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Con este título, bien podría tratarse de un relato corto de Dashiell Hammett o cualquier novelista de novela negra. Pero no, sintiendo mucho la decepción causada, la cosa es bastante más prosaica y con mucho, más simple. Aquí, los culpables son de sobra conocidos y sus hechos también, y a pesar de todo, el misterio persiste.
Los ciudadanos de Castilla-La Mancha, y especialmente los de la provincia de Cuenca, estamos bastante acostumbrados por desgracia a las derivas caprichosas de nuestros políticos y también a su exclusiva obsesión por los votos y a su siempre marcial alineamiento con los intereses económicos más espurios.
En los últimos tiempos hemos sido testigos de hechos tales como la confusión de las ansias de riqueza y de expansión de unas cuantas empresas cárnicas con el interés general de la población y de la región. De cómo se toleraban y se siguen tolerando los desmanes ambientales de unos cuantos en nombre de dos falsos mantras tales como la creación de riqueza y la lucha contra la despoblación. Toda esta serie de políticas nos están llevando a perder el territorio (adjudicado a las grandes empresas energéticas de manera casi gratuita), a perder la población (sin alternativas viables y sostenibles de vida y empleo) y a perder la riqueza, o, mejor dicho, a su acumulación por parte de unos pocos.
La lista de despropósitos, de los que están encabezando los destinos de nuestra región resulta abultada, quizás exageradamente abultada:
· El cierre de la línea de tren convencional Valencia-Cuenca-Madrid que unía numerosos pueblos con estas capitales resultó escandaloso y absolutamente falto de lógica.
· La ubicación de la estación de alta velocidad en las afueras de Cuenca en contra de lo propuesto por Adif, incomprensible.
· La ubicación del nuevo hospital cercano a la depuradora de Cuenca, inoportuna.
· La necesidad ahora de cambiar la depuradora de lugar, un derroche.
· La autorización de uno de los mayores vertederos industriales de Europa en Almonacid del Marquesado, donde van a parar residuos de toda España y que cuenta con el eufemístico nombre de “Ecoparque”, resulta un tiro en el pie.
· Y no hablaremos de convertir Cuenca en un parque temático como el proyecto de Toro Verde, regalando terrenos a empresas extranjeras.
Y curiosamente todo son desmanes que se hacen y se siguen haciendo en nombre de lo verde, la sostenibilidad, lo renovable, la economía circular etc. El grado de perversión del lenguaje y acomodación de su significado a los intereses propios de unos cuantos políticos, dados al compadreo y las palmadas a la espalda, llega a resultar casi tragicómico si no fuera porque están poniendo el peligro el futuro de todos.
Pero la última ocurrencia hace sin duda honor a sus cada vez más atrevidos movimientos. Se trata del intento de creación de un área industrial en un enclave de tremendo valor paisajístico y ecológico aún en contra de los criterios de los propios técnicos del Servicio de Medio Ambiente de la Consejería de Desarrollo Sostenible, a los que nuestros dirigentes pagan para no escucharlos y seguir actuando empecinadamente al servicio de la sinrazón.
Esta ocurrencia consiste en la elaboración del Plan de Singular Interés que tiene por objeto la creación de un supuesto Parque Científico y Tecnológico de la Economía Circular en el paraje Los Palancares del término municipal de Cuenca. Realmente, esto mejora con diferencia todas las chistosas ocurrencias de nuestra Diputación y de su presidente.
Llevamos asistiendo desde hace un tiempo a un vodevil de declaraciones contradictorias y rimbombantes: va a tratarse de un centro de última generación de elaboración de hidrógeno verde dónde van a llegar empresas tecnológicas punteras que van a impulsar, (como siempre) el desarrollo, el empleo, la riqueza y la salvación del planeta.
La pura verdad es que esta moto que nos venden va sin conductor y trazando peligrosas eses por la realidad. Lo único que sabemos es que existe el proyecto, redactado en octubre de 2022, de una planta de biogás encargado a una empresa, BIOVEC, que cita “residuos ganaderos” en el proyecto y “purines” en el diagrama del funcionamiento de la planta. Resulta por tanto patético asistir, tras la nota de prensa emitida por Pueblos Vivos Cuenca, a la salida en tromba de la vicepresidenta segunda para negar la evidencia en un ejercicio de cinismo sin nombre y decir que no existe ninguna planta de biogás que se vaya a nutrir de purines.
Pero esto no es todo, aquí se proyecta en realidad una zona industrial en un lugar absolutamente ilógico, inconexo, sin equipamientos, con una planta de purines dos kilómetros de la pedanía de Mohorte, a 600 metros de la Microrreserva protegida Complejo Lagunar del río Moscas y a 250 metros del Monumento Natural de Los Palancares y Tierra Muerta, parte de la red Natura 2000 y zona de especial protección de aves (ZEPA). Una zona industrial que todavía no se sabe qué industrias va a albergar y si es que va a albergar alguna aparte de la planta de purines. Se pretenden urbanizar 60 hectáreas de un total de 80 con la consiguiente destrucción de biodiversidad y alteración de todos los parámetros ecosistémicos.
Para este nuevo juguete de la Diputación hay una previsión de gasto inicial de 10 millones de euros. Ni Rafa Nadal es capaz de pegar estos pelotazos. Sólo la primera fase de la planta de purines se lleva dos millones y medio y por ningún sitio aparece ni la producción de biometano y menos aún la de hidrógeno.
Todos los informes técnicos encargados recomiendan cambiar de enclave y apuntan al polígono SEPES como la mejor alternativa. Se pueden consultar en la base de datos de evaluación ambiental (NEVIA) el informe del Servicio de Medio Ambiente de Cuenca y el informe de la Delegación Provincial de la Consejería de Desarrollo Sostenible. La misma Dirección General de Economía Circular elabora una serie de sugerencias consciente del enorme riesgo ambiental de la ubicación. Alertan de la creación de dos zonas industriales inconexas y de un elevadísimo gasto e impacto en las infraestructuras a realizar. Pero bueno, en Cuenca tenemos ya el ejemplo de despilfarrar dinero público, para luego abandonar, con el Bosque de Acero. ¿Qué más da todo si nos podemos poner una medalla?
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