La UE pierde la batalla

El pasado domingo se produjo una de esas situaciones difíciles de comprender, a las que tan acostumbrados nos tiene el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. En un campo de golf de su propiedad, en Escocia (¿?), recibió a Ursula von der Layen, que acudía a la cita ejerciendo la competencia que, en materia de comercio, tiene la institución que preside, en los 27 Estados Miembros (EEMM) de la Unión Europea (UE).

El lugar y el contexto dejaban en situación muy desfavorable a la presidenta de la Comisión Europea, y a los intereses que allí representaba. De hecho, ya en las reuniones técnicas preparatorias se preveía, en el mejor de los casos, un acuerdo que supusiera, como así ha sido, una pequeña reducción respecto a los aranceles pretendidos por Trump para los productos europeos desde hace meses, a cambio de aranceles “cero” para los productos americanos que se comercialicen en el mercado de la UE.

Es difícil imaginar un acuerdo peor para los intereses de las empresas europeas que exportan a Estados Unidos, sobre todo para las del sector agroalimentario, donde destacan las ventas de aceite, vino y queso, fundamentales para España. Pero no solo es eso. Es la sensación de inferioridad y de sumisión a la que nos hemos ido acostumbrando desde que Trump está en el poder, asumiendo sus métodos y formas, sus ideas peregrinas y cambios de opinión constantes, en los que desprecia al interlocutor, haciéndole de menos, hasta llegar incluso a bromear con el atroz genocidio -y sus consecuencias- que está cometiendo Israel en Gaza. Es una pena que la presidenta de la Comisión y algunos jefes de estado o de gobierno de la UE, estén dispuesto a callar o a asumir planteamientos intolerables desde una óptica democrática y de respeto a las opiniones discrepantes. Y además, para nada. O para casi nada.

Las empresas exportadoras de vino, aceite y queso, principalmente, pendientes todavía de la letra pequeña del acuerdo, verán encarecerse sus productos

El acuerdo supone un arancel general del 15% a los productos europeos en el mercado estadounidense, a cambio, como ya se ha mencionado, de un arancel “cero” para los productos americanos en la UE. Esto va a tener, seguro, efectos en el sector agroalimentario español.

En mayo de 2025, España exportó en el sector agroalimentario -incluyendo todos los destinos-, por valor de 6.953 millones de euros, e importó mercancías por 5.200 millones de euros. En los datos interanuales -de junio de 2024 a mayo de 2025-, las exportaciones totales han sido de 76.327 millones de euros, las importaciones de 57.635 millones de euros y, consecuentemente, la balanza comercial positiva, de 18.692 millones de euros.

En este mismo período -de junio de 2024 a mayo de 2025- la facturación de nuestras exportaciones agroalimentarias al mercado comunitario alcanzaron los 50.559 millones de euros, el 67% del total. El 33% restante, 25.768 millones de euros, se dirigió a países terceros, destacando el Reino Unido, primer destino extracomunitario del sector agroalimentario de nuestro país, con un 20% de las ventas fuera de la UE, y Estados Unidos, con un 14%.

A este último mercado se vendieron productos agroalimentarios por valor de 3.525 millones de euros, el 4,6% de todas nuestras exportaciones -dentro y fuera de la UE-, un porcentaje relativamente pequeño, pero que ahora se verá afectado por este arancel del 15%.

Las empresas exportadoras de vino, aceite y queso, principalmente, pendientes todavía de la letra pequeña del acuerdo, verán encarecerse sus productos, con una posible pérdida de ventas, en Estados Unidos.

Pero más importante que el efecto económico, desde mi punto de vista, es la sensación de sumisión a los intereses de Trump y la falta de peso político en la esfera internacional de un proyecto europeo, que sale también tocado por la falta de ambición en la reciente propuesta de la Comisión Europea para el nuevo Marco Financiero Plurianual. Una pena.