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El pasado miércoles 14 se cumplieron diez años de la aprobación por las Cortes Generales de la Ley de Promoción de la Autonomía Personal, la popularmente conocida como Ley de Dependencia. Para los profesionales del trabajo social y para los ciudadanos que cuidaban y velaban por la atención de una persona dependiente, supuso una ilusión en forma de nuevos derechos que permitieran mejorar la calidad de vida de muchas personas que necesitaban servicios y prestaciones para dar dignidad a situaciones que en muchos casos rozaban el abandono y la desatención.
Desgraciadamente esta Ley, que generó consenso político, ilusión, expectativas laborales, empresariales incluso, con el estallido de la crisis económica y la llegada de la austeridad en políticas sociales, han acabado dejando prácticamente en “situación terminal” su aplicación, asumida casi en su totalidad por las Comunidades Autónomas. Pero hoy no es el momento de hablar de lo negativo, sino que debemos poner en valor las aportaciones que ha hecho esta Ley tanto para las personas dependientes como para los profesionales del trabajo social.
En Castilla-La Mancha, desde el principio se apostó por que el acceso a los servicios y prestaciones debía hacerse desde un Sistema de Servicios Sociales de proximidad al ciudadano, al cual quien mejor conoce es el trabajador social de su municipio, y que además conoce los recursos sociales del entorno más cercano.
Por ello, aunque para los profesionales supuso una avalancha de demandas, peticiones de información, expectativas, solicitudes, valoraciones, visitas domiciliarias, emisión de informes sociales, etc....., se estaba gestando una nueva prestación fundamental para eso que llamamos Cuarto Pilar del Estado del Bienestar que son los Servicios Sociales. Todo esto supuso la generación de empleos en entorno rurales no sólo para trabajadores sociales, sino para auxiliares del servicio de ayuda a domicilio, auxiliares en centros sociosanitarios residenciales y centros de día, terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas, psicólogos, etc. En definitiva, un impulso económico que ahora parece que olvidamos, cuando es más necesario que nunca.
A todo esto, se añadió el reconocimiento por vez primera en España de la figura del cuidador familiar, especialmente a través de su incorporación al sistema de cotización a la seguridad social como cuidadores no profesionales y que desgraciadamente se suprimió en julio de 2012, siendo, a mi juicio, el mayor recorte de la Ley que se ha perpetrado en sus diez años de joven historia.
Tenemos por lo tanto un gran reto por delante, tanto para los responsables públicos, pero también para nuestro colectivo de trabajadores sociales, y es la defensa de la Ley, la reivindicación de la recuperación de derechos que se han limitado hasta la mínima expresión. Si uno de los principios básicos de nuestra profesión es la Dignidad Humana, tenemos que luchar porque las personas dependientes reciban cuidados dignos y de calidad, y debemos acompañarles en ese proceso, estando al lado del dependiente pero también de sus cuidadores.
No olvidemos que cualquiera de nosotros podemos ser dependientes en unos segundos: bien a través de un accidente de circulación, laboral, ictus, caída, etc.....y cambiarnos la vida que teníamos planificada. Por lo tanto, desde la sensibilización que debe generarnos la atención a la dependencia, como colectivo de trabajadores sociales debemos alzar la voz por la recuperación de todos los derechos que hemos ido perdiendo en estos diez años.
En todo caso, debemos desear Cumpleaños Feliz a esta Ley y que cumpla muchos más....