Del juego de la serpiente a la inteligencia artificial: Nokia y Ericsson son las invitadas secretas de la nueva revolución
Estamos en Oberhausen, Alemania, el 1 de septiembre del año 2000. Nos han convocado a CentrO, el espacio comercial y de ocio más grande de Europa en este momento. Una de las tecnológicas más punteras del mundo quiere presentar algo nuevo, y ha elegido este lugar porque quiere mandar un mensaje: los teléfonos móviles son para todo el mundo. Adiós a esos cacharros enormes que hacen ruidos extraños que usan los ejecutivos.
En solo tres meses la burbuja de las puntocom explotará en un drama bursátil catastrófico, pero ahora todo es euforia. La compañía no ha reparado en gastos. Ha mandado construir una pista de esquí gigante, ha traído 500 toneladas de nieve desde Austria y ha organizado una competición entre los mejores snowboarders del momento. El lema es Don't be bored. Be totally board, un juego de palabras que significa algo así como No te aburras, mantente totalmente en la onda. Las crónicas dirán que aquí se llegaron a reunir 120.000 personas. El protagonista de todo terminaría cumpliendo con las expetativas: fue la puesta de largo del Nokia 3310.
El terminal supuso un éxito rotundo, con ventas masivas entre el público joven de aquella época. Su orientación al “mobile chat”, los politonos o el juego de la serpiente le granjearon años de dominio. Fue la época en la que Nokia llegó a controlar un 40% del mercado mundial, con unas ventas de 51.000 millones de euros y un beneficio operativo de casi 8.000 millones. La finlandesa tenía entonces 112.000 trabajadores.
Pero los vientos cambiaron. En 2007 Apple alumbró el iPhone y borró del mapa a todos los fabricantes que decidieron no imitarlo. Su propuesta disruptiva, el marketing y el relato de Silicon Valley terminarían difuminando también el peso de antecesores como el 3310. Las empresas europeas fueron cayendo una tras otra. Atrapados entre Apple y la industria china, los teléfonos Siemens, Bosch o Phillips desaparecieron, mientras que Alcatel fue comprada por TCL.
Nokia y la sueca Ericsson, que a principios de los años 2000 había llegado a las 273.000 millones de coronas suecas de facturación (aproximadamente 24.000 millones de euros) con una plantilla de 105.000 personas, también quedaron en posiciones muy delicadas. Al contrario que los gigantes alemanes de la electrónica, el móvil era la base de su negocio. Llegado el momento crucial, reconocieron que la época de las presentaciones estelares había pasado. Tomaron una decisión: si no podían competir en la parte sexy del negocio, se retirarían a la más oscura.
Así se especializaron en las antenas y la infraestructura de las telecomunicaciones móviles, un camino que 25 años después las ha devuelto a la vanguardia de una revolución tecnológica.
Las antenas de la inteligencia artificial
Parece una contradicción. Si la inteligencia artificial vive en “la nube” y se accede ella desde pantallas táctiles, ¿cómo han vuelto a colocarse en el centro los viejos reyes del hardware europeo? La respuesta requiere cambiar la metáfora mental: las redes de telecomunicaciones de la IA ya no son tuberías, sino el sistema nervioso de un sistema más complejo.
Hasta ahora, las redes de telecomunicaciones eran infraestructuras pasivas diseñadas para llevar agua (datos y voz) del punto A al punto B. Pero la IA no funciona como una llamada telefónica. “El mundo de la IA trabaja con tokens, no con bits”, explica Ignacio Gallego, presidente de Nokia en España. “La transmisión de la información es diferente que en las redes móviles actuales, en las que los canales de bajada tienen mucha más capacidad que los canales de subida, una relación que se rompe completamente en el mundo de la inteligencia artificial”.
Cuando vayamos a un entorno de conducción autónoma, o de colaboración entre robótica y humanos en una factoría, con drones, o con la progresiva implantación de nuevos dispositivos basados en IA, como gafas de realidad virtual... claramente las redes no están preparadas para eso
“Las necesidades de subir información a la red cuando hacemos una consulta a ChatGPT, por ejemplo, genera un tráfico de subida enorme”, continúa el ejecutivo de la firma finlandesa, que esta semana ha dado una rueda de prensa en Madrid para explicar los cambios que la compañía llevará a cabo en el año de su centenario, este 2026. Entre ellos, destaca una reestructuración interna para volcarse en la transformación de las redes que acompañará a la IA.
“Cuando vayamos a un entorno de conducción autónoma, o de colaboración entre robótica y humanos en una factoría, con drones, o con la progresiva implantación de nuevos dispositivos basados en IA, como gafas de realidad virtual... claramente las redes no están preparadas para eso”, detalla.
Esa asimetría que exige esta nueva tecnología, que requiere subir cantidades masivas de información a la nube y obtener respuestas en milisegundos, es la que ha colocado a Nokia y Ericsson de nuevo en el centro del tablero. La IA ya no es solo un concepto. Es una parte fundamental de cómo se construyen y operan las redes“, ha expresado recientemente el jefe Tecnología de Ericsson, Erik Ekudden.
Ambas son las empresas más especializadas en la producción de las antenas y los equipos de apoyo (tanto software como hardware) de alto rendimiento que permiten pastorear el tráfico de datos masivo de la forma más eficiente para la red. Ahora, ambas están desarrollando sistemas que permitan darles una nueva de tuerca haciendo que la inteligencia artificial gestione todo el proceso.
La reestructuración hacia las antenas permitió a Nokia y Ericsson recuperar la estabilidad tras años turbulentos. La primera cerró 2024 con ingresos de 19.220 millones de euros y un beneficio neto de 1.300 millones, consolidando tres años consecutivos de ganancias. Ericsson, que sufrió pérdidas de 2.300 millones de euros en 2023 por deterioros de activos, volvió a beneficios en 2024 con unos 30 millones de euros. Ahora, con plantillas que cuentan con unos 78.500 empleados en el caso de Nokia y cerca de 100.000 en el de Ericsson, esperan subirse a la ola de la IA y volver a ser protagonistas de una nueva ola tecológica.
Sin embargo, como en los años del auge de las puntocom, se trata de una revolución que viene con asterisco en lo económico.
¿Revolución o financiación circular?
Tecnología nueva, alianzas nuevas. Si antes las dos empresas nórdicas cortejaban a las operadoras de telefonía, ahora orbitan a los nuevos centros de gravedad del sector. A finales de octubre Nokia cerró un acuerdo por el que Nvidia invertirá 1.000 millones de dólares en la compañía para desarrollar esas redes adaptadas para la IA. El interés del gigante estadounidense en este proyecto es claro: si las antenas del futuro incorporan IA, tendrán que utilizar sus chips.
Gallego encuadra el movimiento en el hecho de que el sector está en un “superciclo de innovación” que, finalmente, ha llegado a los viejos líderes de la telefonía móvil. Otros especialistas tienen más dudas.
Aunque le digas a la gente que que le vas a dar el doble de tasa binaria, eso no quiere decir que vayan a pagar el doble
“Esto tiene un problema muy gordo y es que es muy caro”, advierte Ignacio Berberana, ingeniero de investigación en el Instituto Madrileño de Estudios Avanzados (IMDEA Networks). Llenar las azoteas de equipos de última generación tan caros como los de Nvidia supone un coste inmenso que los operadores, como Telefónica o Vodafone, tienen difícil justificar ante unos usuarios que no quieren pagar más por su tarifa de siempre. “Aunque le digas a la gente que le vas a dar el doble de tasa binaria, eso no quiere decir que vayan a pagar el doble”, avisa: “Van a querer pagar lo mismo y que les des el doble”.
Para Berberana, movimientos como la inyección de capital de Nvidia en Nokia despiertan el fantasma de la “financiación circular”: el gigante de los chips pone el dinero para que, al final, la infraestructura que se compre lleve sus propios chips. “Sin la más remota duda”, confirma el investigador sobre esta dinámica.
Es el fantasma que persigue al sector de la inteligencia artificial, ya que es justo el esquema que tumbó la burbuja de las puntocom. Entonces los fabricantes de equipos de telecomunicaciones se endeudaron para ayudar a sus clientes a financiar la construcción de la fibra de Internet. Ahora Nvidia reparte dinero entre las empresas cuyo negocio se orienta a la compra de sus chips.
El refugio geopolítico
Si hace 25 años la pujanza de las empresas chinas fue uno de los factores que casi las lleva a la bancarrota, ahora ha sido uno de sus trampolines definitivo. El motivo es que su mayor competencia en el sector de la infraestructura de telecomunicaciones era Huawei, pero la tensión geopolítica con China ha traído bajo el brazo un veto a todos sus productos. El miedo al espionaje del gigante asiático ha convertido a las dos empresas europeas en los dos mayores contratistas de su clase también para los gigantes de la nube, como Google o Amazon.
Ahora, la rentabilidad política es absoluta. Nokia y Ericsson sobreviven porque el mundo se ha vuelto un lugar más desconfiado. “Hemos sufrido durante muchos años la ceguera de nuestros políticos”, dispara Gallego, refiriéndose a la época en la que Europa permitió que los proveedores asiáticos devoraran el mercado. “Europa se está volviendo incansable en la regulación pero irrelevante en la innovación. (...) Si no cambiamos el enfoque, la infraestructura digital de la IA se construirá fuera de Europa”, ha declarado Börje Ekholm, presidente de Ericsson.
Han pasado 25 años desde aquella fiesta en la nieve artificial de Oberhausen. La euforia de las puntocom se evaporó, los móviles europeos acabaron en un cajón y las pantallas táctiles de Silicon Valley conquistaron el mundo. Ahora, el mercado ha dado una nueva oportunidad a las dos compañías nórdicas que compiten por vertebrar el sistema nervioso del mundo digital. La pregunta es si esta vez la historia será diferente. Han vuelto al centro del tablero gracias los vetos geopolíticos, pero la sombra de la financiación circular y los costes desproporcionados recuerdan a errores del pasado.
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