Pérdidas millonarias y ventas en mínimos: la deficitaria inversión de Grifols en una centenaria empresa de aguas
La apuesta que la multinacional catalana Grifols hizo en 2017 para relanzar Aigües de Vilajuïga, una pequeña y centenaria embotelladora de agua carbonatada en esa localidad del Empordá que la farmacéutica rescató de la quiebra, se ha traducido hasta ahora en pérdidas millonarias y en una facturación menguante que, no obstante, la empresa asegura que está empezando a enderezar.
La de Aigües de Vilajuïga es una nota a pie de página en la historia de Grifols. No está, a buen seguro, entre las actuales prioridades del grupo, que vive una etapa muy turbulenta. Este 2024 está siendo el año más convulso que se recuerda en esta endeudada compañía, tras la crisis abierta por el ataque del fondo especulativo Gotham City y su acusación de manipulación contable, las deficiencias halladas en sus cuentas por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), las pesquisas de su homólogo estadounidense, la SEC, y el nombramiento de un nuevo consejero delegado, Nacho Abia, ajeno a la familia que controla el gigante de los hemoderivados.
Los Grifols han tenido que apartarse de la gestión para intentar taponar las críticas a la opaca gestión cruzada con el holding holandés Scranton, vinculado a la familia y a directivos clave del grupo. Este lunes, las acciones de la compañía se dispararon un 7% tras anunciar que espera cerrar en junio una operación muy relevante para reducir su deuda de más de 10.500 millones de euros, la venta al gigante chino Haier de un 20% de la china Shanghai RAAS Blood. El cierre de la operación llevaba meses atascado. Se anunció en diciembre, antes de la crisis de Gotham, y tras el visto bueno de las autoridades chinas, permitirá a Grifols ingresar unos 1.671 millones.
Al lado de estas cifras, los números que acompañan a Aigües de Vilajuïga son insignificantes. Pero las pérdidas que arrastra esta pequeña empresa desde que fue rescatada por Grifols alcanzan ya más de 9 millones hasta 2023. En el último ejercicio en el que presentó cuentas, 2022, perdió otros 1,48 millones y facturó apenas 200.000 euros, frente a los cerca de 400.000 euros de antes del rescate de Grifols. En 2021 sus números rojos fueron de 1,5 millones y en 2020, de 1,7 millones, según la información disponible en Insight View. En 2023, según las cuentas individuales de Grifols, las pérdidas alcanzaron otros 1,352 millones.
El año pasado la multinacional registró deterioros contables de 1,269 millones por su participación en esa filial. En 2022 esos ajustes fueron de 1,313 millones. En octubre de ese año la multinacional aprobó inyectarle otros 4 millones para restablecer el equilibrio patrimonial de la sociedad.
Las cuentas de 2022 de Aigües de Vilajuïga ya no hablaban, como en otros años, de la expectativa de volver a obtener beneficios operativos y flujos de caja positivo en el futuro. Señalaban que en ese ejercicio, pese a las pérdidas recurrentes, se formularon “siguiendo el principio de empresa en funcionamiento al considerar que el accionista mayoritario continuará apoyando financiera y patrimonialmente a la Sociedad”.
Ese año, la empresa tenía apenas 6 empleados (cuatro de ellos, directivos) y unos gastos de personal de 378.103 euros, a más de 63.000 euros por cabeza. Las cuentas quedan fuera de las auditorías de Grifols y sus filiales que ha realizado durante más de tres décadas la firma KPMG, muy vinculada a algunos directivos de la multinacional catalana.
No obstante, fuentes de Aigües de Vilajuïga apuntan que la situación ha comenzado a mejorar tras ese pésimo 2022. El año pasado, apuntan, las ventas no corporativas (las que se facturan a la propia Grifols) subieron un 45% y este año se están duplicando. La empresa, añaden esas fuentes, ha empezado a exportar a Estados Unidos y a Baréin y ha reposicionado su producto hacia un cliente menos elitista.
Un símbolo
El gigante de los hemoderivados se hizo con el 100% de esta empresa por cerca de un millón de euros en julio de 2017, tras anunciarse su cierre. Entonces su accionista mayoritario era la constructora catalana Copcisa, envuelta en problemas judiciales. Copcisa, una de las compañías del caso 3% de financiación irregular de la extinta CDC, había adquirido ese paquete en la empresa de aguas en 2011.
“Se nos apaga un símbolo con el que hemos convivido toda la vida”, lamentaría entonces ante la amenaza de cierre Joana Cobo, alcaldesa de Vilajuïga. La compra la impulsó Víctor Grífols Deu, desde este año ex consejero delegado del grupo Grifols, por el impacto emocional que recibió al ver un reportaje en televisión sobre la desaparición de la empresa.
En Grifols dejaron entonces claro que no era una adquisición estratégica. Otro de los principales ejecutivos que entonces tenía la multinacional, Raimon Grífols, transmitió a la alcaldesa de ese municipio que el objetivo era “conservar y respetar la historia y poner el agua (de Vilajuïga) en el lugar que se merece”.
Para ello rehabilitarían las instalaciones de esta compañía centenaria, que Grifols también utiliza para algunas convenciones. En 2018 la farmacéutica anunció en el Festival de Peralada, organizado por otra familia señera de la alta burguesía catalana, los Suqué Mateu, un plan de inversión de 5,5 millones para reflotar la empresa y reposicionar el producto.
“Apostamos por motivos sentimentales, pero también por motivos racionales”, explicaba al diario Ara Joan Fornós, responsable de Aigües, en octubre de 2019, cuando las botellas habían vuelto a las mesas de los restaurantes. Se posicionó la marca para un público gourmet muy alto y se decidió triplicar el precio de la botella, hasta más de 3 euros la unidad, con un nuevo y exclusivo diseño, para distribuirla a apenas 1.500 tiendas y grandes restaurantes.
El plan no funcionó y los resultados fueron discretos, como atestigua la baja cifra de ventas de 2022. Recientemente, se ha lanzado un nuevo formato de botella PET de 1,2 litros, con un precio inferior al de, por ejemplo, el famoso Vichy Catalán. El producto ya se vende en varias grandes superficies, apuntan desde la empresa. De los fastos de Peralada al gran público.
Aigües de Vilajuïga se fundó de la mano de seis familias ampurdanesas después de que el agua carbonatada natural que brotaba allí, al pie de la Serra de Verdera y el macizo de Cap de Creus, recibiera en 1904 la declaración de minero-medicinal y de utilidad pública por orden del Ministerio de Gobernación de la época.
Sus aguas, embotelladas tal cual se captan a 72 metros de profundidad, las definió el escritor Josep Plá como “las mejores de Europa”. Eran las favoritas de Salvador Dalí y en 1929 recibieron un premio de honor en la Exposición Universal de Barcelona. Más recientemente, las han alabado chefs reconocidos a nivel mundial, como Ferran Adrià, los hermanos Torres, Jordi Cruz o Joan Roca, como complemento ideal para acompañar sus platos de alta cocina.
“Sus cualidades organolépticas, cuerpo ligero y sensación de frescor en el paladar se combinan perfectamente con la gastronomía de gran calidad, ya que el agua Vilajuïga no sacia ni se impone”, se afirma en su web. Con las cifras disponibles, la empresa no termina de remontar de la mano de una Grifols que pasa por momentos difíciles.
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