Llegir versió en català
El ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, afirmó el pasado jueves desde el Congreso de los Diputados que él “no es nacionalista” sino “patriota” porque “ama a España”. Es de reír por no llorar. Se acumulan un par de errores grandes de aproximación al hecho nacional catalán. El primero, un clásico, interpreta que toda defensa de lo que es la cultura propia es “nacionalista” No se entiende que alguien no sea nacionalista y a la vez lo haga. Pues bien, a ver si lo entienden de una vez: Somos muchísimos-y yo me cuento entre ellos- que no somos nacionalistas porque no nos gusta la idea que representa, el amor a lo abstracto, el gregarismo, el seguimiento ciego e irracional de la consigna, el hecho de basar todo en los sentimientos y en los símbolos, etc. etc. Pero al mismo tiempo, somos independentistas. Queremos la independencia para que de una vez, en lugar de llamarnos nacionalistas, sólo seamos catalanes normales y corrientes. El simple hecho de querer vivir como catalanes, en igualdad de derechos y deberes, automáticamente nos coloca como nacionalistas.
Un ejemplo muy sencillo: Si se pide que el Senado español actúe como verdadera cámara territorial y que puedan hablarse en él todas las lenguas de España, se responde ridiculizando la iniciativa, diciendo que si estamos en España, se habla español y que además, en época de crisis, los traductores simultáneos pueden ahorrarse. Y si alguien se queja, se le tacha de nacionalista (con la cola, aburrida, cansina, de compararte con nazis y fascistas) y se atribuye la acción a interés político, a lucha política partidista. Es decir, se considera un problema político. No un problema de justicia, cultura o sociedad.
El otro gran error de interpretación es la diferenciación entre patriotas y nacionalistas, entre buenos y malos. El ministro Margallo, como hemos dicho, se proclamaba orgullosamente “patriota” porque “amaba a España”. Los patriotas españoles no se dan cuenta de que todo lo que critican a los nacionalistas también lo poseen ellos. Colocar una bandera española gigante en una plaza madrileña, por ejemplo, no es nacionalismo rancio, tonto, de nivel intelectual gallináceo. No. Es sano patriotismo.
Es muy curioso que sean “patriotas” los que tienen Estado detrás, pero “nacionalistas” los que no tienen.