Trabajar menos, vivir más: “Hay que abordar los efectos negativos de la entronización del trabajo”

“Hay que poner el trabajo al servicio de las personas, no las personas al servicio del trabajo”. El economista Joan Sanchis se ha especializado en el diseño de políticas públicas dirigidas a incentivar la reducción de la jornada laboral, una reivindicación de la clase obrera que se ha estancado con el cambio de siglo. Sanchis se ocupa de estas cuestiones en los servicios Labora del Gobierno valenciano, donde se preparan las primeras experiencias piloto de reducción de jornada impulsadas por un Ejecutivo autonómico, y acaba de publicar Quatre dies. Treballar menys per a viure en un món millor (Sembra Llibres), una invitación a valorar nuevas formas de trabajo remunerado.

El teletrabajo y las nuevas tecnologías han cambiado la forma de entender el trabajo, apunta el economista en conversación elDiario.es. “Hay sensación de que lo cualitativo, las condiciones son más importantes, que hay un cambio de prioridades y no importa solo el salario”, expone Sanchis, que cree que el cambio ha venido impulsado por la pandemia y observa como en los sectores en los que hay mayor demanda de empleo y se compite por talento se ofrecen mejores condiciones laborales al margen de la retribución.

El trabajo remunerado es un eje de la identidad, lo que a menudo empleamos para definirnos como sujetos. En un contexto cada vez más precarizado, esta mitificación tiene consecuencias e impacta en cómo nos percibimos: una profesión no prestigiada genera vergüenza; un desempleado se siente un fracaso, un nadie. A la par, se extienden otros síndromes como el burnout, el estar quemado, que aborda el filósofo surcoreano Byung-Chul Han entre los llamados sujetos autoexplotados y que llena las consultas psiquiátricas. “Debemos abordar los efectos negativos de la entronización del trabajo”, apunta Sanchis, en referencia a la salud mental y la igualdad de oportunidades. “Si el trabajo es nuestro DNI, la puerta de acceso al Estado del Bienestar, pero no tenemos garantías de que haya para todos, tenemos un problema”, subraya.

Así, el autor plantea un cambio de la relación con el trabajo y el tiempo que dedicamos al mismo, con modelos de vida más lentos en los que se valore el ocio, la creatividad, la formación o la cultura. “El trabajo debe ser una plataforma, no una rémora que nos robe tiempo”. En este sentido, abordar otras formas de obtención de ingresos resulta fundamental, como la renta básica universal y formas de redistribución de la riqueza.

El autor plantea dudas sobre el impacto de estas políticas en la perspectiva de género y en la precariedad laboral y salarial, pero considera que el debate debe afrontarse, que “lo urgente no puede tapar lo importante”, abogando por una legislación laboral que permita la flexibilidad y políticas de incremento de la productividad, que hagan el trabajo más eficiente.

“El modelo ideal es que la legislación laboral avance y que cada persona, según sus necesidades, tenga posibilidad de elegir”, considera Sanchis, que apunta a modelos como la jornada de cuatro días, de 32 horas o fórmulas variables de trabajo según la carga semanal, rebajando el presencialismo o con modelos de trabajo por turnos en sectores como la hostelería. El mercado laboral se ha diversificado y también las situaciones personales, familiares y los modelos de crianza y cuidados, que requieren un marco de trabajo que permita combinar distintas esferas. El libro, que sale a la venta este febrero, subraya que en el contexto actual mejorar la calidad de vida pasa por reducir el tiempo de trabajo.