Dice el crítico de arte Frederic Montornés, comisario de la muestra El monte análogo, una exposición que estará en el Centre de Imatge la Virreina hasta el 15 de febrero de 2026, que Michelangelo Antonioni (Ferrara, 1912 - Roma, 2007) era un pésimo pintor a pesar de sus inclinaciones plásticas, y que se odiaba por ello.
Sin embargo, encontró al parecer accidentalmente una vía para dar rienda suelta a su inquietud estética cuando, a mediados de la década de los sesenta, comenzó a realizar las pruebas de color para los escenarios de su película El desierto rojo, de 1964. Cuenta Montornés que Antonioni solía romper las cartulinas de las pruebas y las esparcía sobre la mesa de su estudio en pequeños trozos.
“Es entonces cuando repara en las pequeñas morfologías, similares a formaciones montañosas, que los trozos de cartulina de distintos colores conforman superpuestas unas encima de las otras a la manera de un collage”, señala el comisario de El monte análogo, que en la muestra pone en diálogo el resultado de aquel descubrimiento de Antonioni con distintas fotografías de Luigi Ghirri, otro gran artista italiano que, aunque más joven que Antonioni, coincide con él en su momento de máxima productividad.
El 'blow up' como técnica de hallazgo artístico
Antonioni empleó a partir de entonces la técnica del blow up –que da título, por cierto, a una de sus películas más reclamadas internacionalmente, de 1966– para manipular y fotografiar posteriormente aquellas pequeñas formas de cartones mezclados, de modo que después realizaba ampliaciones a escala sobre el negativo hasta conseguir imágenes de contornos difusos y apariencia fluida, pero que solían recordar a montes, picos, sierras, etc., siempre coronadas de amplios nubarrones.
El cineasta llamó a aquellas obras Montañas encantadas y estuvo a lo largo de la década de los 70 generando distintas obras de gran formato, en una práctica amateur y al margen del cine que no mostró públicamente hasta 1983, ya plenamente consagrado como realizador.
Montornés supo de ellas no mucho más tarde, mientras estudiaba en Grenoble un máster en comisariado artístico en 1989. “Fue allí donde descubrí el cine de Antonioni, en especial su trilogía de La Aventura (1960), La Noche (1962) y El Eclipse (1963), que junto con Desierto rojo forman el núcleo de su obra en mi opinión”, confiesa.
También en la década de los ochenta conoce la obra de Luigi Ghirri, de quien explica que “en los 70 deja su profesión de topógrafo y aparejador para centrarse totalmente en la fotografía artística”, en la que terminará siendo un referente mundial, especialmente en la búsqueda de geometrías accidentales en sus retratos.
Ghirri, fotógrafo de geometrías
Añade que su relación y trabajo con artistas conceptuales de la región de Reggio Emilia le deciden a dar el paso, si bien su obra hereda parte de su deformación profesional como topógrafo, cosa que le lleva a jugar fotográficamente con las imágenes a escala de mapas por un lado, y por el otro a buscar orografías y estructuras geométricas en lugares tan improbables como una pared forrada de gresite o la superficie arrugada de un papel de envolver caramelos.
Es en la búsqueda de estas coincidencias temáticas en formas que recuerdan a las montañas, donde Montornés sitúa el diálogo entre Antonioni y Ghirri sobre las paredes de las salas de La Virreina, dando forma a El monte análogo. Son en total diecinueve “montañas encantadas” de Antonioni y otras diecinueve fotografías accidentales de Ghirri, y se distribuyen por grupos en los que las obras de ambos creadores presentan coincidencias visuales.
“El nombre lo extraigo de un libro llamado precisamente El monte análogo, que es de René Daumal y relata la aventura de un grupo de ocho personas en busca de una montaña invisible en un lugar situado entre la realidad y la ficción, con la motivación de todos estos personajes buscando esa montaña que tiene unas características claramente metafísicas”, desvela Montornés.
Dos artistas que jamás se conocieron
El comisario también anuncia que es la primera vez que la obra fotográfica de ambos artistas se expone en España de manera conjunta, si bien la obra de Ghirri estuvo en el Reina Sofía en 2022 con una completa retrospectiva. Y revela que aunque coincidieran en su tiempo productivo, Ghirri y Antonioni no se conocieron jamás en persona. “Probablemente, Antonioni nunca supo de Ghirri y este seguro que conocía y admiraba su obra, a pesar de que ambos habían nacido a un centenar de kilómetros de distancia, en la llanura padana [zona que tiene a Bolonia como metrópolis central]”, dice Montornés.
No obstante, matiza que “no hay noticia de que Ghirri conociera la serie Montañas encantadas de Antonioni”. Y en consecuencia, descarta que uno se pudiese inspirar en el otro y viceversa, a pesar de las sorprendentes coincidencias de algunas de las imágenes que se exponen en las salas de La Virreina. A este respecto, Montornés destaca que “en Antonioni la búsqueda de la imagen montañosa es intencionada mientras que en Ghirri es un hallazgo accidental”.