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Puede resultar curioso que, bien avanzado ya el año 2017, se siga recurriendo en numerosas ocasiones y desde los ámbitos más insospechados al tan manido 'mantra' de la crisis económica para tratar de explicar lo que sucede a nuestro alrededor.
Para todas aquellas personas que todavía sostienen la vigencia de un período coyuntural negativo cuya salida está cerca y que nos situará nuevamente en la irreal bonanza previa de comienzos de milenio, lo que a continuación se relata no deja de ser una mala noticia.
Aquella crisis de 2008 que pareció amenazar los pilares del sistema finalizó hace ya más de un lustro, dando como victorioso un nuevo orden mundial. Concretamente en nuestro país se puede fechar su fin en septiembre de 2011 cuando los triunfadores en esa batalla llamada crisis modificaron la Constitución, con la complicidad de nuestros representantes públicos, para fijar así las nuevas normas y ponerlas al servicio de sus propios intereses. A partir de ese momento lo que sucede en España en términos económicos y sociales ya no puede interpretarse coyunturalmente sino como la consolidación de un nuevo escenario.
El tiempo y sus consecuencias han confirmado que la salida de este período nunca fue una buena noticia ya que este nuevo modelo venido para quedarse normalizó, a partir de ese momento, el empleo precario y las altas tasas de desempleo, el desmantelamiento de los sistemas de protección social y el retroceso en el reconocimiento de derechos sociales, así como el imperio del individualismo y el sálvese quien pueda.
Ya disculparán todas aquellas personas que empezaban a vislumbrar brotes verdes que nos hacían rememorar tiempos pasados, pero la realidad siempre se las arregla para aparecer. Ante ella, por cruda que resulte, el Trabajo Social como profesión comprometida en la autonomía y desarrollo de personas y comunidades y en la defensa de los derechos sociales tiene grandes retos a conquistar:
- Es fundamental que trabajemos por recuperar la dimensión comunitaria en nuestras actuaciones. La crisis puso de manifiesto el fracaso de una manera de actuar que respondía individualmente ante problemas y necesidades comunes. O las soluciones son colectivas o no serán, y el Trabajo Social tiene el deber de participar activamente en la construcción de comunidades y espacios de relación que posibiliten el encuentro.
- En este nuevo orden social, los profesionales del Trabajo Social debemos apostar por dejar de ser meros gestores de prestaciones para significarnos públicamente como garantes y defensores de derechos sociales. En este escenario el establecimiento de una renta básica universal e incondicional se antoja como principal foco de atención.
- Ante la realidad que acontece, no podemos quedarnos parados o incluso escondidos en nuestros despachos. Debemos salir de nuestra zona de confort y participar activamente de los espacios de relación en los que está la gente. Recuperar un Trabajo Social de cercanía y contacto en igualdad, como miembros activos de nuestras comunidades.
Por último, resulta vital para la pervivencia de nuestra profesión, dentro de un modelo económico y social que nos es hostil, asumir que a quienes nos debemos, a quienes debemos rendir cuentas es a las personas a las que acompañamos y con quienes compartimos el día a día. Sólo poniendo en el centro a la persona es posible, hoy y siempre, concebir un Trabajo Social coherente y comprometido con su objeto y valores.