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Crónica

La peste porcina vacía Collserola de domingueros: “No hay casi gente, parece cuando la COVID”

Un merendero y la terraza de un restaurante de Vallvidrera, inusualmente vacíos este sábado

Oriol Solé Altimira

Barcelona —

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“¿Pero al templo se podrá entrar, no?”. Leticia, hermana salesiana que ha venido a Barcelona desde Uruguay, se sorprende en pleno trayecto del Funicular hacia Vallvidrera. “Quiero ver a don Bosco….”, dice en referencia San Juan Bosco, al que está dedicada la iglesia de la cima del Tibidabo. Una pareja con calzado excursionista interrumpe a la monja. “¿Cómo? ¿No se puede ir al bosque? ¡Pues a ver qué hacemos!”. Son de los pocos que no se han enterado de que, debido al brote de peste porcina detectado entre jabalíes del parque, está prohibido acceder a los espacios naturales de Collserola.

La ruta de elDiario.es en la mañana del sábado por distintos puntos del parque constata un cumplimiento generalizado de las restricciones. La imagen es inusual: los caminos y merenderos de Collserola, que los fines de semana y festivos son un hormiguero, están prácticamente vacíos. La presencia humana se limita a los coches y ciclistas que circulan por la carretera y a los pocos vecinos que pasean por los núcleos habitados.

“No hay casi gente, parece cuando la COVID”. Fran y Joaquín Gimeno, veteranos del pedal (más de 30 años montando en bici), llegan con hambre al restaurante El Racó de Collserola tras 50 kilómetros sobre las dos ruedas. Habituales del parque, están atónitos ante la falta de concurrencia. “Todo esto el sábado pasado estaba a tope y mira hoy”, dicen señalando la terraza y la zona de pícnic completamente vacías.

La sierra de Collserola, zona cero del brote de peste porcina declarado desde hace una semana, no es un parque natural cualquiera. Es el bosque de Barcelona, accesible en transporte público para los que viven en la ciudad, pero también incluye numerosas zonas residenciales, como el barrio de montaña de Vallvidrera o los núcleos de Les Planes, Valldoreix o La Floresta.

En el parque conviven vecinos, domingueros en bici o que salen de paseo y también jabalíes, protagonistas por ahora del virus. “La verdad es que era un poco un cachondeo lo de los jabalíes, no me extraña que hubiera tantos, si la gente les da de comer todo el rato...”, narra Joaquín.

En toda la excursión, explican los ciclistas, solo se han encontrado un control policial que impedía el acceso a zonas boscosas, habitualmente concurridas por ciclistas con mountain bike. “No hemos visto ni a la UME [Unión Militar de Emergencias]”, sentencia Fran, con cierta guasa.

Menos motivos para reír tiene Thaís, la encargada del restaurante, para quien la prohibición de visitar los espacios naturales del parque ha sido un duro golpe a su negocio. “El sábado pasado estábamos llenos, y hoy ya lo veis, un desastre”, lamenta la restauradora. Hace una semana, con la alerta recién estrenada desde el viernes, la gente casi no se había enterado del brote.

Fran y Joaquín vuelven a la bici tras parar a desayunar en un aparcamiento cerrado por el brote

La afluencia ya empezó a bajar el domingo, y desde el lunes, explica Thais, no han dejado de recibir llamadas que cancelaban reservas para este fin de semana largo y festivo. “Hemos pasado de 100 a 10 en una semana”, constata. Aunque desde el restaurante se explica a los clientes que sí se puede acudir al establecimiento, el veto a los espacios naturales resta visitas. “La gente tiene miedo aunque el virus no afecta a los humanos”, apostilla.

Salvo algún que otro corredor saliendo de los pequeños caminos de tierra que ha escapado a toda velocidad de las preguntas de este diario, las barreras que prohíben el paso a los caminos de tierra se repiten a lo largo de las carreteras que cruzan el parque. Los coches de los Mossos d'Esquadra van cruzando el parque y vigilan los distintos accesos cerrados.

Para impedir el acceso a áreas naturales, se han desplegado a un millar de mossos d'esquadra, policías locales, bomberos y efectivos de Protección Civil en controles estáticos y dinámicos en un radio de 20 kilómetros alrededor de la sierra de Collserola, donde se sitúa el principal foco de infección de la peste porcina.

El riesgo de propagación es más elevado en un primer radio de seis kilómetros, donde la vigilancia es más intensa. Las restricciones, que estarán vigentes hasta el próximo 14 de diciembre, afectan también a una segunda corona de 14 kilómetros y a las áreas naturales (bosques, prados y ríos) de 91 municipios de la conurbación barcelonesa.

“Entre Bellaterra y Rubí sí que hay más jaleo, pero aquí no notamos ninguna presión y la vida es normal”, tercia Miquel, vecino de Les Planes, que ya está acostumbrado a la presencia de jabalíes frente a su casa. “Ayer mismo por la noche, frente al mirador de Can Casas, vi a un par”, comenta.

La autoridad confirma la percepción ciudadana de que es un sábado inusualmente vacío en Collserola. El intendente de los Mossos d'Esquadra Francesc Parra ha agradecido a la ciudadanía su “comportamiento ejemplar”, tras recordar que hasta ahora no se ha impuesto ninguna sanción por burlar las restricciones, aunque ha recordado que es importante mantener las medidas de seguridad frente a un virus que “se contagia muy rápidamente”.

Según Parra, en las últimas horas se han encontrado en la zona afectada varios ejemplares de jabalíes muertos, pero en todos los casos debido a atropellamientos en la carretera, algo que sí es habitual en Collserola.

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