El día 6 de agosto se cumplirán 69 años desde que EE.UU. lanzó una bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. No les pareció suficiente. Tres días después, el 9 de agosto, lanzaron otra sobre la ciudad de Nagasaki. En Hiroshima murieron instantáneamente entre 80.000 y 140.000 personas y quedaron heridas gravemente 100.000 más. En Nagasaki murieron instantáneamente entre 25.000 y 70.000 personas y hubo unas 70.000 personas heridas más.
Estas dos bombas eran absolutamente innecesarias para forzar la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Desde 1944 los bombarderos estadounidenses habían lanzado 160.000 toneladas de bombas sobre Japón. A partir de la primavera de 1945, EEUU utilizó bombas incendiarias en los ataques aéreos sobre ese país. Sólo el 9 de marzo, 1.600 de estas bombas, lanzadas sobre Tokio, provocaron 185.000 personas muertas o heridas. A primeros de junio EE.UU se apoderó de la isla de Okinawa y eso le permitió intensificar los bombardeos sobre Japón. Japón era completamente incapaz de frenar la ofensiva estadounidense en el Pacífico.
Más aún, según los acuerdos de la Conferencia de Postdam, la URSS debía colaborar con EEUU en la invasión de Japón y participar en su reparto. El 8 de agosto la URSS declaró la guerra a Japón y lanzó una gran ofensiva en Manchuria. Esta circunstancia fue determinante para la rendición de Japón, que tuvo lugar el 14 de agosto.
Por lo tanto, el lanzamiento de las bombas atómicas sobre civiles fue, por encima de todo, una demostración de fuerza de EEUU dirigida a la URSS, que ya se anunciaba como un rival poderoso. Y marcó el inicio de la Guerra Fría.
Desde entonces, se aceleró la carrera armamentística y otros países se proveyeron de armamento nuclear.
Actualmente hay nueve estados armados nuclearmente: EEUU, Rusia (antes la URSS), Gran Bretaña, Francia, China, Israel, India, Pakistán y Corea del Norte. Algunos otros estados (Sudáfrica, Bielorrusia, Ucrania y Kazajstán) también llegaron a poseer armamento nuclear en un momento u otro, pero optaron por desprenderse de él. El número de armas nucleares también fue aumentando, hasta llegar, en 1986, a un máximo de 65.000. A partir de entonces ha habido una notable reducción del número de armas hasta las 17.000 actuales. Pero no nos engañemos, sería una conclusión errónea asociar esta importante disminución a una disminución proporcional del peligro vinculado a un conflicto nuclear. La potencia de las armas nucleares actuales supera en mucho (en decenas de veces) la potencia de las bombas utilizadas contra Hiroshima y Nagasaki. Según los estudios científicos de modelización climática, la explosión de sólo el 0,5% del arsenal nuclear mundial actual causaría una modificación climática (el llamado invierno nuclear) de tal magnitud que podría sentenciar al hambre a 2.000 millones de personas y desembocar en una catástrofe humanitaria global.
Con el arsenal nuclear actual la destrucción del planeta está varias veces asegurada. Y sin embargo, sólo se muere una vez.
No podemos olvidar lo que pasó en 1945. Si mantenemos vivo el recuerdo, mantendremos viva la lucha para evitar que se repita.
Adiós a las armas nace con el objetivo de contribuir a la construcción de un mundo más seguro, a través de la cultura de paz y el desarme, desde la investigación y difusión de los efectos perversos del militarismo y el armamentismo, prestando especial atención al comercio de armas, la financiación de las armas, el gasto y presupuestos militares, las fuerzas armadas, la industria militar, la Investigación y Desarrollo (I+D) de armamento, las operaciones militares en el exterior, con especial atención en el Estado español; también hacemos análisis de conflictos armados, el militarismo y armamentismo mundial y de las doctrinas de seguridad y defensa de España, la UE y la OTAN.
Adiós a las armas es un blog coral en el que escribimos investigadoras y colaboradoras del Centro Delàs de Estudios por la Paz, pero dónde también se pueden encontrar artículos firmados por autoras que hacen una lectura de los conflictos y las relaciones internacionales incorporando un análisis crítico desde la cultura de paz y la no-violencia.
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