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“El Nobel de la Paz ha hecho que Europa empiece a vernos de forma más clemente”

Ahmed Galai, en el barrio barcelonés del Raval SANDRA LÁZARO

Siscu Baiges

Barcelona —

El premio Nobel de la Paz se concedió, el año pasado, al Cuarteto Nacional de Diálogo de Túnez, por su contribución a la construcción de una democracia plural en este país tras la revuelta conocida como del Jazmín, el año 2011. El Cuarteto lo forman la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT), la Unión Tunecina del Comercio y del Artesanado (UTICA), la Orden Nacional de Abogados de Túnez y la Liga Tunecina de Defensa de los Derechos del Hombre (LTDH). Ahmed Galai, vicepresidente de esta última asociación, ha estado en Barcelona invitado por lafede.cat. Su visita coincidió con las protestas contra la actitud de la Unión Europea con los refugiados que se intentan instalar en ella, huyendo de la guerra de Siria o de la incertidumbre y pobreza que se sufre en muchos países asiáticos y africanos.

¿Qué ha supuesto para Túnez la consecución del Premio Nobel de la Paz por parte del Cuarteto Nacional de Diálogo?

Las consecuencias han sido el reconocimiento de este cuarteto como fuerza de diálogo y la mejora de su capacidad para intervenir en las cuestiones más espinosas del país. Contribuimos a que el país saliera adelante después de los asesinatos de Mohamed Brahami y de Chokri Belaid. Ahora intervenimos en cuestiones prácticas como la reforma del empleo. Estamos preparando un estudio sobre el empleo. Se nos ha convocado a participar en la comisión que reflexiona al respecto. Posiblemente habríamos sido convocados igualmente aunque no hubiéramos recibido el premio Nobel de la Paz pero eso nos consagró como elemento necesario para el diálogo. El Cuarteto interviene también para proponer políticas nacionales, de desarrollo, de cambio, junto con otras entidades.

A escala mundial, el premio Nobel de la Paz ha hecho que Europa y el mundo occidental empiecen a vernos de forma más clemente en cuestiones como la economía, la deuda, su reconversión, la relación de la política tunecina con las ONG, la inmigración, los refugiados, los visados... Tenemos una mayor notoriedad y aceptabilidad a nivel local e internacional.

¿Para qué derechos humanos hay que batirse todavía hoy en Túnez?

La revolución ha aportado grandes progresos pero todavía luchamos por derechos fundamentales. Luchamos paradójicamente por la dignidad humana. Luchamos contra la tortura. La tortura ha vuelto a los centros de detención de primera instancia. Nosotros sólo podemos visitar a los detenidos cuando ya están en prisión. Las autoridades lo justifican con la excusa del peligro terrorista. Estamos contra esta práctica inhumana, degradante y opuesta a los derechos humanos.

Luchamos también en defensa de los derechos de las minorías. Las minorías sexuales, por ejemplo. En Túnez hay una ley que reprime a estas minorías y queremos que se reconozca los derechos de estos colectivos.

Tampoco se reconocen los derechos económicos. Hay que avanzar en los derechos a la salud, al trabajo, la educación... O los derechos de la mujer. A pesar de que Túnez es un país donde los derechos de la mujer son reconocidos todavía hay aspectos que no se respetan. Estamos trabajando con ellas para hacer una Ley integral contra la violencia contra las mujeres.

Por otra parte, queremos que se armonicen la Constitución y las leyes. La Constitución surgida de la revolución garantiza derechos y libertades individuales y públicas que no están recogidas en las leyes. Hay que revisarlas. Me refiero a la libertad de creencias, conciencia, el derecho de familia, el código de trabajo... Asimismo también hay un régimen injusto con los refugiados e inmigrantes.

Hay mucho trabajo por hacer.

Visto todo esto, ¿se puede decir que Túnez es una democracia completa o todavía no?

Hay todavía muchas carencias y estamos inquietos ante muchos hechos. Pero en comparación con otros países como Libia y otros países de la región es evidente que hemos hecho progresos. Todavía no somos una democracia completa.

Hay minorías que aún no acceden a sus derechos. Estamos en una democracia en curso, en construcción.

De hecho, Túnez es el único país donde las revoluciones de la primavera de 2011 han supuesto evidentes mejoras democráticas

Túnez es el país de la región que hizo la primera Constitución, en 1861, en el siglo XIX. Garantizó la libertad a las minorías del país, incluida la judía. Fuimos el primer país del mundo árabe que reconoció la libertad de la mujer, en 1956. El primero en tener un movimiento sindical autónomo. La ONG de defensa de los Derechos Humanos más antigua es la Liga Tunecina, creada en 1977.

Túnez ha dado un ejemplo a tener en cuenta, no para copiarlo entero pero sí para tenerlo como referencia. En Túnez la revolución no la ha hecho un partido de derechas o de izquierdas que ha tomado el poder sino un movimiento dirigido espontáneamente por las ONG civiles y los sindicatos, dinámicos y valientes.

¿Qué papel juega la religión en el Túnez actual?

En cuanto a la religión, la Constitución ha garantizado el derecho de conciencia. Tenemos el derecho de seguir una religión o no. De todos modos, hablar de la laicidad es tabú. Una cosa es la teoría y otra la práctica. Somos una sociedad múltiple, plural, tolerante, que discute estas cuestiones, a pesar de que los islamistas tienen mucha fuerza y llegaron al poder tras la revolución.

Pero ningún tunecino acepta que la religión sea sinónima de una opción política. Sobre todo después del terrorismo yihadista de Daesh. La gente votó Ennahda porque se mostró como un movimiento pacifista, un Islam 'soft'. Pero es anti-Daesh, anti-islamismo radical.

Ennahda quería imponer el estado religioso en la Constitución. Fue un combate encarnizado. Al final, su primer artículo dice que el Islam es la religión de Túnez, lo cual permite interpretaciones abiertas y los islamistas lo han aceptado.

La sharia no aparece en la Constituciónsharia

Este fue el combate. Querían poner la sharia como fuente de jurisdicción. En las constituciones de Burguiba y Ben Ali no estaba la sharia. Incluirla habría sido una regresión, una vuelta a la Edad Media. La religión es una cuestión personal y no del Estado, pública.

Las mujeres jugaron un papel clave en este combate y lo ganamos. Túnez es un estado civil.

¿Los atentados de Daesh en establecimientos turísticos han perjudicado mucho la economía del país?Daesh

Han sido un duro golpe para la economía tunecina. Daesh y las fuerzas oscurantistas querían poner de rodillas al Estado y a la economía, porque Túnez vive, sobre todo, del turismo. Han sido acciones abominables. Los turistas no vienen pero las acciones de los yihadistas han afectado sólo a unos lugares concretos del país. Debemos vencer a estos criminales explicando que los turistas pueden venir, ir a la playa en verano, bañarse en bikini, hacer vida normal,... Yo les digo a mis familiares que viven en Europa que vengan, que no hay peligro.

Así venceremos a los yihadistas criminales. Somos un país generoso, de acogida. Todos estamos juntos para luchar contra la violencia y dar una respuesta firme al terrorismo.

Hablemos de Europa. ¿Cómo explica su actitud ante la crisis actual de los refugiados?

Lo más suave que puedo decir es que Europa tiene un doble lenguaje. Sobre el papel se presenta como una campeona de los derechos humanos, como un espacio de libertad. Tiene una larga historia de profundización de las libertades. Pero el lenguaje actual con los inmigrantes es de un pragmatismo hipócrita. Miles de personas mueren a las puertas de Europa a donde iban a buscar asilo huyendo de guerras como las de Siria, Yemen o Libia. Cerrar las puertas de Europa es aumentar el sufrimiento de esta gente.

La política europea se limita a preocuparse por la seguridad, con Frontex y Eurosud, convertir Turquía en gendarme, como hizo antes con el Túnez de Ben Ali. Cierra los ojos a las carencias democráticas de Turquía.

Hemos visto miles de muertos en Lampedusa. El Mediterráneo pasó de ser una embajada de paz a ser una embajada de muerte.

Como sociedad civil, reclamamos una solución humana para esta crisis. Sé que Europa tiene el derecho y la obligación de proteger a su población y sus fronteras pero no a cambio de los principios y valores que ha representado siempre.

¿Europa ha perdido la imagen de paraíso de los derechos humanos que había tenido hasta ahora a ojos de ciudadanos como los tunecinos?

Claro. Europa siempre será la Europa de las luces, del liberalismo, del intercambio libre. Pero los últimos acontecimientos han afectado esta imagen luminosa, edulcorada, porque hay gente que muere. Hay una guerra en curso. Y no soy yo quien utiliza el término. Son las ONG quienes lo utilizan. Han muerto veinte mil personas a las puertas de Europa.

Cuando ves que hay este ascenso de la xenofobia, el racismo, los partidos de extrema-derecha, la luz de Europa se apaga un poco.

¿Los tunecinos emigran a Europa u optan por seguir en su país?

Depende. Yo sigo en Túnez pero no puedes impedir a la gente que vaya donde quiere. El hombre es un ser migrante. Un millón de los cinco millones de tunecinos ha emigrado. Es una quinta parte. Las otras cuatro quintas partes se han quedado.

Lo que queremos es que las puertas estén abiertas, que la relación con Europa sea de igual a igual, porque tenemos desafíos comunes. Debemos afrontar conjuntamente y con coraje la cuestión de la emigración. Europa no puede conseguir por sí sola una solución duradera. He apelado a una conferencia euromediterránea sobre esta cuestión, con la participación de todas las partes implicadas: los estados, las asociaciones civiles y las víctimas. Veinte mil muertos son suficientes para buscar una solución verdadera.

¿Cuáles son los principales desafíos que tiene, hoy, Túnez?

Para resumir, hay un desafío económico. La acción terrorista provoca el cierre de los hoteles, la reducción de la entrada de capitales, el aumento de la deuda... Hacen falta reformas rápidas en regiones que han sido vitales para la revolución, que estaban olvidadas en los periodos anteriores y que continúan desatendidas. Queremos un desarrollo económico integral y equitativo,

El segundo desafío es el terrorismo, la violencia. Si luchamos contra la violencia, la economía se reactivará, volverán los inversores, volverá el capital que ha huido,...

Un tercer desafío es cómo armonizar las leyes con la nueva Constitución. Tenemos que poner las leyes, el código penal, el de trabajo, el de familia a la altura de una Constitución liberal y democrática como la que tenemos ahora.

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