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Entrevista Promotor musical

Gay Mercader, promotor musical: “Mi vida ha sido sexo, drogas, rock'n'roll y trabajo”

Mercader, junto a Iggy Pop

Núria Martorell

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Su pasión por la música en directo nació al ver actuar a Johnny Hallyday y comprobar que no tenía nada que ver con escucharlo en un disco. Su madre le inculcó la idea de que para sobrevivir se ha de tener claro que “si te caes, te levantas”, algo que ha hecho varias veces. Gay Mercader (Barcelona, 1949) es tan pionero en tantas cosas –trajo por primera vez a las grandes figuras del rock a España, desde los Rolling Stones hasta Patti Smith o Guns N'Roses, poniéndola en el mapa de sus giras internacionales– que también será el primer promotor de música en recibir la Medalla de las Bellas Artes.

Le han coronado como “el rey del rock que no ha pisado un escenario”. ¿Cómo le gusta que le describan?

Como una buena persona.

Mucho ha cambiado el panorama musical desde que trajo a los Rolling Stones a la España gris de 1976. ¿Qué es lo que más le sorprende de la situación actual de la música en vivo?

Que ahora todo el mundo es promotor y que todo el mundo es músico. En la generación anterior a la mía, la de los Rolling Stones, Beatles, Who…, ser músico estaba muy mal visto porque no tenías reconocimiento social. Los instrumentos valían mucho dinero, mientras que ahora son asequibles. Si en casa decías que querías ser músico, te advertían de que tendrías muy poco futuro. Ahora son los padres los que presentan a sus hijos a ‘Operación Triunfo’ o a la ‘La Voz’ porque resulta que está bien visto.

Se metió a promotor tras regresar de París, donde vio a los Stones, a los Who y a los Beatles, y comprobó que aquí nadie había puesto a España en el mapa de las giras de artistas internacionales. ¿Recuerda el momento exacto en que pensó “de eso me encargo yo”? ¿Cuántas veces le tacharon de “loco”?

Me crié en París, donde nacieron todos mis hermanos, pero yo nací en Barcelona. Fui el primogénito de la típica familia burguesa catalana por los siglos de los siglos. A los 15 días me metieron en un avión con mi niñera. Y, a partir de ahí, vivimos en París, en un ambiente ultra pijo. Mi padre nos llevaba cada 15 días al Museo del Louvre y, aunque no era muy apasionado de la música, me regaló dos años seguidos entradas para ver a los Rollings Stones en el Olympia. También vi a los Beatles, y a muchos grupos más, en fiestas que se hacían en castillos, con todos con smoking. Una vez fui a una de esas galas benéficas presentada, creo, por Maria Callas, en la que estaban Marlon Brando cantando, los Beach Boys…

¡Caray con las fiestas de la alta sociedad!

Sí, así eran las fiestas benéficas de la altísima sociedad. Y ahí fue donde se plantó en mi cabeza el germen del interés por la música en directo. En concreto, mi madre me decía que fue cuando vi cantar a Johnny Hallyday y comenté que una cosa era escucharlo en un disco y otra verlo en directo. Después del mayo del 68, estuve un año estudiando y trabajando en Milán, donde pude seguir escuchando este tipo de música en las fiestas de los ricos italianos. Pero al venir a España, ya no pude ver nada, ¡porque no había nada! Bueno, Oriol Regàs [empresario y promotor catalán] organizaba unas jornadas y solo había dos programas musicales: uno de José Maria Pallardó [gurú musical de la radio de los 70], que sigue siendo muy amigo mío, y otro de Constantino Romero y Àngel Casas.

Una escena musical que no le convencía, ¿verdad?

Lo que había era una escena musical paupérrima. Entonces, pensé: si no hay nada, pues lo hago yo. Hablaba perfectamente inglés y conocía la mentalidad inglesa, sus mecanismos y su sentido del humor, porque mi padre hacía negocios principalmente con Inglaterra y le había acompañado durante años a la City. Decidí lanzarme sabiendo que necesitaba financiación y que no provendría precisamente de alguien de mi familia. Imagínate lo que suponía para ellos que su hijo mayor quisiera dedicarse al rock’n’roll, llevara melenas, fumara porros. Así que quien me dejó el dinero fue Toni Miró, que en paz descanse, al que sigo echando muchísimo de menos porque fuimos amigos 56 años…

Llegó a trabajar como dependiente en una de sus tiendas de ropa.

Con él aprendí misa. ¡Aprendí a vender! Fue una gran escuela, y siempre se lo agradeceré. Con Toni Miró mantuve el contacto hasta el final. Toni me dejó el dinero, fue la única persona que creyó en mí y no pensó que estaba como una cabra cuando, siendo ese dependiente con melenas, le explicaba a todo el mundo que quería montar conciertos. Es más, Toni decía: “Éste sabe lo que quiere y lo va a conseguir”.

Poco tiempo después conocí a Oriol Regàs, otro gran visionario injustamente olvidado que hizo mucho más que montar Bocaccio: desde fomentar la arquitectura, hasta crear Lola Films. Era un tío con muchos intereses, y la idea de que mi antigua empresa se llamara Gay & Company fue suya. Cuando presentó uno de sus libros, mi hermano compró dos ejemplares y cuando fue a que me dedicase uno, puso: “Gay, soc el company [soy el compañero]”. Y nos hizo gracia. Con Oriol Regàs ya tuve un apoyo financiero más sólido y un mini despacho. Y fue entonces cuando empecé de promotor con King Crimson y con un megagrupo de aquellos tiempos hoy olvidado, Emerson, Lake & Palmer. Conciertos que me permitieron dar el salto después a los Rolling Stones, porque me crearon muy buena fama.

¿Cuántos promotores había entonces en Europa?

En aquella época en Europa éramos un promotor y medio por país. Había muy pocos y nos conocíamos todos. Agentes musicales, en Inglaterra, si llegaban a tres era mucho. Y América quedaba muy lejos. La desventaja era que si te equivocabas, lo sabía todo el mundo; y la ventaja, que como te saliera bien, también lo sabía todo el mundo. Como lo hice bien, me recomendaron al que se encargaba de los Rolling Stones.

Entonces se arruinó. Y no fue la única vez. Pero eso no ha impedido que haya tenido una exitosa trayectoria. ¿Qué es lo que más valora (por encima del dinero)?

La libertad. El único interés del dinero para mí, cada uno le da el valor que quiere, es que te permite comprar libertad. Vivo aislado en una finca de Girona y este es mi único lujo. A los 11 años yo ya había decidido que viviría en el campo. El valor del dinero para mí también es ver a quien quiero porque quiero y cuando quiero.

El valor del dinero para mí también es ver a quien quiero porque quiero y cuando quiero

¿Le gusta la soledad?

Me gusta mucho la soledad. Valoro el silencio por encima de todo. Se está empezando ya, pero de aquí a cinco años todo el mundo hablará de la ecología sonora que consiste en solo oír los sonidos de la naturaleza, no los que crea el ser humano. Lo más importante de una vida es haber sido útil, no lo que has hecho: eso son los oropeles. Yo he salvado algunas vidas, porque he pagado operaciones de gente muy grave que no conozco ni conoceré. Y he ayudado a personas a salir de situaciones de exclusión. ¡Hay que ser útil, que tu vida haya ayudado en algo a alguien!  

Siempre dice que su capital más preciado es la amistad. Y hacerse amigo de los artistas es lo que le ha permitido, por ejemplo, traer a Sting. Quien además tuvo un enorme detalle con usted…

En realidad, mi principal capital a nivel profesional es la credibilidad: mi palabra. Mi padre me enseñó el valor de la palabra: lo que vale es que tu palabra cuente. Él mismo asumía riesgos solo con la palabra. Esto me ayudó, sobre todo los 20 primeros años. La gente sabía perfectamente que, si decía que sí, era que sí. Mi palabra vale oro. Y si soy amigo de los artistas es porque los conocí cuando eran músicos y no leyendas.

¿Nos da ejemplos?

Conocí a Sting cuando empezaba con 'Roxanne'. A Patti Smith cuando sacó 'Horses'. Y así, con todos. Organicé los primeros conciertos de casi todo el mundo en España. Y Sting, sí que tuvo un gran detalle conmigo. Le conté que el estadio que le había contratado para su concierto no lo podía usar por culpa de Ruiz Mateos, así que tuve que trasladarlo a la plaza de toros. En una sola noche lo cambiamos todo. Fue un éxito brutal, pero, claro, perdí mucho, mucho dinero. Vino el mánager y me preguntó por el cambio. Se lo expliqué todo, se fue, y al cabo de un rato me dijo que Sting me iba a devolver medio millón de dólares, algo que no hace absolutamente nadie. Sting y yo seguimos siendo excelentes amigos. 

Sting me devolvió medio millón de dólares y seguimos siendo grandes amigos

La frase “sexo, droga y rock’n’roll” no es un tópico para usted. Se puso las botas de las tres cosas.

Y de trabajar. Sexo, droga, rock’n’roll, ¡y trabajo! No se lo deseo a nadie, pero ha sido mi vida.

No se ha desenganchado, ni lo hará, del rock. ¿Cómo consiguió desengancharse de lo otro?

Nunca estuve enganchado. Yo nunca tomé heroína, por lo cual nunca estuve enganchado. Tomé coca, fumé porros, tabaco, pero tengo una fuerza de voluntad fuera de lo común. Lo que más me costó fue dejar el tabaco y la marihuana, porque el enganche a la coca es más psicológico que físico y me resultó fácil. Lo más importante es tener voluntad y metodología. Con voluntad pero sin metodología no consigues nada.

Esto pasa en todos los ámbitos de la vida, ¿no?

Sí. Y por suerte yo siempre he sido muy metódico.

Hay grupos y artistas que por muy cascados que estén y mucho dinero que tengan siguen siendo adictos a los aplausos, lo que les impide retirarse. ¿Ha conocido muchos casos?

El aplauso es adictivo, tóxico. Keith Richards explica que cuando está en el escenario es como si estuviera flotando dos metros por encima. La energía que se recibe es brutal. Tanto si es buena como si es mala, que es para suicidarse. En la última gira que hicimos de AC/DC, le pregunté a Angus, el guitarrista, cómo aguantaba, porque no había ni una lenta. Y me dijo: “Aguanto por la energía del público”. AC/DC es el grupo que consigue que la energía esté lo más arriba de todo.

Sting y Bob Dylan son otros que siguen actuando. ¡Lo necesitan! Su trabajo es su vida. ¿Qué van a hacer si no? Las grandes leyendas son multimillonarias y no venden sus catálogos no porque no quieran ganar más dinero, sino porque todos tienen muchos hijos, y una cosa es heredar una casa y otra un catálogo que está vivo. Es más fácil repartir dinero que repartir canciones. Pero la gente piensa que lo hacen para hacerse más ricos, porque la gente es muy simple.

¿A usted le pasa lo mismo?

Exacto. Aunque sigo trabajando a un ritmo que evidentemente no tiene nada que ver al que me produjo el tic facial por tanto estrés. Voy a cumplir 74 años, pero ahora tengo dos giras de Sting, otra de Iggy Pop… No me veo retirado. ¿Qué haría? No tengo hijos, lo que es una suerte para mí, y no sé hacer ganchillo, no tengo hobbies, lo único que me gusta es leer, escuchar música, ver películas. Además, cuando te jubilas el cerebro se te aplatana. Yo prefiero seguir en activo. Y ellos, lo mismo. Su música, sus canciones y su público, lo son todo; la razón de su existencia.

¿Cuándo tuvo el tic facial y cuánto le duró?

Me duró unos 12 o 13 años. Lo superé después de vender la empresa, que no lo hice por motivos económicos. Cuando decidí vender, yo ya tenía el tic facial. Asocié a dos personas que trabajaban conmigo que son mis dos mejores amigos: Lluís Rubira y Paco Martínez. Todos íbamos envejeciendo. Pensé que el día que una de las tres patas faltara, la empresa no podría funcionar igual. Teníamos a 50 personas en plantilla que para mí han sido y algunos siguen siendo mi familia. Si vendía, aseguraba la continuidad de mi gente, de la empresa, y encima aún ganarían a algún grupo más. Por eso vendí. Cuando se acabó, pasé dos años sabáticos y se me fue el tic. Era estrés puro y duro.

¿En qué anda enfrascado ahora?

Si veo que hay algo que quiero, a artistas que me gustan y a los que les gusta trabajar conmigo, pues lo hago. Pero no estoy dispuesto a pelearme con nadie: que si yo pago más y tú menos… AC/DC y The Cure son dos de los grupos que solo quieren trabajar conmigo, los dos siempre quieren que rebaje el precio de las entradas y no hay discusión. Con uno llevo desde el 81 y con el otro, desde el 85. Así que cuando decidan que quieren volver a España, lo haré. Con AC/DC, la otra vez metí a 230.00 personas en cuatro conciertos. Y a finales del año pasado, con The Cure, a treinta y pico mil. Si no me produce demasiado agotamiento mental, pues lo hago. Además, será con mi querido amigo y socio Paco Martínez, que lleva todas las finanzas de Live Nation España.

AC/DC y The Cure son dos de los grupos que solo quieren trabajar conmigo

Se plantó y envió a hacer puñetas a mánagers de grandes artistas como Michael Jackson o Madonna. ¿Qué motivos le impulsaron a hacer algo así?

Sí, a los de Madonna, Michael Jackson y también a los de los Rolling Stones. A Madonna no la quería hacer en Sevilla, no lo veía, y me importaba un comino lo que opinara el resto. Con Michael Jackson, estábamos en Nueva York y se pusieron a atornillarme tanto sus representantes que les mandé a la mierda. Y resultó que cuando volví, al cabo de un rato, ya todo estaba bien. Nadie debe rendir pleitesía a nadie. Esta manía muy española de rendir pleitesía al anglosajón es una tontería.

En la película Bienvenido, 'Mister Marshall' se refleja bien el complejo de inferioridad tan 'typical spanish'.

Una vez demandé a Axl Rose de los Guns N’ Roses porque no me quiso devolver medio millón de adelanto cuando se tuvo que cancelar el concierto que tenían que hacer junto a Genesis en el Calderón por aluminosis. Genesis sí que me devolvió el dinero, a las 48 horas, pero Axl decidió que no, en plan ‘este españolito, que se joda’. Y yo pensé ‘hasta aquí hemos llegado’. No me quedé a dos velas, pero sí muy cerca del precipicio. Cogí a dos abogados ingleses y demandé a Axl por la ley española, la inglesa y la americana. Porque era un grupo americano contratado a través de Inglaterra para actuar en España. Me gasté 250.000 mil libras, acabamos declarando en Londres ante esos jueces con sus pelucas, y ganamos el juicio. No tengo que rendir pleitesía ni a Cristo.

¿Se esperaba ganar la Medalla de Oro de las Bellas Artes? 

No me la esperaba y la agradezco profundísimamente porque seré el primer productor de rock’n’roll que la recibe. Los que organizamos conciertos nos jugamos nuestro dinero. Aunque ahora cada vez más detrás están fondos de inversión, ha habido mucha gente que antes de vender su empresa, como yo o Neo Sala de Doctor Music, se ha jugado su dinero, ha luchado y peleado mucho para algo que mueve y da mucho placer a miles de personas. De hecho, va más gente a conciertos que al cine. Y me alegra porque creo que este premio es una puerta más que se abre al sector de los gestores musicales. Y no se trata solo de los promotores: detrás nuestro hay cientos de personas trabajando. Los que montan y desmontan, los que cargan y descargan, los de las luces, los del sonido… Damos trabajo a cientos de familias, movemos mucho y está bien que por fin se nos reconozca. En mi ámbito, seré el primero en recibir esta medalla. Y me alegra. ‘Dignifica’ un poco nuestra profesión y nuestro trabajo, y a todos los que forman parte de él.

Una profesión y un sector que sufrieron muchísimo durante la pandemia.

Cierto. Y estoy muy contento con la Ley del Artista del ministro Miquel Iceta. ¡Le felicito calurosamente! En Francia está “la maison de l'artiste” donde se supone que acogen a los artistas mayores que no tienen donde caerse muertos. A mí no me hace falta, pero hay mucha gente que sí. En este sector, el trabajo está muy difícil y es esporádico, y se le trata fiscalmente y a nivel de impuestos como si fueran trabajadores normales cuando no lo son. Así que esta ley -que como todas, tendrá sus más y sus menos y será mejorable- empieza a cambiar esta situación. Y en este tema, Iceta ha hecho lo que muchos ministros de Cultura anteriores ni se habían preocupado.

¿Qué reconocimientos valora más?

Que gente, como un cantante que no nombraré, me diga que con 14 años fue a ver a Bruce Springsteen con un amigo y decidió montar un grupo. Que ese concierto que yo monté le cambió la vida. Y como él, muchos otros con el concierto de los Rolling Stones.

Valoro haber puesto color a la vida de mucha gente en un momento en que la vida era muy gris para los jóvenes y que las autoridades se dieran cuenta que podías reunir a 60.000 personas en un estadio y no pasaba nada. Esto lo conseguimos en el año 82 con los dos conciertos de los Rolling Stones en Madrid. En el 76, era imposible, porque se acababa de morir Franco, pero en el 82 hay filmaciones en las que se ven fuera del Calderón a policías y más policías. Hasta entonces, este tipo de reuniones daban mucho miedo. Y de esto estoy orgulloso, sí. Y de que entramos en el circuito musical mundial antes que en la Unión Europea. ¡Nos normalizamos! La gente de aquí pudo ver a Bob Marley justo antes de que se muriese. Pudo vivir una vida como la de los demás jóvenes del mundo. Muchos aún me lo siguen agradeciendo.

No tengo que rendir pleitesía ni a Cristo

Vive en el campo. ¿Qué le puede motivar a ir a la ciudad, a Barcelona, por ejemplo? ¿Algún concierto?

Nada. Bueno, sí, uno de Stevie Wonder.

¿Y tiene pensado traerlo?

No, ya lo traje en el 83. En Youtube hay unas filmaciones de Stevie Wonder en Wembley, del 2018, que me las pongo habitualmente y pienso, ¡qué bestia!, ¡qué animal!

¿El precio abusivo de algunos conciertos ha llegado para quedarse?

¿A qué llamamos abusivo? ¿Qué se cobra por ver un Real Madrid–Barça? El otro día leí un artículo que decía que “debido al precio de los conciertos uno no podía vivir esta experiencia cultural”, refiriéndose a Madonna. ¡No me jodas! Para tener una experiencia cultural, ¡vete al Museo del Prado! No nos confundamos. Nosotros vendemos 'entertainment'. Durante dos o tres horas, te cogemos, te hacemos salir de tu mundo, te escapas de tu realidad, y luego vuelves a la calle. Para mí la cultura es otra cosa. Ya sé que aquí mucha gente se me puede echar encima.

Pues sí, son declaraciones polémicas.

Ahora se ha puesto de moda hablar de los precios abusivos. A ver, nadie te obliga. Si quieres ir, vas. Y si no, pues no vas. No es el pan, no es el gas, no es el precio del alquiler. Hay libertad. No considero que yo ahora forme parte de la industria: soy un ‘outsider’, estoy fuera de juego, y juego cuando quiero. Pero, ¡nadie te obliga a ver a Coldplay ni a Madonna! ¿Te vas a morir si no los ves?

Claro, no te vas a morir, pero el tema es otro: que tu bolsillo no te lo permite…

Demagogia. ¡Demagogia! Sí, y a mí me gustaría tener pelo, ¿no te jode? Estamos en un mercado libre: si no lo quieres, no lo pagues. Y si dejas de pagarlos, igual los ponen más baratos. Hubo colas de 500.000 personas para comprar los tickets de Coldplay y se vendieron todos para los cuatro conciertos del Estadi Olímpic de Barcelona. ¡Aclarémonos! Hay 280.000 personas que pueden comprar entradas de Coldplay. ¡No es una necesidad! La prensa dice que los precios son abusivos y luego se quejan de que no pueden comprar entradas porque hay demasiada cola. A ver: es una cosa u otra. Es un tema de debate. Estupendo. Pues vamos a cambiarlo por otro.

Estamos en un mercado libre: si no lo quieres, no lo pagues

¿Se le ocurre alguna solución para evitar las reventas ilegales o las estafas?

Antes las falsificaban a mano, y ahora lo hacen así. En el inicio de los tiempos nosotros escribíamos detrás de las entradas, que eran físicas, “compra la entrada en el punto de venta”. Si no, te colarán una falsa. Así que, si la gente es idiota, la gente es idiota. Muy a menudo el deseo puede más que la razón, que el sentido común. Si los promotores te están repitiendo desde hace décadas “no compres entradas que no sean en los puntos autorizados” y la gente las sigue comprando en sitios de venta ilegal, pues oye, mira…  Encima, el otro día condenaron a un tío porque había vendido 76 veces la misma entrada para U2. ¡Ahí hay 76 idiotas!

En 2022 regresaron los festivales y se vivió un caos en la escena de la música en vivo. Los técnicos denunciaron precarización y falta de material ante el aluvión de conciertos. ¿Ha mejorado la situación?

¿La precarización del trabajo? La Ley del artista, por lo que he leído, no solo cubre al artista sino a todo el que participa en un concierto. A mi juicio hay un exceso de oferta, pero el mercado ya lo irá depurando. Lo está haciendo ahora con las tecnológicas. Después de años del ‘boom’, están despidiendo a miles de personas. Y también pasará con los festivales. La gente no tiene originalidad: ¡cuántos hacen lo mismo! Ya veremos cómo acaba: no hay público para tanto festival.

¿Qué opina de reivindicaciones como más presencia de mujeres en los carteles, acabar con la brecha salarial o las barreras en la contratación?

Hagamos esta estupidez de que haya paridad entre hombres y mujeres en los festivales, vale. Entonces, pido que haya un tercio de marroquíes, un tercio de negros y un tercio de blancos. Y lo mismo en las mujeres. ¡No jodamos! ¿Vamos a tutelar el arte? Lo que sí defiendo es lo de a igual trabajo, igual salario. No me parece justo que una mujer cobre menos que un hombre por hacer el mismo trabajo.

Pero la paridad, para que quede claro, ¿no la defiende?

Es que mira, si te contratan, te contratan.  El promotor te contrata para hacer negocio. No está haciendo una labor social. Hay muchas artistas mujeres muy buenas. Yo traje a Patti Smith y creo que abrió el camino a muchísimas mujeres. El reglamento estúpido de la Generalitat que exige que haya tantos artistas catalanes nacidos en Catalunya, tantas mujeres… Insisto, ¿vamos a tutelar el arte? ¿Estamos en la China de Xi Jinping? ¿En la Rusia de Putin? Como en el humor, ahora se fusila a humoristas por tratar temas políticamente incorrectos. Por esto mismo mataron a los periodistas de Charlie Hebdo cuando dibujaron a Mahoma. Es la misma mierda. Vivimos en una época en que todo el mundo está censurando y reclamando. Todo el mundo quiere derechos, pero nadie quiere deberes.

Vivimos en una época en que todo el mundo está censurando

Sobre el tema de las mujeres en la música, siguen haciendo falta referencias para que las niñas se inspiren. Si ven a una mujer en la mesa de sonido, será más fácil que quieran ser técnicas de sonido. O tocar la batería, porque han visto a una baterista.

¡Pero si hay muchas! Desde la Velvet Underground, que estaba Maureen Tucker, ya hay mujeres baterías. En The White Stripes, estaba la batería Meg White. Siempre ha habido mujeres baterías.

Y todavía siguen siendo minoría…

¡Mujeres en la música…! Uno conquista su puesto. Te voy a decir una frase que me gusta mucho: “Los hombres y mujeres deberían ser iguales, así todo el mundo tendría siempre la razón”.

¿Es suya?

No, de Paco Mir, de El Tricicle. Las mujeres siempre tenéis razón, no dais vuestro brazo a torcer, pues deberíamos ser iguales: tener razón siempre todos.

Es sobrino del director Vittorio De Sica y su vida es, sin duda, de película. Ha aclarado que nunca escribirá sus memorias para no mentir. Pero…

No, no, no. No para no mentir. Porque no sería ni elegante ni ético. He vivido cosas en calidad de amigo y soy un guardián de secretos. Además, no soy nada cotilla, no me interesa la vida de los demás. Si tú me dices una cosa, no tengo por qué repetirla a nadie. Y lo que yo he vivido no tengo por qué explicarlo. Puedo contar dos, tres, cuatro anécdotas, pero no voy a explicar mi vida, no.

Aparte de su tío cineasta, ¿hay más antecedentes artísticos en su familia?

Mi tío cineasta, ojo, es el único director de cine junto a John Ford que ha ganado cuatro Oscar. En mi familia, más que artistas, hay gente pintoresca. Mi abuelastro fue secretario civil del Papa. Luego tengo, que no estoy nada orgulloso, al asesino de Trotsky… Pero, a ver, si algo yo no soy es artista. ¡Para nada! De los 3.400 artistas que he contratado, nunca he tenido la tentación de considerarme artista. Artista es mi amigo Miquel Barceló. Conozco mis limitaciones y no soy nada, nada, artista. Y precisamente lo sé porque trato con artistas.

¿Qué arte es el que ha de dominar un buen promotor?

Nunca me han hecho esta pregunta. No desanimarte nunca. Pero es complejo: para sobrevivir has de saber que si te caes, te levantas, algo que yo he hecho tres o cuatro veces. Esto se lo agradezco a mi madre, que es quien me lo decía “si te caes, te levantas”, y se me quedó grabado. Tienes que ser muy consciente de que tú trabajas para el artista, que tú no eres el artista. Esto es muy importante, porque hay gente que porque trabaja con un artista se confunde. Tú eres el que estás detrás del escenario y no sobre el escenario. Y luego trabajas para el público, que está debajo del escenario. Aquí diré también algo incorrecto, pero yo soy así.

Pues sí, parece que le gusta la incorrección.

Cuando la gente dice “oh, es que el artista debería haber hecho esto, u esto otro…” ¡No! A ver, tú estás ahí debajo. Y si sabes tanto, ¡súbete al escenario! Es muy fácil criticar. Como promotor tienes que saber que el artista tiene que estar contento, que no quiere decir hacerle la pelota porque sea el artista, y que el público también tiene que estar bien. Evidentemente, hay cosas que no puedes controlar porque no somos dioses, pero tú estás trabajando para que el que está encima y el que está debajo comulguen. Y cuando sucede, es el instante mágico que me sigue poniendo los pelos de punta y me recuerda el motivo de porqué trabajo en esto. Hablé con un encargado de seguridad que trabajó conmigo durante muchos años que dijo una cosa que me gustó mucho en una entrevista que le hicieron: “Sí que es jodido hacer de segurata, pero en aquel momento en que sale el artista y oyes al público rugir, yo notaba que formaba parte de todo eso”.

¿Esta comunión es la meta que persigue?

Sí. Mi meta es este momento de comunión entre el artista y el público porque significa que he hecho bien mi trabajo. No hay que olvidar nunca que dependemos del público. Sin público, no hay promotor. Agradezco a toda la gente que ha comprado entradas porque gracias a ellos podemos hacer conciertos. No somos dioses, y menos mal. ¡Vaya mierda ser Dios! Siempre doy las gracias al público, igual que agradezco a todos los que hacen posible un concierto. Dicen que no hay general sin soldado, pero hay quien se cree general cuando no debería. ¡Vete a la mierda! Yo nunca he pisado una zona VIP. Jamás.

¿Cuál es su lugar?

Estar con mi gente. Siempre estoy detrás del escenario, y sabiendo que ya no sirvo para nada. Que más bien molesto. Porque los conciertos están tan bien preparados, que lo que hago es estorbar. Pero tengo que estar con mi gente. En el concierto de The Cure, a Kata, que es nuestro jefe de producción desde hace cuarenta y pico años, le dije “voy a hacer un clásico”. Y me contestó: “¿El de siempre?” Me fui, compré 40 baguettes de jamón de jabugo, y las llevé a toda la gente que tenemos en las oficinas del concierto. No pinto nada en la zona VIP, aunque algunos crean que sí y se paseen por ahí en plan ‘mira, soy cojonudo, este concierto lo he hecho yo’. ¡Gilipollas! Un día que Sting me buscaba, como es muy listo fue directamente a la oficina de producción de Kata.

Pero Sting (vegetariano) seguro que no comió bocata de jamón.

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