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Eugènia Broggi y Xavier Vidal: “Si la única épica es la cuenta de resultados, ¡mal vamos!”

Foto: Enric Català

Cristina Carbonell

Catalunya Plural ofrece una conversación con la editora Eugènia Broggi y el librero Xavier Vidal sobre la vitalidad de la literatura en catalán, sin ahorrar algunas críticas a cómo funciona la promoción en Catalunya. También nos dan su punto de vista respecto al fenómeno del auge de las pequeñas grandes librerías y editoriales -del que ambos son destacados protagonistas-, y sobre cómo las dinámicas actuales del mundo han hecho emerger estos pequeños grandes proyectos. Además, nos revelan que la clave para hacer que todo esto se mueva es poner alma y entusiasmo.

Eugènia Broggi fue editora del sello Empúries del Grup 62 durante diez años y ahora acaba de inaugurar su propia editorial con títulos como Els nois, de Toni Sala; L’última nit, de James Salter, y La nostra vida vertical, de Yannick Garcia. Tiene un conocimiento profundo de las entrañas del mundo editorial y ahora lo pone al servicio de un proyecto personal que nace de la resistencia al monopolio empresarial y del entusiasmo para ofrecer a los lectores en catalán libros que han pasado por su filtro de experta veterana.

Xavier Vidal es periodista de profesión y ha superado la crisis de los 40 cumpliendo su sueño: abrir una librería y compartir con los lectores experiencias vividas a través de la letra impresa. Después de hacer un estudio de mercado y de haber vivido durante muchos años en el Poble Nou montó No Llegiu (No Leáis, en castellano), que más que una librería quiere ser la puerta de entrada a compartir un mundo que le apasiona: ofrece café a quien quiere, pone a disposición unos sofás para poder probar los libros con comodidad antes de comprarlos y reparte, si es necesario, a domicilio.

Desde vuestras ocupaciones respectivas, ¿por qué creéis que se han dado estos procesos paralelos de apertura de pequeñas librerías y editoriales?

Eugènia Broggi: En el caso de las editoriales, la concentración editorial del Grupo 62 ha hecho que haya quedado un espacio libre por cubrir. Por otra parte, la crisis nos ha demostrado a todos que el trabajo debe hacerse muy despacio, libro a libro y picando mucha piedra, y esto las pequeñas editoriales, que tienen menos estructura y, por lo tanto, pueden permitirse vender menos volumen de libros, pueden trabajar mucho mejor libro a libro y ejemplar a ejemplar. No necesitas una infraestructura muy grande y eres dueño de ti mismo. Puedes pasear por toda Cataluña, puedes buscar complicidades con los libreros de todas partes, y eso hace que la gente te crea más, cuando eres tú que estás ahí detrás. Y creo que los libreros les pasa lo mismo, os pasa mucho más en realidad porque sois prescriptores, los clientes vienen porque les recomendéis libros, porque hay una complicidad también.

Xavier Vidal: Yo no conozco mucho el mundo editorial y podría decir que tampoco conozco mucho el mundo de la librería, yo soy periodista. Hace seis meses que abrí la librería. Sí hice unos cursos para saber cómo se gestionaba una librería, pero sigo haciendo de pardillo en muchos casos.

¿Qué te hizo abrir la librería?

X.V.: Básicamente porque en el mundo del que yo venía, del periodismo, está bastante jodido todo, y siempre había dicho que quería abrir una librería, que a mí lo que me gustaba era no solo leer sino también compartir lecturas, y supongo que con la crisis de los 40, pensé que había otra cosa que me gustaría mucho hacer, que era tener una librería. A partir de aquí, cuando analizas y dices qué modelo de librería quieres abrir, te das cuenta de que en el mundo editorial en catalán fundamentalmente, pero también en castellano, hay una concentración brutal en manos de unas pocas empresas y en el mundo de las librerías lo que estaba sucediendo es que estaban cerrando pequeñas librerías y, en cambio, parecía que se mantenían las grandes. La realidad es que ni unas ni otras. Las grandes pasan unas dificultades enormes porque tienen que mantener unas estructuras brutales. Por otra parte, para mí abrir una librería también tiene en el fondo un concepto de creación de riqueza, de diversidad, de libertad... Donde hay monopolios no hay libertad, donde hay monopolios hay pensamiento único.

E.B.: ¡Sí, sí! Y yo creo que donde hay monopolios toda la gente que está implicada en el proceso de hacer el libro, o por lo menos es lo que me pasó a mí en 62, es que acabas perdiendo no solo la pasión por tu trabajo sino también la responsabilidad. De acuerdo que no operamos a corazón abierto ni dirigimos un país, pero el trabajo que hacemos tú y yo es un trabajo importante desde el punto de vista social. Los niños crecerán leyendo los libros que publique yo o que vendas tú en tu librería. Entonces empezar a convertirte en alguien que solo trabaja por un objetivo de presupuesto y que el contenido de los libros acaba siendo igual porque tienes que facturar un millón al año y que harás un libro porque sabes que positivamente se venderá y lo haces para cumplir este objetivo, cuando llegas a este punto, o por lo menos cuando yo llegué a este punto, dije: “¿Qué está pasando?”. En realidad, no se trata de eso sino de hacer libros que estén bien, más diversos, con esta riqueza cultural, y eso es lo que te empuja un poco a hacer las cosas a tu manera.

X.V.: Hay un libro de Richard Sennett que se llama El artesano, en el que habla de todos los conceptos de la economía global y dice “No hay futuro si no hay artesanía” y la artesanía significa que tú tienes que coger lo que hagas porque lo produces o porque prestas un servicio y tienes que hacerlo poniendo toda el alma. Si no pones el alma pasa a ser un producto de consumo efímero, fugaz y que desaparecerá enseguida, y por lo tanto hay un apartado de artesanía que, no solo en el mundo de la edición, de la librería, sino en todas partes, pide esto, pero claro hay un problema, que es que la artesanía es cara. Yo soy partidario de recuperar este concepto de artesanía entendiendo que esto no es una batalla contra los grandes grupos, es un espacio en el que la gente debe saber que puede crear y que dependiendo del alma, los esfuerzos y, naturalmente, de la inversión que puedas poner en momentos difíciles, vale la pena hacerlo. Tiene que haber una épica detrás de las cosas, si la única épica es la cuenta de resultados, mal...

E.B.: Esto es extrapolable a todos los trabajos del mundo, no solo el nuestro, pero cuando juegas con cultura, que es algo más vago, es importante que haya detrás un empuje auténtico y una vocación, porque, además, se transmite la relación que estableces tú con la gente del equipo, y que el equipo también sois los libreros y la distribuidora, y si hay un poco de entusiasmo y un poco de autenticidad la gente también lo recibe diferente, que si hay algo mucho más mecánico o mucho más burocratizado.

Y existe también la necesidad de recibir este entusiasmo y autenticidad entre la gente, ¿no?

E.B.: A mí la gente me ha recibido superbién, hay una parte que es que todos nos hemos vuelto descreídos también, ya nadie se cree lo que dice la televisión ni siquiera a veces las reseñas de los periódicos, de los críticos. La gente va a una prescripción mucho más cercana, su librero de barrio, el Facebook de sus amigos, o de los amigos de sus amigos, y por lo tanto todo esto hace que la función de prescriptor de los libreros sea muy importante.

X.V.: Una función de prescriptor, sin embargo, que además no es vertical, es compartida, horizontal, es de redes. Los libreros no lo saben todo. Es imposible que yo me haya leído todos los libros que se publican en un país en el que se editan cada año 85.000 títulos. Tenemos más escritores que lectores, dice alguien, del mismo modo que en Cataluña tenemos más premios que en Francia; es una locura. Hay un cierto orden, y este orden solo se puede conseguir segmentando y, sobre todo a través de una palabra que decía Eugènia antes, que es la confianza, y esto no es exclusivo del mundo del libro sino que es en general. La crisis del sistema es una crisis de confianza. Los bancos nos daban unos créditos pero nos engañaban con la letra pequeña y luego pasaba lo que pasaba. O cuando una gran empresa hace un ERE porque dice que este año deben recortar porque solo han tenido un beneficio de 500 millones de euros. Todo este surrealismo acaba desembocando en la necesidad de recuperar la confianza, y la confianza no la puedes recuperar en un ente impersonal.

E.B.: Aunque como tú decías hace un momento, los grandes grupos tienen que estar como están en todo el mundo, porque también hacen buenos libros, por lo tanto no es una cruzada contra los grandes grupos, pero sí es verdad que la manera de funcionar es diferente. El otro día le decía a Maria Bohigas [editora de Club Editor] que vivo mucho mejor desde la resistencia que desde el poder, porque la sensación es mucho más gratificante, mucho más de libertad, la sensación de que estás eligiendo en cada momento todo lo que puedes hacer, y esto se refleja mucho en los libros y en el espíritu que transmites tú como editor.

¿Y tú, Eugènia, que has pisado muchos mercados internacionales del libro, este fenómeno también se está dando en otros países?

E.B.: Mira, Peter Mayer, de Penguin, vino hacia el 2003 o 2004 y explicó el fenómeno de las pequeñas editoriales en Inglaterra y en Estados Unidos, o sea que hace diez años les sucedió un poco lo mismo. En castellano sucedió hace cinco años y en catalán empezó a suceder hace un año o dos. Yo creo que es el resultado de los tiempos que vivimos. El monopolio se queda con un segmento importante del sector, pero luego hay una parte que queda libre que permite que la gente trabaje con más artesanía, con más cuidado, con literatura más exigente porque no da miedo, porque la puedes trabajar, la puedes defender, vas con el libro bajo el brazo por todo el mundo, y es más fácil que la gente te crea.

Somos un país bastante lector, y con una literatura muy viva, con muchos premios y muchos escritores, nacen editoriales, librerías...

X.V.: Bueno, yo soy bastante crítico con los premios.

E.B.: Los premios justamente han sido lo peor que nos ha podido suceder.

X.V.: Yo me he encontrado gente extranjera que dice “¿Pero cuántos premios tenéis aquí?”. Y la otra cosa que les sorprende es que estos premios los den editoriales.

E.B.: Los premios son maniobras, y el ejemplo más claro es que un premio puede ser la puerta de entrada a una literatura de otro país. Tu vas por ejemplo a la literatura norteamericana y dices cogeré el Pulitzer y el PEN Faulkner Award de los últimos dos años, y seguro que son autores impresionantes, te pueden gustar más o menos, pero son una apuesta segura. Vas a Francia y dices compraré el Goncourt, y seguro que es bueno, y vienes aquí y dices compraré el Sant Jordi (y no lo digo por Vicenç Pagès, que me gusta mucho) y el Ramon Llull, pero ya no son tan garantía de buena literatura en general.

X.V.: ¡O el Nadal o el Planeta en castellano! Estos premios están patrocinados o pagados directamente por editoriales y es una forma de robar autores a otras editoriales. Hay un autor que primero publica con una editorial y luego se presenta a un premio, porque le dicen preséntate a este premio, que lo ganarás y entonces nosotros podremos publicarte, y esto es una forma de canibalismo.

Sin embargo, los premios también deberían tener la función de prescripción...

E.B.: El premio lo tendría que dar alguien que no fuera editor.

X.V.: El premio más genuino que yo conozco de aquí Cataluña es un premio que da la librería L’Odissea de Vilafranca, en la que son los lectores que lo eligen. Es un consejo de cien lectores, que tienen gustos muy diferentes, entre los que hay gente que le gusta la novela histórica y gente que le gusta el Ulises de Joyce. Y el premio se financia con el dinero de estos lectores, que pagan por formar parte de este jurado. Y a partir de aquí hay un jurado de cuatro personas que escoge entre los libros que han seleccionado los lectores, hay un filtro previo de lectores, pues. Ahora bien, este premio no tiene lo que tienen otros premios, que son campañas de marketing brutales, no tienen dinero para la difusión.

E.B.: De entrada, la idea de los premios no es mala porque pagar anticipos es muy difícil, sobre todo antiguamente. Los premios que son cofinanciados porque paga una parte de la editorial y otra parte Òmnium o laentidad que sea son como una forma de becar a los autores, de garantizarles una tranquilidad económica durante dos años. Pero todo esto se ha ido pervirtiendo, porque antes el criterio debía de ser muy literario y cada vez es más de venta.

X.V.: Yo tengo autores amigos que los llaman de editoriales pidiéndoles que necesitan que les hagan libros sobre un tema concreto, que aparezca este personaje, etc. Son libros por encargo. ¿La creación quién la hace, el autor o el de marketing?

De todos modos, hay un movimiento importante de autores jóvenes que están escribiendo buenos libros, las editoriales pequeñas también estáis apostando por gente nueva, desconocida.

E.B.: Siempre hay gente joven escribiendo que lo hace bien, y también hay gente joven y no tan joven que no lo hace nada bien. El problema es que a veces lo que es más visible es lo que es menos interesante, esto debe de suceder en todas partes, pero lo que es más visible son estos premios que en realidad no son garantía de buena literatura, y en cambio tenemos autores que están muy bien, que están por ahí abajo pero que no se ven tanto, que los conocemos los cuatro que estamos aquí pero entonces en la calle no los conoce nadie.

¿La función de las microeditoriales sería la de hacer emerger estos autores que lo hacen bien pero que mucha gente no conoce?

E.B.: Sí, pero también y sobre todo sería la función de estas microlibrerías...

X.V.: A mi, más que de microeditoriales y microlibrerías me gusta más hablar de pequeñas grandes editoriales y pequeñas grandes librerías.

E.B.: Sí, exacto. Y vosotros, tanto los que acabáis de empezar como los que ya llevan una trayectoria más larga habéis apostado mucho por dar espacio a vuestras librerías a las pequeñas editoriales, lo que antes no pasaba tanto, aunque tampoco había tantas...

¿Y creéis que ahora la gente lee más?

E.B.: Mi madre trabaja en una escuela y dice que los niños de ahora leen mucho más que los de antes. Los índices de lectura no los conozco, pero sí creo que hay un público lector potencial en catalán que no está suficientemente explotado que son muy buenos lectores que viven en Barcelona y que eligen leer en castellano, de estos hay muchísimos.

X.V.: Yo sobre esto tengo una teoría muy peregrina que es que los traductores de los años ochenta y noventa maltrataron a los lectores en catalán. Yo siempre digo que soy uno de esos lectores maltratados que lee Richard Ford en castellano y que si sale en catalán lo sigue comprando en castellano porque se te hace raro leerlo en catalán. Uno de mis autores preferidos es Thomas Bernhard, de quien en catalán casi no hay nada y lo que hay es de traductores de los ochenta y noventa que se pongan como se pongan nogensmenys [forma catalana poco usada equivalente a sin embargo] no existe en alemán.

No obstante, ahora hay un muy buen nivel de traducción en catalán...

E.B.: Sí, ahora hay traductores muy buenos, y por esta cosa que tenemos los catalanes de ser tan tiquismiquis y de tener esta relación tan extraña con nuestra lengua, creo que justamente los traductores de ahora son mucho mejores en catalán que en castellano. Bueno, quizás es absurdo hacer esta afirmación tan general, pero ahora hay traductores muy buenos en catalán y hay libros que están mejor traducidos en la edición catalana que en la castellana. En el caso español, no ha habido tanta crítica en los periódicos y de lectores; en cambio, en catalán haces una traducción y tienes setenta correos electrónicos de gente que se queja, y muchas veces se quejan equivocadamente, creen que eso no existe, todo el mundo es un sabelotodo del catalán y esto ha hecho que todo el mundo esté mucho más en guardia, tanto los editores como los correctores... todos, y probablemente por eso ahora haya traductores en catalán que son muy buenos.

X.V.: Y curiosamente estos traductores tienen todos cerca de 40-45 años, que son estos lectores maltratados que se han plantado y han querido traducir para que la gente pueda leer y no para conservar un espíritu histórico de la lengua.

E.B.: Esto ha hecho también que en nuestra generación, que hemos tenido una educación vital y literaria más en castellano, nos dé pereza o tengamos prejuicios a la hora de leer autores como Toni Sala, que no es porque me guste mucho sino porque pienso que está a la altura de muchos autores españoles y también europeos y americanos.

X.V.: Sí, nos cuesta mucho dar valor a los autores de aquí.

E.B.: Esta es un poco mi lucha, romper barreras, que después puede no gustar, pero que se tenga la inclinación de probarlo.

X.V.: Con esta búsqueda de internacionalidad de todo, está la idea de que este autor como es catalán será provinciano, y es falso. Tenemos muy buenos autores, no solo jóvenes. A mí el último libro de Pagès Jordà me parece un ejercicio de investigación literaria, que si lo hubiera hecho Saramago en sus primeros años, estaríamos adorando Saramago. Ahora nosotros tenemos dos referentes internacionales, que son Jaume Cabré, que quizás sea la única persona de este mundo que viva de la literatura, y Sánchez Piñol, y entonces los otros, que como no son internacionales, los consideramos provincianos.

E.B.: También debo decir que antes nos pasaba que para llegar al extranjero con un autor catalán, tenías que pasar siempre por el castellano y si no tenías traducción al castellano ya consideraban que no valía la pena ni probarlo, y ahora, también gracias al Institut Ramon Llull, que hacen muy buen trabajo, da lo mismo que en España haya un prejuicio con el catalán que hace que sea muy difícil que muy buenos autores no se traduzcan al castellano... ¡pasamos del castellano, traducimos un capítulo en inglés y comenzamos a venderlo en Europa! Si el autor es bueno tiene que funcionar, y los europeos no tienen este prejuicio contra el catalán, les da igual; mientras sea un buen libro ya les está bien.

En este sentido, el trabajo del Institut Ramon Llull de internacionalización de la literatura catalana es bastante invisible.

E.B.: Es un trabajo muy invisible y, sin embargo, lo hacen muy bien, están en todas las ferias y las personas que lo hacen tienen ese perfil que decíamos antes, por lo menos con las que yo he trabajado, que son superentusiastas, que creen mucho en los autores catalanes.

X.V.: Sobre lo que decíamos de que hay un problema de visibilidad, o de difusión, yo prefiero que el Ramon Llull trabaje invisiblemente y que los resultados sean visibles en cuestión de traducción. Me gusta saber que autores catalanes han sido traducidos a otros idiomas y creo que esto debería visualizarse mucho más.

E.B.: Cuando vendieron Incerta glòria en inglés, si hubierais visto Mísia y Gemma [técnicas del Área de Literatura del Institut Ramon Llull] cuando lo cerraron, tenían una emoción tremenda. Trabajan mucho, ponen mucha parte de sí mismas y mucha alma. Hacen muy buen trabajo.

Últimamente se han publicado bastantes libros de literatura distópica o que tiende a crear mundos propios de la ciencia ficción, pero entonces tenemos otros autores que hacen literatura muy realista. No sé si es muy arriesgado o absurdo hablar de tendencias actuales en la literatura catalana.

E.B.: Es un poco difícil hacer un juicio, pero sí es verdad que parece que han salido, en catalán como mínimo, siete u ocho libros ahora de golpe de literatura distópica.

Sí, y también ha aparecido la editorial Males Herbes, muy enfocada a la literatura fantástica, la librería Gigamesh, que está especializada en ciencia ficción, ha abierto un local más grande...

X.V.: Esto es como aquel que dice que se ha puesto muy de moda la novela erótica en femenino gracias a las obras de Grey y entonces aparece la Iolanda Batallé con el libro Faré tot el que tu vulguis, o Marta Rojals y hace L’altra, y se dice que ahora hay una moda de novelas de mujeres de 40 años que tienen que cambiar su vida porque no están conformes con la manera que vivían. Yo no creo ni en las modas ni en las etiquetas. Cuando me preguntan qué vendo más, yo respondo que vendo libros, narrativa fundamentalmente, mucha poesía y también ensayo. Esto de las modas es una operación de marketing, alguien está interesado en hacernos entender que ahora está de moda esta literatura porque toca vender esta literatura o porque algunas editoriales han decidido publicar sobre esta literatura... Las novelas o te gustan o no te gustan.

E.B.: Yo lo veo mucho cuando voy a ferias y en las citas te dicen este libro es un cruce entre Harry Potter 1 y Harry Potter 5, o este otro es un cruce entre El código Da Vinci y Stieg Larsson, o sea van cogiendo los bestsellers del momento y para intentar poner una etiqueta en un libro se busca una simbiosis entre lo que se ha vendido mejor.

X.V.: A mí cuando me preguntan si Petros Márkaris es novela negra, digo, bueno, sí, puede ser porque hay muertos, pero también está el trasfondo social de la sociedad griega de hoy, que es mucho más importante que los muertos. Es lo que decía Chesterton: una novela sin muertos es una novela sin vida. Yo tengo un apartado de novela negra, pero de la estantería podría sacar muchos títulos y ponerlos a la de narrativa convencional, y a la inversa. La etiqueta novela negra es comúnmente aceptada, tiene unos códigos compartidos, pero ya está.

E.B.: Yo estoy pensando en recuperar una parte de clásicos y otra de contemporáneos, y pensaba ¿qué hago, dos diseños para diferenciar dos líneas?, Pero claro me encontraba con el dilema de dónde coloco una novela de los años ochenta. ¿La pongo en contemporánea o clásico contemporáneo? Y al final he decidido que solo haré una línea. Son libros que si los publico ahora es porque creo que son contemporáneos de espíritu y, por lo tanto, pueden interesar igual ahora que a la gente de hace 50 años. Cuando empiezas a separar te acabas liando, parece que tenga que ir muy bien para ordenar pero al final se te acaba volviendo en contra.

X.V.: Es como cuando me instalé el programa de gestión de la librería. Me era igual hacer una clasificación por nacionalidades. Nadie entra a la librería y pregunta dónde tengo la literatura italiana. Buscas autores italianos o te tropiezas con ellos, que es lo más bonito de entrar en una librería, o de los editores cuando están mirando manuscritos: tropiezas con una novela que te gusta y el nombre del autor ya lo verás al final. Es un ejercicio de descubrimiento.

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