Una mesa redonda y nueve ponentes. Acuden la dramaturga Tanya Beyeler, el artista Joan Català, el coreógrafo y bailarín Pere Faura, el dramaturgo Aleix Fauró, el consultor Toni González, el dramaturgo Àlex Rigola, la gestora Margarida Troguet, la directora del Centro de Mujeres Francesca Bonnemaison Marta Vergonyós y Judit Vidiella, investigadora. En la fila cero, profesionales del sector como Marta Almirall, directora de Festes i Participació Cultural del ICUB; Cesc Casadesús, director del Mercat de les Flors; Lluís Pascual, director del Teatre Lliure; y Magda Puyo, directora de l'Institut del Teatre. Siempre se echa en falta a alguien. Ellos son los escogidos de la sesión abierta, también al público y a la ciudadanía, para dotar de personalidad y encaminar el certamen veraniego. El del Grec es el primero de una “serie de debates que no ha hecho más que comenzar”, explicó la comisionada de Cultura en el Ayuntamiento, Berta Sureda. Internacional, popular, comunitario, periférico, anual… Si el Grec fuera todo esto no habría debate. Esta no es la cuestión. Son opciones y radicalmente opuestas. Desde los que piden más presencia de creaciones internacionales, a los que quieren un Grec más popular y que interactúe con la gente, un festival con propuestas comunitarias, con el público como creador. No faltan los que creen que el festival tendría que extenderse el resto del año. Y su precio. Con tres millones de presupuesto ya basta. Para otros es muy poco tratándose de un gran festival. La identidad reflejada en la escena local, el tratamiento a la música, muchas veces en un discreto segundo plano. Son, en definitiva, propuestas que como apuntan algunos ponentes, el Consejo de la Cultura de Barcelona no lo vería mal, podría gestionar una dirección colegiada en el festival. Es la carta a los Reyes, quizás las políticas culturales del país no lo permiten, avisa el director teatral, Aleix Fauró. Entre otras cosas, faltan presupuestos, ayudas y una educación al servicio de la cultura y al revés. Àlex Rigola, exdirector del Lliure, sostiene que la cultura no es más que educación. Buenas intenciones y cierta confusión. Lluís Pasqual habla de un problema estructural; “Barcelona necesita un festival internacional. Pero, ¿julio es la fecha? Los festivales de verano se hacen en ciudades pequeñas, abarcables, donde los recorridos se hacen a pie y uno se va luego a tomar una copa a una zona de encuentro. Barcelona es grande”. Con copa o sin copa el debate está sobre la mesa. Festival internacional o programación de verano. Ocupación o participación. Centralidad o periferia. A falta de más de medio año para que arranque su próxima edición, reflexiones para un festival que lo más probable es que no experimente grandes cambios en 2016. Pero quién sabe para 2017. El debate está servido.
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