Inga Oleksiuk, periodista polaca de familia ucraniana; Kim Economides, académico de origen chipriota residente en Australia, y Deena Poll, fisioterapeuta norteamericana de Los Ángeles, tienen algo en común: la nacionalidad española. La tienen desde el pasado 5 de noviembre por una razón hasta ahora insólita: sus antepasados, sus padres o abuelos, integraron las Brigadas Internacionales que combatieron durante la Guerra Civil española contra las tropas franquistas.
El Gobierno español concedió por primera vez la nacionalidad a 171 descendientes de brigadistas internacionales. Nombres y apellidos como el de Oleksiuk, Economides y Poll aparecen en el Boletín Oficial del Estado (BOE) en aplicación de la Ley de Memoria Democrática, de 2022, que regula la concesión de la nacionalidad española por carta de naturaleza a los hijos y nietos de esos combatientes extranjeros que acrediten una labor de difusión de la memoria histórica.
“Hay pocos beneficios materiales”, reconoce por correo electrónico Kim Economides, que como chipriota ya es ciudadano de la Unión Europa. “La solicitud tiene únicamente que ver con que así se honra la memoria de mi padre y de otros brigadistas”.
A Inga Oleksiuk, la noticia la cogió justamente en Catalunya, adonde viaja desde Varsovia regularmente porque sigue buscando a su abuelo, que desapareció y lo dieron por muerto en la batalla del Segre. Lo hace a través del programa Alvah Bessie, de la dirección general de Memoria Histórica de la Generalitat, que identifica los restos de los brigadistas hallados en fosas comunes (dos nietos de Bessie, el novelista y guionista norteamericano que fue voluntario en la Guerra Civil, también están en la lista).
Para Inga, recibir la nacionalidad por carta de naturaleza supone “completar un sueño de tres generaciones”. Su padre, hijo del brigadista Mihail Oleksiuk, murió en 2024 y no ha vivido para verlo. “Mi abuelo pensaba en España como un lugar donde luchar por la democracia y la justicia social”, explica su nieta.
En el caso de Deena Poll, se dio también la coincidencia de que le comunicaron la nacionalización justo antes de volar a España para visitar a su hijo, que trabaja en Valencia. Al pasar por Barcelona, la familia decidió retratarse con la bandera republicana española en la avenida Diagonal, la misma por la que desfiló bajo la misma enseña su abuelo Harry Poll el 28 de octubre de 1938, durante el homenaje de la retirada de estos combatientes
“Para mí la nacionalidad española significa no olvidar nunca y defender la humanidad”, proclama, emocionada, Deena. “Especialmente en los momentos que vivimos, es importante no olvidar esta historia”, afirma por videollamada desde Los Ángeles.
Entre los brigadistas a los que se ha concedido esta medida, tras un proceso de solicitud que ha durado varios meses, se cuentan ciudadanos norteamericanos, franceses, cubanos, británicos, albaneses, serbios, australianos, polacos… Además, el real decreto que lo facilita supone dar continuidad al de 1996, que otorgaba la nacionalidad a los propios integrantes de las Brigadas Internacionales.
Pese a las polémicas y desencantos que también rodearon las Brigadas, la historiadora Lourdes Prades las describe como “un fenómeno de solidaridad internacional sin precedentes en la historia y que difícilmente se volverá a repetir, con gente de todo el mundo que dejó su país para ir a luchar contra el fascismo en España”. De los más de 30.000 combatientes extranjeros que se estima que integraron sus unidades, cerca de 10.000 murieron en los distintos frentes de la contienda que acabaron perdiendo.
Prades es la coordinadora del Sidbrint, un repositorio digital de la Universitat de Barcelona (UB) que elabora y almacena fichas de decenas de miles de brigadistas, con información de las unidades que integraron y dónde combatieron. La mayoría de los datos proceden de los archivos soviéticos o de la brigada norteamericana Abraham Lincoln. En los últimos meses, sus documentos han servido para elaborar certificados para numerosos descendientes en el proceso abierto por el Gobierno para las nacionalizaciones.
Economides, el chipriota que recitaba a Alberti
Michael Economides, el padre de Kim, nació en 1910 en Chipre, todavía colonia de Reino Unido. Ateo y de familia pobre y víctima de la discriminación británica, se politizó de joven, explica su hijo. Tras instalarse en Londres, se afilió al Partido Comunista. Y cuando estalló la Guerra Civil, a los 26 años, no dudó en enrolarse en las filas republicanas, lo que acabaría consiguiendo en diciembre de 1936. Su hijo define esa decisión como un “paso lógico” dada su trayectoria política
Economides resultó herido en dos ocasiones durante la contienda. Primero en la batalla del Jarama, como integrante de la brigada conocida como La Marsellesa, por lo que tuvo que ser ingresado en el Hospital de Castelló. Más adelante, en 1938, fue herido en el pecho mientras combatía en la batalla del Ebro dentro del Batallón Británico, y de nuevo acabó ingresado en un hospital, en Mataró.
Entre medio, ejerció como comisario político. En el Castillo de Sant Ferran, en Figueres, fue responsable de supervisar la llegada de voluntarios. “Se aseguraba de que los aventureros y otros que no eran serios y podían no contribuir a ganar la guerra, fueran devueltos”, explica Kim, que define a su padre como “pragmático”. “Veía claro que la prioridad era ganar la guerra contra los fascistas de Franco antes que llevar a cabo la revolución o reformas sociales o agrarias”, desarrolla su hijo, que tiene 71 años y actualmente es profesor emérito de Derecho en la Flinders University de Australia.
Tras abandonar España con el desmantelamiento de las Brigadas, y a pesar de no poder pisarla hasta la muerte del dictador, Michael Economides mantuvo una “fuerte conexión” con el país. Recitaba de memoria poemas de Federico García Lorca y sobre todo de Rafael Alberti, por quien sentía devoción y a quien conoció en 1976 en Florencia, en un encuentro del 40º aniversario de las Brigadas Internacionales. Fueron sus versos los que escogió para el acto en el que le concedieron la ciudadanía española. Fue en 1996, poco antes de fallecer.
Padre e hijo tuvieron tiempo de viajar por España en 1985. Kim retrató a Michael frente al Valle de los Caídos. “Para mí, esto simboliza su victoria definitiva sobre el fascismo de Franco”, afirma, y recuerda sus ideas sobre el legado de las Brigadas. “Decía que contribuyeron no solo a la caída final de Hitler al dar más tiempo a los Aliados, sino también al establecer un ejemplo para cualquiera que elija enfrentarse a los opresores y oponerse a la injusticia en cualquier lugar”, concluye su hijo Kim.
En busca del brigadista Oleksiuk en el frente de Lleida
Inga Oleksiuk se interesó por la figura de su abuelo, Mihail Oleksiuk, de adolescente. Pero no fue hasta la treintena que se puso a buscar documentación. Nacido en 1898 en territorio austrohúngaro, en lo que hoy sería el oeste de Ucrania, justo antes de estallar la Guerra Civil estaba en prisión. Según refiere su nieta, militaba en un partido de izquierdas que acabó siendo ilegalizado por Stalin.
Al salir, decidió combatir en España. “Tenía la sensación de que a su alrededor no había democracia, desde Alemania a Hungría y de Rusia a Rumanía, y España era un reducto en el que muchos militantes de izquierdas depositaban sus esperanzas”, expone Inga. De su abuelo sabe en realidad poco. Que integró el Batallón Palafox y que desapareció mientras luchaba en la batalla del Segre, en abril de 1938.
La fecha la saben más o menos porque la última carta que Mihail envió a su mujer, embarazada en París, fue el 31 de marzo de 1938. “Allí le dice que está debajo de un árbol después de cavar trincheras, y que hace tanto calor que va vestido como Adan”, relata Inga. Semanas después de no tener noticias de él, su mujer mandó cartas a las Brigadas y a la Cruz Roja, pero no logró saber qué le había ocurrido. Al cabo de medio año, dio a luz a su hijo, el padre de Inga.
Miembro de la Resistencia francesa, la abuela de Inga acabó exiliándose a Moscú, donde su padre acabó en un orfanato para niños extranjeros. “Él fue quien me impulsó a pedir la ciudadanía española, para él este país fue siempre un sueño muy presente, pero murió en enero de 2024, cuando ya preparábamos la documentación”, detalla esta mujer polaca.
Desde hace años, Inga viaja a Lleida en busca de respuestas y de reparación para su abuelo. En su última visita, instalaron en la localidad de Almacelles una placa en homenaje a los brigadistas internacionales polacos caídos en la batalla del Segre.
Poll, un intérprete en la batalla
Deena Poll, de 61 años, lleva años cruzándose correos electrónicos con Alan Warren, historiador especializado en las Brigadas Internacionales, para conocer más sobre un abuelo al que apenas conoció. Nacido en Rumanía en 1910 y emigrado a Chicago, Harry Poll tenía una facilidad por los idiomas que le llevó a aprender “solamente en la calle” hasta siete lenguas, según refiere su nieta.
Integrante del Partido Comunista, nunca habló demasiado sobre esa etapa de su vida, explica Deena. De su participación en la Guerra Civil, sabe que integró la Brigada Abraham Lincoln, de voluntarios norteamericanos, y que combatió en la batalla de Teruel. Con todo, su tarea fue principalmente la de intérprete –además de tesorero– de la brigada.
Al ser traductor, frecuentó círculos dirigentes del ejército, y por ello conserva varias fotos de él de su paso por la Guerra Civil. La más icónica, para la revista The Volunteer for Liberty, es una en la que sujeta una gran bandera republicana entregada por el Frente Popular de Madrid a los combatientes de las brigadas americanas e inglesas. “La mayor parte de la guerra no estuvo en el frente”, señala Deena.
Harry Poll puso fin a su periplo en la guerra española cuando se ordenó la retirada de los brigadistas, en otoño de 1938. Desfiló con los demás combatientes extranjeros por la Diagonal de Barcelona en el homenaje Caballeros de la libertad del mundo: ¡buen camino!, entre decenas de miles de ciudadanos que acudieron a despedirles. Cuando su nieta Deena se enteró de la posibilidad de pedir la ciudadanía, decidió hacerlo como “legado”, afirma. “Esa es para mí la palabra más importante, honrar la historia y no olvidarla nunca”, concluye.