Prioridades y límites

Se dice que la adjudicación de la redacción del Plan de Ordenación Municipal de Toledo al equipo madrileño liderado por José María Ezquiaga resolverá años y años de retraso en el planeamiento urbanístico de la ciudad y resolverá los graves problemas que plantea la gestión de tan compleja ciudad, que lo es tanto por la presencia del patrimonio cultural que atesora como por el peculiar desarrollo urbano que ha tenido desde la posguerra.

Dos años, fecha límite de entrega del documento se nos hacen una eternidad. Y más pensando en los anteriores intentos de redacción y aprobación de un Plan de Ordenación que nos han derivado a cuarenta años de vigencia del actual POM. Y no lo es por “volver a empezar”, ya que el mismo estudio redactó un informe previo al que intentó implementar el anterior equipo de gobierno.

Ezquiaga ya tiene experiencia porque no es la primera vez que se implica en el futuro urbanístico de la ciudad. Lo hizo con un informe hace cinco años sobre la situación de Toledo, que sirvió como base para un documento avance del POM, en 2022. Entonces gobernaba el PSOE.

Ya hemos indicado que la planificación urbanística de la ciudad murallas afuera implica también la correcta conservación de los bienes de patrimonio cultural, incluidos los paisajes culturales, el patrimonio inmaterial o el patrimonio natural. La dispersión de la ciudad, la ubicación y densidad edificatoria o el uso de los espacios es algo que nos preocupa.

La dispersión de la ciudad, la ubicación y densidad edificatoria o el uso de los espacios es algo que nos preocupa.

Pero la espera de la redacción y posterior aprobación del POM no nos puede dejar que olvidemos la urgencia de actualizar el Plan Especial del Casco Histórico y el tratamiento que se le dé, ya que trasciende las necesidades o intereses locales al tratarse de un Patrimonio Cultural de la Humanidad. No olvidemos que el fracaso en la redacción y aprobación del anterior Plan, en 2007, hace que siete años después estemos asistiendo a transformaciones sin precedentes en el espacio amurallado sin que la normativa facilite herramientas que atajen los problemas que se plantean.

La preocupación del gobierno municipal no creemos que se deba centrar sólo en el número de habitantes, la inmediatez informativa de las posibles zonas de inundación o la generación de riqueza que procuren las nuevas directrices. De las declaraciones del alcalde, Carlos Velázquez, que manifiesta que se hará el POM con “transparencia, con la máxima participación y también con mucha generosidad”, nos preocupa la última frase. Generosidad ¿para quién?, ¿para los intereses creados? 

Ya sabemos de anteriores intentos de redacción de un POM que se hacían bajo premisas de “coser la ciudad”, hacer una ciudad de futuro atrayendo a miles, centenares de miles de nuevos vecinos, o redactar un Plan para atraer inversión y crear riqueza.

Un POM debe redactarse con criterios de eficacia y con la aportación no sólo de arquitectos o urbanistas, sino también de sociólogos, geógrafos y gestores del patrimonio cultural, entre otros profesionales. 

Evidentemente, habrá criterios políticos que traslucen toda la acción de gobierno, pero, esperemos, no reproduzcan todo aquello que nos ha traído a esta situación de caos urbanístico, graves problemas de gestión del territorio y, lo que es peor para el patrimonio cultural, una deriva que mucho nos tememos nos lleve a la desnaturalización y pérdida del valor patrimonial que tiene nuestra ciudad.