a lo irracional, y se atreve a afirmar que, para garantizar el empleo en el futuro, resulta imprescindible la destrucción actual de empleo.  

Fue un espejismo pensar que la pandemia de la COVID-19 nos iba a hacer más equitativos y solidarios. La declaración de Ana Botín, de que para el banco de Santander el empleo privado era una prioridad, fue un engaño deliberado. Desde 2012 hasta septiembre de 2020, el Santander ha sido la entidad que más oficinas ha cerrado (3.700 o el 54,8% de su red) y más empleos ha destruido en España (15.964, lo que supone un 37,1% de la plantilla). La banca que con fondos europeos y estatales recapitalizamos y rescatamos, en la pasada crisis financiera, no ha cambiado, sino que después de la crisis de la COVID-19 persiste en su lógica de ajustes y recortes. Desde el año 2008 hasta el 2020, el sector ha cerrado más de veintitrés mil sucursales, son más de ciento cinco mil las personas afectadas por expedientes de regulación de empleo y los despidos siguen. Mintió la presidenta del banco de Santander con su retórica sobre las personas y familias, eran discursos para preparar el terreno antes de ejecutar los despidos previstos. Es evidente que las personas empleadas en la banca siguen siendo tratadas como mercancías, resultan prescindibles, se las despide y quedan a la derivaQuienes dirigen la banca no conciben gestionar con equidad, desprecian los contratos y desconocen la solidaridad. Solo respetan la religión terrenal del lucro y la maximización del beneficio. Por lo tanto, en el actual proceso de creación destructiva, la riqueza va unida a la producción social de paro y jubilaciones anticipadas. Los principios que siguen rigiendo en la banca, después de la pandemia de la COVID-19, son la capacidad de engañar, la deslealtad institucional y la codicia. Funcionando con estos ingredientes los mercados premian a los bancos que se atreven a realizar más despidos masivos.  

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