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Francesc Serés: “Los inmigrantes nos han acabado situando en el mundo”

Francesc Serés publicó a finales de 2014 'La pell de la frontera'. / ENRIC CATALÀ

Cristina Carbonell

¿Qué te lleva a escribir sobre el tema de la inmigración?

Yo siempre digo que era como un elefante en medio del pasillo. No lo podía obviar. Era como abrir la ventana y ver siempre el mismo tema. Era inevitable. Y cuando un tema es una experiencia muy tuya y poco compartida con mucha gente que hace el mismo trabajo que tú, pues piensas que quizás me ponga a ello.

Una vez, un buen amigo periodista me dijo “escribe de lo que conozcas”, que es justo lo que haces en el libro, escribir de tu tierra, de tus sitios, de tu gente. ¿Crees que solo se puede escribir de lo que se conoce?

Es inútil pensar que escribirás bien sobre hechos que no conozcas mucho. Aunque yo escribí los Cuentos rusos sin haber estado nunca en Rusia, pero era una especie de ironía, era la prueba de la contradicción que esto no se podía hacer, solo desde una ironía, desde un juego posmoderno, trabajando mucho y dando una verosimilitud al hecho. Y esto lo puedes hacer una vez o dos, pero no como un hecho estructural a la hora de escribir. Yo escribo sobre lo que veo, sobre lo que veo muchas veces, porque en otras no soy capaz de encontrar un discurso que pueda decir “esto vale la pena escribirlo”.

La pell de la frontera habla de la inmigración, pero también de otros temas que van muy directos a ti, que hacen referencia a la comarca del Bajo Cinca, en la Franja, donde has nacido y donde has vivido muchos años.La pell de la frontera

La inmigración hace de hilo conductor. Como no tienes espejo, te lo pones a través del otro, lo que pasa es que tú te miras en ese espejo y te sale un tío de Mali. Siempre sale otra persona, y eso es lo que hace que en todas estas etapas tú puedas ir encontrando otro interlocutor que no eres tú. Este es el hilo conductor, no el de una construcción concreta. Yo pienso que los verdaderos protagonistas de los libros no son la inmigración, sino que somos nosotros. Sí que es cierto que es una literatura del yo, explico todo lo que veo yo, y con todas mis carencias, y no me escondo. Además, sabes que el lector se dará cuenta, por tanto, las expones y te quedas tranquilo. Había una voluntad, sobre todo en el último capítulo, de pasar cuentas: hasta donde has llegado tienes 42 años, ¿qué has hecho en la vida? ¿dónde has llegado? ¿qué has podido ver? ¿de qué has podido hablar? Y de algún modo tú vienes aquí, pero ese ya no eres tú, y por lo tanto, tienes que irte.

El título podríamos decir que es una buena puerta de entrada a lo que nos encontraremos en el libro: historias de personas humanas –las emociones, los sentimientos, la piel– que han transitado de su país a otro, pero que a pesar de haber cruzado las fronteras, se han encontrado con otros.

Sí, y también se refiere a la piel de los demás, la piel que es nueva para nosotros, la negra, por ejemplo, la de los magrebíes, la de los indios, como símbolo de proveniencias diferentes, lo que no significa una valoración, sino que es más algo de sorpresa. Hay pieles que tienen una textura, más y menos peludas, más y menos arrugadas, más oscuras, más claras.

La piel como símbolo de la diferencia, pues.

Sí, científicamente no existen razas, porque se pueden mezclar y habría infinidad, pero sí es cierto que las hay, aunque no existan, y lo acabas viendo con los ojos, y eso no significa nada, pero en un primer momento cuando tú todavía no sabes decir que no significa nada, sí significa algo, y eso es esta frontera que la gente tiene que cruzar.

La frontera de la piel, pues... En el libro hay diferentes fronteras, no obstante.

Sí, muchas. Económicas, culturales, religiosas, administrativas entre Aragón y Cataluña, las lingüísticas, y si las empiezas a combinar hay miles.

Otra frontera que hay también es la del tiempo, la de la confrontación de uno mismo con el paso del tiempo, impreso en el otro, como cuando el narrador se pregunta “On va a parar la gent que desapareix totalment de la nostra vida? La gent amb qui hem compartit coses, que ha omplert mesos d’una manera plena, total, que ha format part del temps i de l’espai que ens acull i que construïm, aquelles persones que se’n van i que no tornen mai més i que estan vives i que van construint vida per un altre lloc... La desaparició em fa pensar que m’han estafat una part del temps que he viscut perquè no ha tingut continuïtat.”

En este caso, de Severo y Mercedes, es muy claro. A mí cuando era pequeño no me desaparecía la gente, y de repente, desaparece alguien por primera vez, y no quiere decir que haya muerto. Cuando eres pequeño y vives en un mundo estable no ves que la gente se vaya y desaparezca de un lugar, pero llega un punto en el que la gente que llega de muy lejos al pueblo, aguanta uno, dos o tres años pero luego se va. Casi es un misterio, en cierto modo te sientes estafado, porque ahora estabas acostumbrado a este y ahora se va. Aquel inmigrante que pierde la condición de inmigrante y ahora se va. ¿Y adónde ha ido? ¿De dónde son estos? Y tú, cuando eres pequeño, no sabes que el mundo es tan grande.

Tu escritura sería hermana del reportaje audiovisual, de lo que se llama “docuficción”.

Lo que pasa es que nosotros no hemos tenido una literatura que tratara esto y sin embargo sí que hemos tenido un audiovisual que lo hiciera. Y tanto puede haber pasado que yo inconscientemente haya tratado algunas técnicas y las haya traspasado a la literatura, como puede ser que el lector haga esta aproximación y que encuentre que se parezca bastante al documental. Antes, el documental era algo mucho más marcado, ahora no lo puedes decir tanto, una novela puede ser un documental, o al revés un documental puede ser una novela. Y este libro lo que pretende es ser un documento, levantar acta de algo que ha pasado y que es interesante, y en este sentido sí hay un formato de reportaje.

No obstante, cada capítulo es diferente. Y entonces no es un reportaje puro y duro. Yo no he estudiado periodismo y seguro que cometo algunos errores de aquellos que para un profesional serían impensables. Pero supongo que para evitar el melodrama y el exceso de ficción, esto te va acercando hacia el documental, hacia la no ficción.

Sin embargo, también hay una parte del lenguaje más estilizada, más literaria.

Sí, la forma es fundamental, si tú no le das forma, difícilmente gustará. Lo que tienes que conseguir es que el lector esté interesado en lo que has hecho. Tienes que tratar bien al lector y por lo tanto hay una parte de la forma que tienes de vestir, planchar, que el lector encuentre que es plausible, no puedes ponerlo todo al desnudo.

¿Piensas mucho en el lector cuando escribes?

Sí que lo pienso, he pensado siempre. Por ejemplo, Matèria primera, que venía antes que este, era un libro muy directo con las cuestiones del trabajo; la forma estaba un poco más apartada del centro, y eran más los datos, lo que decías, cómo tratabas aquella gente, y aquí es un poco al revés. También es todo esto, pero como el tema era mucho más duro, lo tenías que cincelar bien, porque si no era bastante imposible que el lector pudiera aguantar, digerir que a 100 km de su casa hay gente que está durmiendo en la calle todo el verano.

Hacia el final del libro haces una reflexión de todo este trabajo de 9 años. Es como si te hubieras vaciado de muchas cosas, una sensación que te lleva incluso a reflexionar sobre el acto de escribir: “Escriure era com intentar descriure un núvol que canvia de forma fins que desapareix, i aleshores el que has escrit ¿quina importància té?. Tampoc no en té tanta, de tot el que podem escriure, al cap i a la fi, ¿què és el què en té?”

En este caso, la nube que desaparece también son estas oleadas de inmigrantes. La primera vez que yo veo llegar esta primera “nube”, es en el año 83, cuando tenía 11 años y, por tanto, una edad en la que ya tienes conciencia de lo que es el mundo. Con 11 años ya sabes distinguir el bien y el mal, el pasado del presente; se te ha muerto gente, tienes una cierta conciencia de qué haces en el mundo, y entonces te llega una avalancha de inmigrantes, como una nube que luego se deshace y desaparece. Y luego llega otro y tú aunque lo vayas describiendo, cada vez te vas quedando sin herramientas para entenderlo. Para mí era complicado porque te encontrabas constantemente que tenías que aprender una nueva descripción, que es como si no hubiera pasado nunca. Por ejemplo, la última oleada de búlgaros que llegaron, de los cuales tal vez se han ido el 90%, pero hubo un tiempo en que el pueblo estaba lleno de búlgaros, tanto que quizá viera más búlgaros que gente de allí, que se dice pronto. Era una realidad diferente, pues, y es inevitable que tú pudieras pensar eso y preguntarte qué pasa. Y ahora que se han ido, piensas que para la realidad del pueblo y con el paso del tiempo no tiene ninguna importancia que aquella gente llegara o no, es como si nunca hubiera pasado; si tú no tomas nota, podría ser como si nunca hubiera pasado, porque mucha gente no sabe ahora qué año fue cuando llegaron los marroquíes. Como no está escrito, hay una vaguedad enorme, y por tanto aquella nube se ha acabado evaporando, se acabó perdiendo.

Yo desde que me fui de casa he tenido unos 25 domicilios, y no sabes aún donde irás a parar. Te lo puedes tomar como si aquel nomadismo te ha llevado al tuyo. Te han acabado situando en el mundo o simplemente era una avanzada del mundo que tenía que venir. Tú pensabas que tú estabas en un lugar estable y pensabas que lo que se movía era todo lo demás, y no, tú también te movías. Es un signo del tiempo que empezamos a observar en los demás antes que en nosotros. Y esa precariedad que ellos arrastraban y que ya era tremenda, ahora ya es nuestra. Todo eso a mí no me ha cogido de sorpresa; yo desde pequeño que estoy en crisis. Las crisis del campesinado han sido tremendas. Yo recuerdo con 11 y 12 años de haber ido a trabajar y de perder dinero con el trabajo que hacíamos. Te hablo de principios de los años ochenta, cuando nadie podía imaginar que esto pasaba en alguna parte. Vienes ya llorado de casa en este sentido. Yo descubro la gente que tiene vacaciones aquí en Barcelona, cuando vengo a estudiar, con 19 años.

Haces balance del trabajo hecho, como si te hubieras vaciado de muchas cosas.

Sí, existe la sensación de decir “he hecho lo que he podido, no lo he sabido hacer mejor”. Si yo tengo que explicar esta parte del país, que no deja de ser una metáfora de todo el país. Y dices “yo ya no sé hacerlo mejor”.

¿Tienes la sensación de no haberlo hecho lo suficientemente bien?

Nunca tienes la sensación de no haberlo hecho lo suficientemente bien, pero tienes esa vanidad, y es cierto que en todos los proyectos quisieras haberlo explicado mejor que nadie, haber dado un relato fidedigno, y que aguante el paso del tiempo... Además, he acabado hasta el gorro de explicar esto en estas circunstancias, porque estaba harto, de miseria, es así, y de hecho aquí sólo te pongo una vigésima parte, porque si no sería un “monstruario” de calamidades, y necesitas el contraste de los chicos que van de fiesta, con el ingeniero aquél, con la experiencia de Nueva York, con todo. Uno de cada, y todo ello construye un relato, y no lo he sabido hacer mejor. Lo he intentado, he intentado describir el país; la parte que yo veo, claro. Ahora que venga otro y que lo continúe. Yo no tengo ganas de continuar.

Y este proyecto te lo premiaron antes de llevarlo a cabo con el Ciutat de Lleida de narrativa.

Sí, esto es algo bastante inusual. Eran unos premios a proyectos literarios, y que creo que es lo más interesante, los premios que están en un proyecto con el que tú te comprometes, lo que implica un riesgo. También hace que sea muy difícil darlo de antemano y que esté arreglado ya, esto es muy difícil, por lo tanto, tú tienes que trabajar mucho para poder cumplir con esto. Y tenía la mala conciencia porque me habían dado un dinero y no quería ser un Bárcenas! Tenía una losa! Y como me costó tanto tiempo, cada año enviaba un correo al jurado prometiéndoles que lo haría y diciendo “necesito tiempo, estoy encima, no os lo toméis como tengo el dinero y no lo he hecho, sino todo lo contrario”. Ha sido un poco como haber hecho un pacto con el diablo, y ahora tengo que cumplir.

¿Y volverías a pactar con el diablo?

Es complicado ... Además a mí se me juntó también que comenzó la crisis. Termino esto y llega la crisis. Y, claro, el planteamiento era que todo esto no quedara viejo. Estamos hablando de 2008 y el libro se publica 6 años después. Es del mismo año que los Cuentos rusos, que se publicaron en seguida, pero este Jaume Vallcorba dijo que nos la teníamos que mirar mucho más.

Un gran editor, Vallcorba...

¡Cómo le echo de menos! Le echo mucho de menos porque era una persona que reunía unas cualidades poco frecuentes: tenía talento, conocimiento y mundo, el talento como editor, el conocimiento como humanista y el mundo de saber cómo funciona la empresa. Hay gente que tiene una o dos de las tres, pero las tres es muy poco frecuente. Era un modelo. Yo llegaré hoy a las once y media de la noche a casa y pensaré “No, no pasa nada!”, porque hay alguien que ha hecho las cosas bien hechas, que son modelos para uno, y eso es muy potente, esto es el combustible, saber que hay un camino que alguien ha conseguido, pues pecho y cojones. Vallcorba era un sabio. Este formato de libro es precioso, y esto lo pensó él, yo solo he puesto las letras.

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