Ahora sí podemos llamarlo transporte público
He dejado de usar el coche porque me genera mucho estrés no encontrar un aparcamiento en la ciudad. Valencia se ha tornado en un lugar donde conseguir meter tu coche en algún hueco es casi un milagro. El estrés que nos produce la sensación desasosegante de dar vueltas al mismo lugar durante minutos, que en muchas ocasiones parecen horas interminables, hacen que el malestar se intensifique en nuestro cuerpo. Y claro, luego vienen los infartos, los nervios, el insomnio... El otro día tenía que acudir a un evento a Burjassot, y por mi mente se paseó una idea cuando estaba dispuesto a coger las llaves del coche. “Los has conseguido aparcar bien después de 20 minutos dando vueltas...¿merece la pena?”.
La respuesta estaba más que clara. Así que me armé de valor y decidí viajar en metro, y no es que odie el metro, pero mi humilde bolsillo siempre sufre algún tipo de convulsión al saber que por un trayecto mínimo va a desembolsar una escandalosa cifra. Como me pasa a mi, seguramente le sucederá a mucha gente, pues por mucho que los gobiernos nos intenten vender la moto de la sostenibilidad y la ecología, ese mensaje sugestivo sobre la necesidad de salvar el planeta utilizando el transporte público. A la hora de la verdad, los billetes, tanto de tren como de autobús, no paran de subir de precio en cada nuevo año. De hecho, se han mostrado especialmente indolentes en esto años de la crisis-estafa. Ahora nuestro nuevo y ciclista alcalde, ha llegado a una conclusión: los parados no van mucho en autobús, ¿no?. El Ayuntamiento y la empresa EMT van a sacar un bono de autobús llamado “EMT amb Tu”, un nombre menos escarnecedor que el de “Bono Social”, que nos recordaba un poco a la postguerra. El bono costará 13 euros (diez en realidad, porque esos tres euros son por la tarjeta). Este bono para desempleados y personas con rentas bajas solucionará en parte uno de los grandes agravios comparativos de éste país. ¿Cómo iba a desplazarse una persona parada por la ciudad de un extremo a otro si no podía subir a un autobús por su precio prohibitivo?. Alguien en el paro, sin dinero y sin ningún sustento, no tiene demasiadas posibilidades de poder buscar trabajo o de moverse por la ciudad de forma rápida. ¿Eso no le hace estar en desventaja, una vez más?.
Este bono pone de relieve algo que ya hemos visto en muchas cosas de éste supuesto Estado igualitario, pero en el fondo, por muy útil que sea, sólo es un parche a una situación de absoluta desigualdad. ¿Paga lo mismo de IVA un profesor de Universidad que un parado de larga duración?, ¿Le cuesta lo mismo la ITV a un estudiante desempleado que a un empresario?. La igualdad parece que sólo podrá llegar cuando el Estado o la sociedad se den cuenta, tal vez nunca, que sin ponderar los precios de los impuestos o de los asuntos regidos por el gobierno, nunca podremos ser mínimamente iguales. Debe ser difícil adaptar las tarifas que controla el Estado a las diferentes situaciones sociales, pero que sea difícil no significa que sea tarea utópica o descabellada.
Ahora todo el mundo podrá subir al autobús, los que más tienen lo harán pagando algo más (aunque de todos modos el precio del billete es un atraco sin miramientos) y los que dispongan de menos renta también podrán hacer uso de un verdadero, a partir de ahora, transporte público. Con éste significativo gesto del nuevo gobierno, contemplamos como se pueden adaptar, sin demasiados traumas, los impuestos o tarifas a las diferentes realidad económicas que nos ha dejado la crisis-estafa. Rosa Parks se negó a sentarse en la parte trasera de los autobuses americanos por el hecho discriminatorio de ser negra. Los desempleados valencianos, ni si quiera podían subir al autobús para manifestarse en él por la exclusión del transporte público a la que se les sometían desde el gobierno. Ahora podremos sentarnos delante o atrás, da igual, porque todo el mundo tendrá el acceso a poder desplazarse por la ciudad con comodidad y dignidad.
Y sí, hay que hablar de dignidad, no puede existir una ciudad con dos esferas, una la que puede tener acceso a lo público y otra que no. El bono para el transporte o para los comedores escolares no es beneficencia, ni tampoco limosna, es un derecho y una necesidad. También es una herramienta de doble filo: uno, sirve para crear conciencia de las clases económicas de la ciudad y sus desigualdades más sangrantes. Y dos, demuestra que la igualdad no es una fantasía, solo depende de la voluntad de los dirigente. Tal vez nunca hayan reparado en que para subir a un transporte público se tiene que tener un mínimo de dinero, y que sin él uno no puede subir y sentarse.
Es extraño pues, que se le denomine público, tal vez ese nombre solo signifique que uno puede subir pagando, pero no tuviera nada que ver con que era de todos y todas. ¿Cómo puede pagar alguien un transporte que lo lleve a estudiar o a buscar trabajo sin dinero?. ¿Cómo puede comer un niño sin dinero?. Sin duda que la gente sin recursos, o al menos con pocos, no pudiera tener esos pequeños “privilegios” les hacía la vida mucho más difícil, lastraba su recuperación económica y les sometía a verse desahuciados de un medio de trasporte supuestamente para todos.
Quizás con esta medida la gente coja más el autobús, decidan que utilizar su coche es una perdida de tiempo y dinero. Tal vez con esa medida se pueda conseguir una ciudad más limpia y más libre de humos. Tal vez solo había que dejar que la gente pudiera pagar algo accesible para utilizar el transporte.
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