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Entrevista

J.L. Martín, fundador de 'El Jueves': “La época de Aznar fue una mierda, pero para los dibujantes fue gloria bendita”

J.L. Martín, posando con el gorro de juglar característico de El Jueves

Sandra Vicente

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Hay niños que nacen con un pan bajo el brazo, pero J.L. Martín (Barcelona, 1953) lo hizo con un lápiz. Desde pequeño supo que quería ser dibujante; atrapado entre las viñetas de Lucky Luke o Tintín, fue descubriendo la magia de contar con imágenes y, sobre todo, de hacer reír sin palabras. Se define a sí mismo como un “friki” que, con 12 años, se pasaba las tardes estivales en la biblioteca del barrio porque tenían colecciones de sus dibujantes preferidos y “porque se estaba fresquito”.

Ese chaval, “hijo único, solitario y rarito” consiguió lo que se proponía. A los 23 años dejó su trabajo como botones en un banco – a pesar de que en esa época uno se jubilaba en ese puesto aunque “hubiera una guerra nuclear”- y se embarcó en una aventura llamada 'El Jueves', que cumple 46 años. Martín fue uno de sus fundadores y orgulloso creador, en cierta manera, de Dios. Tras casi medio siglo de historia, publica 'Desmemorias de una revista satírica' (Cúpula, 2023), un libro de más de 500 páginas que contienen decenas de anécdotas de esas que se dan entre bambalinas.

“Quería explicar por qué ha conseguido aguantar tanto tiempo, con tiradas de entre 500.000 y 750.000”, asegura Martín. Hoy ya jubilado de 'El Jueves', sigue publicando en medios de comunicación como 'El Periódico' o 'La Vanguardia', para los que dibuja en un espacio que más que un estudio parece un museo. Portadas o figuritas de personajes icónicos de 'El Jueves' como Clara de Noche se mezclan con objetos de coleccionista de otros artistas. Seguramente como guiño a su pasado, también hay una portada original de 'Botones Sacarino' de Ibáñez y cualquier cosa que uno pueda imaginar de Tintín.

Martín, como no podía ser de otra manera, luce un buen humor contagiable. De hecho, una pequeña parte de la entrevista la hace con el gorro de juglar característico de 'El Jueves', provocando el hastío de su mujer y nietas. Quiere presumir de su creación, un icono del humor en España que se sostiene gracias a “una receta intrincada de muchos ingredientes”, reconoce. Entre ellos, la suerte. “A los tres meses de nacer, nos compra Zeta; luego, cuando dicen que nos cierran, la decidimos comprar nosotros e, incomprensiblemente, sale bien. Después, cuando la cosa va de bajada, llega al poder Aznar, que nos regala ocho años de superventas”, recuerda.

Otro factor que marcó el éxito de la revista fue el hecho de ser la primera revista satírica nacida en democracia: “Las publicaciones tardofranquistas fueron muy importantes porque lucharon contra la dictadura. Y nosotros, en teoría, ya lo podíamos decir todo”. Sobre el papel, era así, pero en la práctica “los jueces y fiscales eran los mismos que en dictadura”. Y eso se notó en todos los juicios y demandas que debieron afrontar este grupo de humoristas, ya sea por ofensas a la religión católica o por injurias a la corona.

Pero ninguna interferencia de la justicia ni ninguna petición de cárcel, por alta que fuera, provocó nunca miedo en los dibujantes. “Aunque nos pitaran alguna falta, sabíamos que era un partido que íbamos a ganar”, dice Martín. Eso, y que eran “escandalosamente jóvenes”: ninguno superaba los treinta y eso les daba unas agallas que hacían que los juicios fueran “un estímulo”. Además, toda la redacción confiaba ciegamente en el llamado 'efecto Streisand' según el cual un intento de censura es contraproducente porque acaba ampliando el alcance de lo que se quiere encubrir.

Cuando la justicia 'secuestró' al príncipe

La premisa de Streisand funcionó bastante bien, pero cuando falló, lo hizo a lo grande. En 2007, la Audiencia Nacional secuestró una portada en la que dibujaron al entonces príncipe Felipe practicando sexo con Letizia a raíz del anuncio del cheque bebé de Zapatero. “Durante 25 años, 'El Jueves' tuvo el monopolio a la hora de decir ciertas cosas porque nadie más se atrevía, pero con la llegada de las redes, se nos obligó a ir un poco más allá”, cuenta. También Internet fue responsable, según el dibujante, de la censura. “Antes, solo llegábamos a nuestros lectores. Pero de repente, la portada corrió como la pólvora. Así que ya daba igual y ni Streisand ni Streisond para parar el golpe”, explica Martín.

Un día recibimos un paquete enorme en la redacción: era un pan de kilo con una lima dentro y una nota que decía 'Para la que se os viene encima'

A pesar de que les acusaron de injurias a la corona y les pidieron “chorrocientos” años de cárcel, el secuestro se vivió en la redacción “con excitación infantil”. Aquel encontronazo con la justicia despertó una ola de solidaridad y se llegaron a celebrarar manifestaciones pidiendo la república. Incluso algún lector se preocupó por el futuro de los dibujantes: “Un día recibimos un paquete enorme: era un pan de kilo con una lima dentro y una nota que decía 'Para la que se os viene encima'”. Martín asegura que es así como hay que tomarse la vida. “Sin tantos aspavientos, somos un país muy exagerado”, insiste.

En la revista estaban convencidos de hacer humor con lo que preocupaba a la gente. Por eso, siempre se basaban en la actualidad. Pero en España “hay un tema importante del que no se habla”. Durante una buena época, la monarquía solo fue noticia, tal como recuerda Martín, en verano: “Cuando se iban de vacaciones o cuando los empresarios baleares regalaban yates”. Así que cualquier oportunidad era buena para sacar a un borbón en portada y hacerle mofa. Y la abdicación del rey Juan Carlos fue una oportunidad de oro.

El monarca ya estaba envuelto en escándalos de corrupción cuando cedió la corona, que la redacción de 'El Jueves' representó rebozada de excrementos. Esa portada tampoco gustó y, de hecho, no llegó a ver la luz. Pero no por culpa de la Audiencia Nacional ni de la Casa Real. Fue la empresa propietaria de la revista, RBA, la que decidió censurar la imagen y retirar 60.000 ejemplares ya impresos. “Cuando nos compraron, les dije que éramos un artefacto muy delicado y que si venía un señor engominado a decirnos cuál era la portada, les habríamos estafado porque la revista perdería valor”, confiesa Martín.

Durante los primeros años, la convivencia con RBA fue tranquila, por eso se sorprendieron tanto cuando decidieron censurar la portada del rey. Como consecuencia, la publicación de aquel número se retrasó un día y se convirtió en la primera vez que 'El Jueves' salió un jueves. “Fue el peor momento de nuestra historia, se fueron la mitad de los dibujantes, personas valiosísimas, cuando ya empezaba la debacle de la prensa en papel”, se lamenta Martín. Jamás recibieron explicaciones sobre lo sucedido y aquello marcó el ambiente en la redacción.

“A partir de eso, todo se volvió muy incómodo”, cuenta el dibujante. Ese fue el principio del fin de su larga etapa en la revista. Poco después de aquello abandonó la redacción “silenciosamente”. Pero le falta tiempo para asegurar que los que se quedaron “aguantaron el tipo” y, prueba de ello es que 'El Jueves' sigue vivo.

El derecho al humor, en peligro

Después de hacer humor durante casi medio siglo, Martín es de los que considera que la comedia se encuentra en uno de sus momentos más complejos: “El trabajo del humorista es intentar que los límites avancen. Hay un montón de cosas que hoy podemos hacer porque ayer hubo quien se jugó el tipo. Pero los límites están retrocediendo”. Considera que nos ofendemos más y que hay “muchos terrenos minados”. Asevera que no por criticar a alguien se está criticando a todo un colectivo -“gilipollas los hay en todos lados”-, pero “si a un dibujante le cae el san benito de ser machista, antisindicalista o lo que sea, ya te han jodido”.

Hemos pedido perdón muchas veces; no nos cuesta, porque tenemos claro que el humor está para meterse con los de arriba

Dice que igual tiene esta sensación por estar haciéndose viejo, pero también reconoce el avance de la sociedad en los discursos feministas o antirracistas y asegura que hay “muchísimas cosas” que hoy no habría publicado: “Hemos pedido perdón muchas veces, no nos cuesta, porque tenemos claro que el humor está para meterse con los de arriba. Si ofendemos a quien no toca, nos disculpamos”. Relata que, en sus inicios, la revista tenía dos líneas rojas: ni reírse de víctimas de terrorismo ni de enfermos. “No vale hacer bromas con los vulnerables y hemos aprendido que en esa categoría cabe mucha gente”, asegura.

Contra los poderosos todo -o casi todo- vale. Y el expresidente del Gobierno, José María Aznar, lo sabe bien. Él fue “el personaje que dio más juego” a la redacción. Tanto, que los dibujantes vieron venir su potencial antes incluso de que fuera investido. Regalaron un libro de 100 páginas que se titulaba 'Los pensamientos más profundos de José María Aznar', que estaba completamente en blanco. “Era una maravilla para el humorista: feo, pequeño, con ese bigote...Todo el mundo lo podía dibujar”, recuerda Martín.

Asegura que no ha tenido digno sucesor. “Rajoy tenía gracia, pero nadie ha tenido la mala hostia de Aznar, era un resentido con la vida”, apunta. Lo dice casi con la pena de quien ha perdido un buen amigo. En su estudio hay diversas hojas con bocetos y su mirada se detiene en una en la que hay esbozos de diversos líderes como Rajoy, Puigdemont o Sánchez.

“Nada que ver, fue un momento dorado”, dice, pletórico. “A ver, que no se me malinterprete: la época de Aznar para los ciudadanos fue una mierda, pero para los dibujantes fue gloria bendita”, exclama entre carcajadas, que se van apagando mientras piensa en el panorama actual. “Los gobiernos de derecha siempre han sido buenos para el humor, aunque la que nos puede caer encima ahora, igual es pasarse”, remacha.

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