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ANÁLISIS

Quién gana y quién pierde con la bronca por la mesa de diálogo

Aragonès, junto a su vicepresidente, Jordi Puigneró durante la reunión semanal del Govern. EFE/Quique García

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El órdago de última hora de Junts con sus nombres para la mesa del diálogo ha evidenciado que los socios del Govern no solo tienen propuestas contradictorias en el ámbito económico, como se ha demostrado con la ampliación del aeropuerto del Prat, sino que son tan o más incompatibles cuando se trata de abordar la negociación para explorar una solución al conflicto político. 

ERC y Junts interpretan de manera dispar el pacto que firmaron para acordar la formación del Govern y en el que se afirmaba que su representación en la mesa se escogería por consenso y sería nombrada por el Ejecutivo. Los republicanos apelan a la lealtad y a un acuerdo verbal entre Pere Aragonès y Jordi Sànchez que Junts niega. La hemeroteca da argumentos a ambos porque igual que ERC especuló con la presencia de Oriol Junqueras en la mesa, Junts, a través de Jordi Sánchez, afirmó este verano en una entrevista que la composición de la mesa sería “mayoritariamente” de representantes gubernamentales.  

A corto plazo sale reforzada la autoridad de Aragonès, cuyo propósito es demostrar que su apuesta por el diálogo no es una pose y que no está dispuesto a que Junts le marque el paso. Pedro Sánchez se ahorra una foto, aunque solo fuese a modo de saludo, con dos de los presos indultados, y puede mostrarse magnánimo con los independentistas mientras estos siguen con su lanzamiento de puñales. Y la maniobra de Junts contenta a los sectores más duros y enfadados con ERC, pero le aleja de la pretendida institucionalidad que buscaba con acuerdos como el de la millonaria inversión para El Prat.    

Aragonès, un president sin Govern

La CUP dio un margen de dos años a Pere Aragonès para probar que las conversaciones con el Gobierno central habían dado algún fruto. De momento quien ha hecho tambalear ya la primera reunión no han sido los anticapitalistas, que defienden que la mesa nace muerta, sino que el incendio lo ha provocado Junts. Desde que tomaron posesión, el president y su equipo han repetido que esta legislatura sería diferente a la de Quim Torra, que esta vez la coalición sería más estable y que la relación entre los socios había mejorado. Estas dos últimas semanas se ha comprobado de sobra que no es así aunque el empeño de Aragonès sigue siendo el de demostrar que es un presidente que ejerce y su comparecencia este martes para anunciar que no aceptaba los nombres de Junts debe interpretarse en esta voluntad de no aparecer como un títere. Sus colaboradores afirman que este lunes ha sido el día en que le han visto más enfadado desde que es president. Pero en los gobiernos de coalición la carta de autoridad presidencial solo funciona si no se abusa de ella. 

El republicano se ha plantado ante sus socios y ha recordado que cuando no hay acuerdo la última palabra la tiene el president de la Generalitat. Esta vez la ha tenido, aunque la fragilidad del pacto que Junts y ERC rubricaron para formar el Govern se constata en la respuesta que le ha dado el partido de Puigdemont al no ceder y mantener los nombres que Aragonès ha rechazado. 

ERC se presentó a las elecciones como el partido que sentaría de nuevo al Ejecutivo de Pedro Sánchez en una mesa. Los sectores más duros del independentismo cuestionan esta vía, como recordó la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzié, en la manifestación de la Diada cuando instó a Aragonès a “hacer la independencia”. Como si solo con decirlo ya bastase. El president y Junqueras tuvieron que escuchar algunos silbidos y gritos de traidores, nada que no lean a diario en mensajes que les dirigen en las redes.     

Junts pierde (de momento)

El secretario general de Junts, Jordi Sànchez, habló el martes por la mañana con Aragonès para darle los nombres que poco después se dieron a conocer a los medios. ERC no pactó sus integrantes con Junts, que asegura que se enteró por la prensa de los elegidos por los republicanos y considera que su compromiso con el president no iba más allá de informarle. El argumento para escoger a tres personas que no están en el Govern (solo Puigneró se sienta en el Consell Executiu) es que para un conflicto político hay que elegir a una delegación “del más alto nivel político”. Niegan que hayan actuado con poca lealtad y aseguran que una cosa es que no tengan ninguna esperanza en la mesa y otra es que no quieran asistir. 

Más allá de si había un acuerdo verbal que unos esgrimen y otros niegan, Junts argumenta que en la última reunión de la mesa, en febrero del 2020, solo la mitad eran consellers. Entre los que no formaban parte del Govern estaban los republicanos Marta Vilalta y el exsecretario de vicepresidència, Josep Maria Jové. Recuerdan también que hace unos meses la propia Vilalta especuló con la posibilidad de que Junqueras estuviese en la reunión de este miércoles, una posibilidad que ya entonces inmediatamente enfriaron desde el entorno de Aragonès y que fue rechazada por Pedro Sánchez.

El partido de Puigdemont busca recobrar la imagen de institucionalidad que perdió en la etapa de Torra y dos ejemplos son el pacto que Puigneró cerró con la ministra de Transportes y que fue aplaudido por los sectores empresariales o la disposición del conseller de Economía, Jaume Giró, de participar en algunos foros autonómicos. Conciliar esa apuesta con la de quedar fuera de la mesa de diálogo no es nada fácil. La negociación, ahora solo entre PSOE y ERC, tiene más opciones de embarrancar que de prosperar puesto que los republicanos no están dispuestos a renunciar a un referéndum de autodeterminación que Sánchez rechaza de plano. Si la mesa fracasa, Junts podrá entonar el 'yo ya lo dije', aunque no haya presentado ni defendido una propuesta alternativa más allá de los discursos y los tuits.

Sánchez puede respirar tranquilo  

El presidente del Gobierno advertía este martes en el Senado que lo que no se ha resuelto en diez años no se resolverá en dos. Una parte del independentismo (no todo) también ha entendido que las prisas pueden jugarle en contra. Sánchez, experto en maniobras que desconciertan a propios y adversarios, le ha dado a ERC el balón de oxígeno que necesitaba y además los republicanos han separado la negociación de los presupuestos en el Congreso de la pelea por el aeropuerto o las diferencias en la mesa de negociación. La escenificación del encuentro de este miércoles está medida para evitar al máximo las incomodidades para Sánchez, más allá de que su decisión de desplazarse a Barcelona ya sea vista por la derecha y una parte de la opinión publicada como una concesión al secesionismo.

Mientras, Salvador Illa puede ir acariciando el gato a la espera a que las desavenencias entre Junts y ERC acaben siendo insuperables. No será ni hoy ni mañana puesto que, como todo gobierno, intentarán aguantar todo lo que puedan aunque no hay que descartar que ERC pruebe a sobrevivir en solitario. En todo caso, las peleas en el bloque independentista juegan a favor del líder del PSC. Illa ya se ha propuesto para negociar los próximos presupuestos del Govern si la CUP se lo pone muy difícil al conseller Giró. La primera opción tanto para Junts como ERC sigue siendo acordarlos con los cupaires, pero la oferta ya está formulada.

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