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El tesoro de Arolsen

Archivos Arolsen

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El 2 de abril de 2022, Juan Ocaña estaba feliz. Había hecho un largo viaje desde Marsillargues (Francia) hasta Albacete. Casi mil kilómetros. Pero merecía la pena. El Ayuntamiento de Albacete iba a instalar ese mismo día 25 stolpersteine, o “piedras de la memoria”, como homenaje a los veinticinco albaceteños deportados a campos de concentración nazis tras la Guerra Civil. Entre ellos se encontraba José Ocaña García, su padre, que entre 1941 y 1945 había recorrido los campos de Mauthausen, Gusen y Ebensee, donde fue liberado. Ahí es nada: casi cinco años de esclavitud, miseria y torturas por haber defendido la legalidad democrática en España. Habían tenido que pasar casi cincuenta años desde la muerte del dictador para que su nombre figurase en un lugar público de su ciudad. ¡Casi cincuenta años de supuesta democracia! Pero, bueno, más vale tardísimo que nunca.

Aquella fría mañana de primavera, Juan descendió del coche con el sentimiento de que, por fin, ¡por fin!, se iba a reparar la memoria de su padre. Había merecido la pena esperar. Lo que jamás habría esperado Juan era aparcar en la calle Alcalde Martínez de la Ossa, famoso “divisionario azul” y mandamás franquista que había despreciado y humillado a su familia hasta extremos insoportables por ser “rojos”. O sea, que la ciudad de Albacete estaba homenajeando, a la vez, a las víctimas y a los verdugos. Así ha sido nuestra bendita Transición.

Y así sigue siendo. Nuestro país habla de memoria histórica con la boca pequeña. Somos una democracia acomplejada. En la tapia del cementerio de Albacete donde fueron fusiladas 750 personas entre 1939 y 1948, se levantó hace unos años un monumento “a los que amaron la paz”. ¿Cómo que a los que amaron la paz? ¿Qué es, un monumento a Gandhi? ¿O a Heidi? Nuestra ciudad fue la sede de las Brigadas Internacionales: ¿no sería lógico instalar placas informativas que permitan realizar un recorrido por sus principales localizaciones? En la oficina de información de Toulouse proporcionan a los visitantes un plano con las sedes, lugares de reunión, hospitales, etc. del exilio español. ¡En Toulouse! ¿Por qué no podemos hacer aquí algo parecido? En la plaza del Altozano se conserva un refugio construido durante la guerra.

Está abierto al público, pero el lugar está apenas señalado con un folio cogido con papel celo. ¿Es esa la forma de dignificar un hito de nuestra memoria colectiva? Tenemos monumentos a toreros, emperatrices del año catapún y caballos salvajes: ¿para cuándo un monumento dedicado a las víctimas de la dictadura? En el lado positivo, reconforta ver cómo se multiplican las publicaciones relacionadas con el papel de la mujer en la lucha contra el fascismo. Buenos ejemplos de ello son 'Aquí estamos nosotras', de Ana Bascary; 'De color de amapola', de Lola Alemany; o la recién salida de imprenta 'Condenadas a muerte', de María de los Llanos Pérez.

Pero hoy es 27 de enero, día de la liberación del campo de Auschwitz y Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto. Volvamos al tema de los deportados. Según el Banco de Datos de la Memoria Democrática de la Amical de Mauthausen, 9195 españoles/as fueron deportados a campos nazis, de los cuales murieron o fueron asesinados 5260. De ellos, 176 habían nacido en la provincia de Albacete. Murieron 95. Las cifras fluctúan dependiendo de las fuentes. Aún no lo sabemos todo. Por eso nos parece importantísimo el trabajo que están haciendo Alicia Pérez, investigadora predoctoral, y Antonio Muñoz, investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa. Ambos están indagando en el Archivo Arolsen y rescatando del olvido a deportados no contabilizados ni en el mencionado Banco de la Amical, ni en la base de datos de PARES (el portal de archivos españoles) que, a su vez, utiliza la información proporcionada por Sandra Checa y Benito Bermejo en su Libro memorial. Españoles deportados a campos nazis (1940-45).

Al respecto, Alicia y Antonio ya han descubierto cuatro deportados “nuevos” de la provincia de Albacete: Ramón González García (Yeste), Antonio Rodríguez Bordallo (Caudete), Pedro Picazo Morote (comarca de Letur) y Jesús Milla Serrano (Montealegre del Castillo). Pero su labor no se limita a completar la lista de deportados. También están ayudando a recuperar objetos que les fueron arrebatados al ingresar en los campos de concentración.

Algunas familias ya se han reencontrado con esos valiosos recuerdos, donados por el Archivo Arolsen en el marco del programa #StolenMemory (Memoria robada). A su vez, archivos de Asturias, Cataluña, Murcia y Andalucía también han recibido algunos de esos objetos pertenecientes a deportados. Y desde hace un par de años, el reloj y el anillo que le arrebataron las SS al montealegrino Jesús Milla Serrano se encuentran depositados en el Centro de Documentación de la Memoria Histórica de Salamanca. Se enviaron allí cuando aún no se sabía que Jesús era de Albacete. Por lo que respecta a los archivos castellanomanchegos, Alicia y Antonio se han puesto en contacto con la administración regional para obrar de forma similar.

De ese modo, por ejemplo, el Archivo Provincial de Albacete podría recibir el anillo de Antonio Rodríguez Bordallo, tal y como desea su misma familia, pero la Junta de Comunidades se niega a aceptar la donación. Nos consta que también ha rechazado el reloj y la pluma del deportado toledano Arturo Casarrubias. Así, sin dar más explicaciones. Es increíble. Estamos a punto de perder definitivamente elementos insustituibles de nuestra memoria colectiva por culpa de un gobierno que no sabe ya qué hacer para ganar el voto de la derecha y de la extrema derecha.

La buena noticia es que aún hay tiempo. La Junta aún puede rectificar. No tiene que irse muy lejos para aprender. Basta con que eche un vistazo a lo que se está haciendo en comunidades vecinas tan poco sospechosas de bolchevismo como Murcia o Andalucía. Por ejemplo, el Archivo General de Murcia organizó en 2021 una exposición con decenas de objetos pertenecientes a deportados. Y el de Andalucía instaló hace unas semanas treinta y dos carteles que relatan la historia de veintitrés andaluces recluidos por el nazismo en campos de concentración.

La muestra, que también incluye algunos efectos personales de cuatro deportados, estará abierta hasta el 15 de mayo. Ambas iniciativas guardan relación con el mencionado proyecto #StolenMemory. O sea, que las cosas se pueden hacer bien, aunque solo sea por quedar bien. Porque lo malo no es que Castilla-La Mancha haya despreciado un anillo, una pluma y un reloj. Lo malo, lo peor, lo imperdonable, es que, con ese gesto, la administración regional ha despreciado y ha humillado a las personas deportadas y a sus familias. Porque esos objetos no son simples objetos: son el símbolo de muchas luchas, son el depósito de mucho sufrimiento, son un tesoro de esperanza.

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